La incertidumbre y la inestabilidad se asientan en Pakistán
Las elecciones previstas para noviembre de 2023 se han celebrado finalmente el pasado día 8. Sin embargo, las dudas, la controversia y el escepticismo se ciernen sobre Pakistán, y parece que, de nuevo, la voluntad popular no será respetada. El gigante asiático afronta una delicada encrucijada.
El posible triunfo del PTI (Pakistán Tehreek-e-Insaf / Movimiento por la Justicia de Pakistán) ha roto todas las previsiones anteriores a la celebración electoral. Y todo ello en una coyuntura más que adversa.
Su líder estaba encarcelado, y recibió una avalancha de condenas en días previos a las elecciones, con buena parte de sus dirigentes y cuadros en prisión o en la clandestinidad. El partido fue privado de su símbolo electoral icónico (bate de criquet), no pudo concurrir como partido político (lo que le impide acceder al reparto de los 70 escaños para minorías y mujeres) y apenas pudo celebrar mítines; su página web fue clausurada. Se le negó la igualdad de condiciones. Todas las instituciones y partidos políticos estaban en su contra por ser el único que no se pliega a las directivas estadounidenses.
Y a pesar de todo es la primera fuerza del Parlamento estatal y ha vencido en dos de los cuatro parlamentos provinciales. Los analistas locales señalan que “el apoyo de los jóvenes, un voto de simpatía hacia el líder encarcelado y el sentimiento de rechazo a las maniobras del establishment” habrían sido claves en esa victoria.
Las maniobras y la mano del todopoderoso establishment (un término para no nombrar por su nombre al ejército) siguen moviendo los hilos. El recuento final de los votos, realizado con nocturnidad y alevosía, ha abierto la puerta a nuevas manipulaciones post-electorales. Dejando dudas sobre la transparencia e imparcialidad del proceso.
El todopoderoso ejército paquistaní sigue controlando el panorama
Un ejército heredero de la práctica colonial británica, y que posteriormente aprovechó la Guerra Fría y el apoyo de EEUU, convirtiéndose finalmente en un estado dentro del estado. Durante mucho tiempo ha venido utilizando el miedo a un posible enfrentamiento con India y el control de la política exterior y doméstica para mantener sus privilegios políticos y materiales.
A día de hoy, es la institución con los mejores recursos económicos del país, con grandes partidas presupuestarias, un conglomerado empresarial y enormes propiedades de tierra. Sin olvidar que sigue recibiendo asistencia económica y militar de EEUU. Por todo ello quiere mantener las enormes partidas presupuestarias y todas sus ventajas y negocios empresariales.
El periodista M. S. Ullah ha descrito la situación de esta manera: “los señores feudales, en colaboración con una burocracia local cómplice, las fuerzas del orden y matones, ejercen una influencia abrumadora sobre la gobernanza local, dejando a los ciudadanos comunes y corrientes vulnerables a sus caprichos y favoritismo, e incluso dictando sus decisiones electorales, sofocando así la independencia y las libertades políticas”.
Pakistán se enfrenta a una compleja serie de desafíos
El panorama económico es desolador, con una inflación y desempleo en auge, y una crisis de capital muy grave, todo ello agravado por las crisis internacionales y las graves inundaciones de 2022. Algunos analistas señalan la necesidad de recurrir a nuevos préstamos, lo que generará una avalancha de medidas de corte neoliberal, que a su vez traerá el enfado de la población.
La inestabilidad política interna, marcada por la polarización política y ante el panorama de la formación de un gobierno de alianzas débil se verá agravada por el aumento de la violencia. En los últimos meses los talibanes paquistaníes (TTP) se han reorganizado, y aprovechando el armamento abandonado por la OTAN en su huida de Afganistán, han lanzado una serie de ataques “de alto perfil”. Y también está la insurgencia baluche (también apoyada por EEUU), que ataca tanto a Pakistán como los intereses iraníes y chinos en la región.
Las relaciones fronterizas tampoco pasan por su mejor momento. La expulsión de miles de emigrantes afganos y la actividad armada del TTP ha provocado fricciones importantes con el vecino Afganistán. Los ataques transfronterizos contra Irán en la frontera occidental han abierto un nuevo foco de preocupación. Mientras que las relaciones en torno a la frontera oriental siguen marcadas por las preocupaciones estratégicas de su histórico adversario, India, que celebra elecciones el próximo mayo.
La apuesta por la formación de una alianza de varios partidos daría al país un gobierno débil, algo que aprovecharía el establishment para seguir controlando las riendas, ya que, en caso de torcerse aún más la situación, podría forzar su disolución y convocar nuevas elecciones. Sin la credibilidad de las elecciones y la legitimidad del gobierno que se forme, difícilmente podrá Pakistán hacer frente a la inestabilidad política, económica y social. Y todo lo que sea regresar a los patrones de gobernanza de las dinastías familiares corruptas generará un mayor malestar social.