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Asia, Asia, Mundo :: 16/11/2024

'Greenwashing' COP29: El zorro cuidando de las gallinas

climatica.coop
La COP29 abre los brazos al «sector privado»

La azerbaiyana Nigar Arpadarai, alta representante de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en la cumbre de Bakú y fervorosa partidaria de la UE, ensalza el papel de las empresas privadas (es decir, de la industria fósil y de los bancos) en la «transición verde».

Poner al zorro a cuidar del gallinero. Esa es la estrategia que la dirección de la COP29 quiere darle a una cumbre que ha sido promocionada como la «COP de las finanzas». Estas finanzas, en principio, se referían a cómo deben los países repartirse la deuda ocasionada por los impactos del cambio climático, la transición energética y la adaptación al calentamiento global. La premisa es sencilla y se conoce desde hace años: que los que más emiten (los países del norte) paguen más a los países que sufren los peores efectos de estas emisiones (los países del sur). Pero no es esa la idea de la «COP de las finanzas» que tienen sus organizadores. Es algo mucho más fácil, mucho más directo: que el sector privado (un eufemismo para no decir «industria fósil») marque el camino a seguir.

«Cuando hablamos de la transición verde, hablamos de nuevos tipos de economías globales», apuntaba la diputada derechista azerbaiyana Nigar Arpadarai en una entrevista con Euronews. «El papel del sector privado en la acción climática global es absolutamente crucial», sostenía quien ostenta el cargo de alta representante de las Naciones Unidas sobre el cambio climático para la COP29. Arpadarai luce también el título oficial de «campeona de la COP29», una distinción tan rimbombante como incomprensible.

«Esto es tan importante porque el sector privado viene con tecnologías, con innovación, con… con… no sé… Puede influir en el comportamiento de los consumidores. Por eso es tan importante colaborar con el sector privado», aseguraba Arpadai en una declaración bastante discutible.

Esas tecnologías propuestas por el sector privado no surgen espontáneamente por la sola genialidad de sus equipos científicos. Están apoyadas en estudios de universidades que las han investigado durante años gracias a las ayudas que reciben de las administraciones públicas. El mismo sector privado recibe ingentes cantidades de dinero público (amén de generosas exenciones fiscales) para desarrollar sus investigaciones.

Lo que Arpadarai propone es que los responsables económicos de la crisis climática gestionen su solución. Dicho en otras palabras, y para que todo el mundo lo entienda, que la patronal mundial del petróleo participe en la toma de decisiones sobre qué pasos debemos dar para disminuir el calentamiento global. Es el criminal interviniendo en la redacción de su sentencia. Es el mundo al revés. Y eso es exactamente en lo que se han convertido las COP, en un avispero de lobbies de la industria fósil que logra marcar la agenda a los gobiernos.

Hay que reconocer la habilidad del sector privado no sólo para secuestrar estas cumbres y para poner miles de investigaciones científicas realizadas durante los últimos 50 años en el penúltimo lugar (por no decir el último) de la lista de deberes mundiales, sino para que todo gire en torno a ellas (que es lo mismo que decir en torno a sus intereses particulares).

Cuando la campeona Arpadarai –que fue jefa de marketing de una actividad tan sostenible como el Gran Premio de Fórmula 1 de Azerbaiyán entre 2015 y 2020– habla de un sector privado que influye «en el comportamiento de los consumidores» no está, evidentemente, hablando de que así podrán moderar su utilización de los hidrocarburos. Eso sería como ver al dueño de un restaurante diciéndole a los comensales que no coman demasiado ni elijan los platos más caros de la carta porque si no él va a ganar más dinero, y él no ha abierto su negocio para ganar dinero. Sería (es) absurdo. Pero eso es exactamente lo que está pasando.

En realidad, Arpadarai habla, en el mejor de los casos, de aceptar ciegamente el greenwashing: queme usted gasolina de esta empresa que ha puesto una hojita verde en su logo, que acompaña todas sus divisiones con el adjetivo green y que jura –y debe usted creerlo, claro– que ha logrado producir un combustible prácticamente inocuo para el planeta. Ese es el tipo de «comportamiento» que esperamos de usted. Eso en el mejor de los casos. En el peor, Arpadarai trata de traspasar la responsabilidad del calentamiento global a los consumidores, una estrategia ya muy antigua. Precisamente para eso inventó la British Petroleum (BP) el concepto de «huella de carbono». Es el narcotraficante diciéndole al drogadicto «alguien ha sido un niño muy malo» mientras cuenta los billetes.

Las COP son importantes porque con mucho esfuerzo, con mucho trabajo, la comunidad científica, apoyada por una incansable militancia ecologista, siempre consigue rascar alguna mínima concesión a los gobiernos. Tiene mérito lograr eso en medio de la ruidosa fiesta de networking fósil en la que las empresas han convertido este tipo de cumbres. Ahora, el principal objetivo en Bakú es el de conseguir el llamado «Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado» (NCQG, por sus siglas en inglés), o lo que es lo mismo, revaluar la financiación dedicada a paliar la crisis climática y que cada país se rasque el bolsillo en la medida de sus posibilidades. Se trata, básicamente, de un traspaso de dinero entre naciones. Y si circula el dinero, en cualquier modalidad, ahí quiere estar ese sector privado al que Arpadarai abre sus brazos.

No van a dejar escapar una.

 

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