El difícil camino de recuperar Bolivia
El Movimiento al Socialismo y su candidato, Luis Arce, lograron el resultado que necesitaban para librarse de la tormenta que amenazaba su triunfo. Las encuestas siempre reflejaron su clara ventaja sobre el resto de los contrincantes, pero la posibilidad de una segunda vuelta o una victoria definitiva ajustada, sería suficiente para que la extrema derecha implementara sus planes, que incluían, desde el fraude hasta el estallido de la violencia. Alrededor de 21 puntos por encima frustró la agenda. Más allá de la alegría de la izquierda boliviana, quedará también para la historia el twit de Jeanine Añez, aceptando el trago amargo o las lágrimas de Camacho; ambos rostros del golpismo.
Ahora queda entrar en el incierto terreno de los escenarios. El MAS y Luis Arce han logrado colocarse en la senda del gobierno y por delante queda un camino lleno de obstáculos y peligros. Podríamos empezar por la economía, uno de los puntos fuertes del próximo mandatario, a quien se considera arquitecto del boom económico sostenido de Bolivia durante el gobierno de Evo Morales. Tres datos son suficientes para mostrar el cambio de rostro que dio la nación sudamericana: El PIB anual pasó de 9.500 millones de dólares a 40.800 millones, la pobreza se redujo del 60 a 37 por ciento, y el crecimiento promedio se mantuvo sobre el 4 por ciento.
Sin dudas, son buenas cartas de presentación para Luis Arce, pero hoy el terreno es quizás más pantanoso que en 2005. El país sufrió casi un año la gestión desastrosa de un gobierno golpista que desarticuló en parte el modelo exitoso establecido durante la administración de Evo Morales. Según estimaciones, el PIB boliviano podría caer entre 6 y 8 puntos este año, existe un déficit fiscal elevado y la pandemia ha impactado negativamente en cuestiones como el empleo o el precio de determinados productos en el mercado internacional.
El nuevo presidente tiene un plan técnicamente correcto, incluye inyectar 8000 millones de dólares a la economía, negociar el no pago temporal de la deuda, impuestos a las grandes fortunas y sustitución de importaciones, sin embargo, tener la capacidad para implementar estas ideas, o en otras palabras, conseguir los fondos necesarios, requerirá decisiones muy valientes y riesgosas para el nuevo ejecutivo.
Debemos tomar en cuenta que si bien el golpe se materializó en 2019, no así el proyecto golpista en su totalidad. Entonces... ¿se quedarán sus protagonistas con los brazos cruzados? Esa es la pregunta más importante desde el punto de vista político. Una extrema derecha sin opciones electorales, con grandes intereses económicos, apoyo exterior, y una vocación innata por la violencia, puede dar a futuro unas cuantas sorpresas desagradables. ¿Permitirán los involucrados en el golpe ser llevados ante la justicia? ¿Permitirá Jeanine Añez y su séquito ser procesados por los números casos de corrupción e irregularidades? En este sentido, otro elemento es la crisis institucional que enfrenta el país, con un Tribunal Supremo amañado y fuerzas militares golpistas, con las manos manchadas de sangre, que se mantienen en sus puestos.
A la hora de maniobrar, el MAS, Luis Arce y su equipo de gobierno, tendrán que tomar en cuenta todos estos elementos. Las fórmulas para enfrentarlos son tan conocidas como difíciles, por un lado lograr un liderazgo único y bien definido, y por otro, la unidad y el consenso entre las bases sociales, la izquierda y los sectores progresistas, un asunto históricamente complejo en Bolivia.
Pero los desafíos, no por difíciles, deben ser desalentadores. En todo este panorama hay suficientes razones para ser optimistas o poner una dosis considerable de confianza. El MAS tiene amplio respaldo en una población que ya aprendió el costo de perder lo conquistado. Es una formación política que ha demostrado tener la experiencia y astucia necesaria para maniobrar con éxito, basta recordar que superó un golpe de Estado, evitó ser proscrita y logró mantener a sus candidatos; tiene además una larga experiencia en la gestión de crisis económicas y políticas. En resumen, es la única opción real hoy para devolverle la democracia y la institucionalidad a Bolivia.
Cubadebate