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Mundo, Argentina, Mundo :: 14/12/2024

Enmerdar la cancha, la banana y una 9mm para navidad

José Luis Lanao
El diccionario Macquarie, referencia nacional australiana, ha elegido como palabra del año «enshittification», traducido libremente por «enmerdar»

Al llegar a casa, mi madre me advierte: «no hables de política, por favor. Ha llegado tu cuñado, tengamos la fiesta en paz». Para mi cuñado, cualquier individuo notoriamente ignorante, mentiroso, arrogante, delincuente, sin escrúpulos y multimillonario es un modelo a seguir, alguien en que confiar. Su alienación por Trump le impide ver que su futura presidencia es un acto de supervivencia; la única manera de no acabar en la cárcel, vestido con un mono del color de su pelo y de su maquillaje. «Pero si todo es política mamá», le contesto. «Dejate de hinchar. Habla de Vélez, de fútbol. De que puede ser campeón el domingo. Yo que sé», insistió.

Decidí no hinchar y me puse a reflexionar sobre una banana. No sé ustedes, pero me pregunto cada vez más sobre la magnitud de la estupidez en nuestro tiempo. Días atrás se vendió en Nueva York una banana pegada a la pared con cinta aislante gris por 6,2 millones de dólares. La «obra» se puede ver en internet y es del italiano Maurizio Cattelan. La adquirió un millonario en criptomonedas chino, Justin Sun, que anunció en X, «emocionado», que era el comprador y se la comería días después. Es decir, a estas horas, la banana ya no existe.

Sun no solo compró la “obra” sino también el derecho de reproducirla. Una periodista de The New York Times se puso a escudriñar la noticia y descubrió que la banana se había comprado en un puesto callejero, de un bangladesí llamado Shah Alam, que la vendió por 25 céntimos. Cuando el hombre se enteró del coste que había adquirido su banana en el mercado del «arte» casi se lo llevan a urgencias. Lógico. Cómo se le explica esto a este señor. Resta 25 céntimos a los 6,2 millones y el resultado podría aproximarse a la medida de la estupidez humana. Al parecer, el artista Maurizio Cattelan estuvo dudando entre pegar en la pared una banana o una pelota de fútbol. Nada original. Hace tiempo que este deporte es un adelantado en el arte figurativo y neoabstracto diseñado para millonarios.

Por casa la estupidez también cotiza al alza. Ya podemos dejar en el arbolito de Navidad una 9 milímetros con silenciador para cuando los chicos alcancen la mayoría de edad. Algo que nos «arma» de alivio y de seguridad en esta lucha cotidiana por sobrevivir a Milei.

Pero el fin de año nos regala algo más. Desde hace una década los diccionarios más famosos del mundo eligen lo que llaman «la palabra del año». El diccionario Macquarie, considerado como la referencia nacional australiana, ha elegido la palabra «enshittification», traducido libremente por «enmerdar». La institución galardonó y sintetizó en la palabra lo que muchos pensamos: nos están enmerdando. Algo que se ajusta muy bien a la realidad de nuestro país.

Se enmierda la sanidad, la educación, los servicios públicos, los salarios, y, cómo no, también el fútbol. Un gobierno que ha decidido enmerdar la cancha hasta los codos, en su intento por entregar el fútbol a otras manos: las suyas, no las nuestras. Detalles que distorsionan la fuerza poética y narrativa de un deporte que debiera ser defendido hasta la médula por su carácter histórico, social, popular y colectivo; por su arraigo en nuestra memoria personal: y no ya con nuestra memoria consciente, tan limitada y tan infiel, sino con la otra, más profunda, la que responde a los olores y sabores que el recuerdo involuntario no puede invocar.

* Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial juvenil 1979.
fmamiga909.com.ar

 

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