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Cuba, Cuba :: 14/06/2017

Fernado Martínez Heredia 'in memoriam'

Juan Valdés Paz

Estamos de malas; en pocos días hemos perdido para la cultura y el pensamiento social revolucionario a los buenos de Francois Houtart, [MiguelUrbano Rodrigues], Jorge Ibarra y ahora, a Fernando Martínez Heredia. Sobre la multifacética obra de Fernando otros harán el enorme inventario y sobre su contribución y trascendencia, todos la sentiremos con su ausencia. Esta vez, solo quisiera hablar en voz alta de su larga compañía en mi vida.

Le conocí a mediados de los años sesenta como visitante asiduo del inolvidable Departamento de Filosofía; más tarde, mediando sus gestiones, pasé a formar parte del colectivo del Departamento y con ello me hice un compañero más cercano de Fernando. Desde entonces nos unió una estrecha y díscola amistad, compartimos espacios y cercanías, así como los avatares de la lucha política e ideológica que la revolución trae consigo, permanentemente.

Nuestra amistad me permitió testificar su lucidez, su invariable compromiso y su constante magisterio. Para ello se revistió de los más disimiles perfiles -jurista, filósofo, científico social, escritor, etc.- y se empeñó en los más disimiles ocupaciones –profesor universitario, investigador, director de revista, funcionario, diplomático, promotor cultural, etc.- siempre con la brillantez y la humildad de los sabios que se niegan a reconocerse como tales..

También testifiqué los difíciles momentos en que su trayectoria fue puesta en solfa, de su travesía del desierto en los setenta y los ochenta y finalmente,del tardío pero justo reconocimiento a su obra, su magisterio y su ejemplaridad. Para entonces, en los años noventa, vi con asombro como las nuevas generaciones de jóvenes estudiantes e intelectuales, encontraban en su obra y en su persona, el nexo necesario con un pensamiento revolucionario tan heterodoxo y autóctono como comprometido.

Desde entonces, ha sido un verdadero maestro de generaciones, un incansable difusor de ideas, un intelectual urgido de trasmitir su mensajes a los demás. Hasta su partida, un combatiente de y por la Revolución de “los humildes, por los humildes y para los humildes”.

Recuerdo vívidamente nuestras inagotables discusiones, su casi inalterable tono frente a mi bullanguería, su despiadada memoria de datos y acontecimientos, su firmeza de convicciones y resistencia a las modas intelectuales, su apertura a todas las corrientes de ideas que supusiesen un mayor acervo revolucionario.

Nunca tenemos tiempo para decirle a nuestro amigos cuanto los admiramos; no lo hice a tiempo con Fernando pero quiero confesarlo ahora. Decir que le recordaré siempre, como los demás, y que tampoco me olvidaré de sus enseñanzas.

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