El zorro en el gallinero: certificación y registro de maíz nativo
El registro y certificación de variedades de maíces nativos, que la Secretaría de Agricultura (Sader) presenta como una forma de apoyar a los productores rurales que los cultivan, es en realidad otra vía para discriminar a las y los campesinos que son creadores y cuidadores del maíz nativo. Para peor, puede terminar facilitando la contaminación transgénica del maíz.
Es también una forma de aumentar las variedades en los bancos de germoplasma, que al amparo de leyes de propiedad intelectual sobre semillas, funcionan como muestrario para que las empresas privadas, especialmente las trasnacionales, conozcan y elijan variedades que luego pueden modificar y patentar.
Entre quienes impulsan este tipo de proyectos están el secretario de Agricultura del gobierno saliente, Víctor Villalobos, y su protegida Sol Ortiz, para quien creó un cargo específico como directora de Políticas, prospección y cambio climático en la misma secretaría, cuando tuvo que dejar el cargo que ocupaba en la comisión de bio(in)seguridad durante el sexenio de Peña Nieto. Ver sus nombres como parte de proyectos sobre maíz nativo es como ver al zorro cuidando que las gallinas engorden.
Ambos son personajes conocidos por su promoción y defensa de los cultivos transgénicos. Villalobos desde puestos en secretarías de Agricultura en gobiernos de diversos colores, así como desde instituciones internacionales como el IICA y el CIMMYT, ambas promotoras de la agricultura industrial, agrotóxica, transgénica (https://tinyurl.com/cx95pm4a).
Sol Ortiz fue secretaria ejecutiva de la Cibiogem (Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados) en el gobierno de Peña Nieto. Bajo su mandato se aprobaron decenas de permisos de siembra experimental y/o comercial de cultivos transgénicos, incluso maíz, hasta que fueron detenidos por las extensas protestas de organizaciones campesinas, ambientalistas, sociales, de consumidores, intelectuales, artistas y por una demanda colectiva que obligó a detener la siembra de maíz transgénico desde 2013. Ortiz ha mostrado repetidamente a nivel nacional e internacional que es una acérrima defensora de los transgénicos y de facto, de los intereses de Bayer, Syngenta, Corteva y afines.
El registro y aumento de los acervos de bancos genéticos, mientras elT-MEC demanda que México debe adaptar sus leyes a la versión 1991 del organismo UPOV que regula la propiedad intelectual sobre semillas, es facilitarles justamente, la prospección a las empresas, para que elijan maíces que les servirán para crear nuevos transgénicos.
Al mismo tiempo, la certificación conlleva que habrá ciertas zonas y productores de maíz nativo legalmente reconocidos, lo cual además de dividir las comunidades según quien entre o no al supuesto negocio, es base para definir áreas donde supuestamente no se podría sembrar transgénicos. Eso podría sonar bien, pero es lo contrario: deja todo el resto del país como zona donde sí se pueden sembrar transgénicos, que es lo que las empresas festejaron cuando se aprobó la llamada Ley Federal para el Fomento y Protección del Maíz Nativo (https://tinyurl.com/4tpe5rna).
El maíz es nativo en México, porque es su centro de origen para todo el planeta. No es un tipo o una variedad de maíz que se puede aislar y catalogar, sino una enorme diversidad de maíces, producto del trabajo colectivo de muchas indígenas, campesinas y sus comunidades que desde hace 10 mil años han ido produciendo en un diálogo continuo con las semillas, con otras plantas y cultivos, con los suelos, con los vientos y lluvias, con todo el medio en el que se desarrollan, y con toda la comunidad de la que son parte, con los gustos, necesidades y condiciones de las comunidades que alimentan al maíz que las alimenta. Es un proceso colectivo, dinámico, de enorme riqueza y sofisticación. El maíz nativo no es una semilla solamente, tratarlo así es como decir que una persona es una mano u otra parte aislada de un cuerpo. Como recuerda Ramón Vera Herrera en un artículo importante para entender lo que está pasando, el maíz no es una cosa, es un entramado de relaciones (Ver ¿Quien le teme al maíz mexicano libre de transgénicos? Ojarasca, julio 2024, https://tinyurl.com/49zm9m7c).
Pretender que esa complejidad se puede aislar, clasificar y poner en un banco de genes, como afirman esos proyectos, es una falacia. Se pueden identificar características generales (color, forma, tipos de grano, tiempo de maduración y otras), pero el maíz nativo es mucho más y siempre parte de un proceso dinámico. Mantener sus características dentro de cierto rango en sucesivos periodos de siembra es parte del complejo conocimiento que han desarrollado las y los campesinos en sus territorios y comunidades. Las comunidades campesinas e indígenas que crearon y siguen manteniendo el maíz nativo necesitan que se respeten sus derechos integrales, sus territorios y formas de vida y subsistencia, no que se les gotee selectivamente apoyos parciales decididos por otros, que además, como en este caso, derivan en nuevas amenazas de patentamiento y discriminación. Apoyar al maíz nativo es apoyar a los pueblos del maíz, en sus propias condiciones.
La Jornada