La decepción del Frente Amplio
Las divisiones internas, la degradación ideológica y una desatinada campaña electoral de Daniel Martínez llevaron al señorito Luis Lacalle Pou a la presidencia del Uruguay. Su triunfo fue meramente circunstancial.
En 15 años de gobierno nacional el FA malgastó el crédito que una aguerrida y fiel militancia popular (en muchas ocasiones a costa de su propia vida) le otorgó. El FA deformó tanto y con tanta saña a la izquierda Uruguaya que hoy está casi extinta y si nos asomamos a la actual oposición “oficial” solo encontraremos a charlatanes y retóricos que han vivido del erario público en los últimos años, que han bien comido y bien viajado sin incomodar al capital.
El asado de Tabaré Vázquez con George Bush fue una premonición de lo que vendría: Incompetencia en la administración, procrastinación de la verdad y la justicia, corruptelas en las principales empresas públicas, contaminación sin precedentes en ríos y mantos acuíferos, la modificación de la ley para liberar a los Peirano, las condenas bochornosas a Venezuela, las ocurrencias torpes de Mujica, las tropas de ocupación en Haití, un sinfín de privatizaciones y tercerizaciones ante la pasividad escandalosa del PIT- CNT, el prohibitivo precio de la carne (en un país que se precia de tener más vacas que humanos) y una monstruosa transferencia de recursos públicos a manos privadas (tren de UPM y pasteras) son apenas botones de muestra de la decepción que fue el Frente Amplio.
Del señorito Lacalle Pou y de sus amigos de Punta del este (a quienes el FA regaló el gobierno) la clase trabajadora no puede esperar absolutamente nada. Por el contrario, el ajuste fiscal está a la vista y al parecer nos sorprenderá desorganizados y sin representación partidista y sindical.
Se hace imprescindible entonces la dura tarea por la reconstrucción de la izquierda uruguaya; veremos en los próximos años que tan profundo fue el daño causado por el Gorbachev Vásquez y el Yeltsin Mujica.