La "experiencia" del Mundial en Brasil
Con gastos estimados por el propio Gobierno brasilero en casi 12 mil millones de dólares en obras de construcción o reforma de los estadios y de infraestructura, la Copa del Mundo de la FIFA exige una gran inversión de recursos públicos.
Hace parte del calendario del deporte competitivo a la escala planetaria que se integra en la lógica de un modelo que favorece y prioriza “mega-eventos”, grandes obras de infraestructura y producción de materia prima. Y que prioriza el capital trasnacional y promueve la mercantilización y privatización del espacio público, de la gente y del deporte. Es en ese contexto, dentro de esa lógica, que se da la “experiencia” del Mundial en Brasil, promovida y justificada por las exigencias propias del fútbol de alto nivel internacional y que tendrá consecuencias mucho más allá de los terrenos de juego.
El proceso de preparación de la Copa evidenció y aceleró la violación de derechos humanos en diferentes esferas. Una de ellas, la expulsión forzada de comunidades urbanas en algunas de las 12 ciudades sedes, política que afectó en torno a 250 mil personas, según cálculos de las organizaciones sociales.
Así también, la explotación de los trabajadores y trabajadoras en las obras de construcción o remodelación de los estadios y de nuevas infraestructuras urbanas con trabajos muy pesados y salarios bajos – hasta diciembre 2013 se había contabilizado la muerte de siete trabajadores en esas actividades.
El aumento significativo de la explotación sexual a niños-as y adolescentes en torno a esos grandes trabajos, por ejemplo en la cercanía del Estadio Itaquerão de San Pablo donde se jugará el partido de apertura y donde proxenetas venden los servicios sexuales de niñas de entre 11 y 17 años a los obreros. O en el Estadio Castelão, en Fortaleza, donde según fuentes fiables se han dado casos de prestaciones sexuales de menores a cambio de un plato de comida o de drogas diversas, entre ellas el crack.
Faltan unas pocas semanas para el partido de apertura de la Copa. Entre el 12 de junio y el 13 de julio del 2014, un espacio “protegido” será diseñado en las ciudades sedes, con el objetivo de responder a las exigencias de la élite de la sociedad y del fútbol nacional y mundial.
Para quienes asistan a los partidos dentro de los estadios, el Mundial de la FIFA significará consumo – de las marcas patrocinadoras como la Coca Cola y McDonald’s, etc.-; fiesta; pasión; sentimientos nacionalistas y, sobre todo, privilegios, dados los altos precios de las entradas. Se estima como precio promedio US$159 por partido y hasta US$830 para la final en el sector VIP del estadio. Sin contabilizar la propia especulación y el mercado negro que acompañan siempre este tipo de eventos.
Para lo/as turistas nacionales e internacionales, la “Experiencia del Mundial” ofrecerá espacios urbanos con infraestructura y seguridad pública, “limpios” de la población más vulnerable, libre de crimen, con trabajadores/as a su servicio así como el cuerpo de mujeres y jóvenes a disposición. A un nivel tan significativo que hay actualmente una iniciativa legislativa en el Congreso Nacional tendiente a regular los prostíbulos y sus ganancias monumentales provenientes del turismo sexual previsto durante el Mundial. Todo esto en lugar de promoverse alternativas socioeconómicas a las mujeres en situación de prostitución.
La prostitución como el Campeonato Mundial, pertenecen a un modelo de sociedad construido sobre relaciones de poder económico, raza, género, que trata de legitimarse en Brasil en esta “coyuntura deportiva”. El Mundial se proyecta como un evento deportivo dominado por hombres blancos y de la élite de poder. La mercantilización del deporte coincide con la compra y venta del cuerpo de las mujeres empujadas a la prostitución. En esta concepción, el cuerpo de la mujer es una herramienta más del marketing. Y la pobreza y precariedad social son los motivos principales que llevan a las mujeres y a los y las jóvenes a someterse a situaciones de extrema violencia y dominación.
En sus moldes actuales, el Mundial de la FIFA representa una “experiencia” de inclusión para pocos y exclusión de muchos. Y, por lo tanto, confronta a las organizaciones sociales a grandes desafíos de auto-organización y construcción de alternativas.
Las movilizaciones en las calles durante el campeonato test de la Copa de las Confederaciones en junio pasado muy posiblemente se reproducirán en las sedes durante el próximo Mundial. Con la participación activa de los movimientos y organizaciones sociales con sus banderas a favor de un fútbol inclusivo y de un modelo de sociedad al servicio de todos.