La olla podrida de la política
No sorprenden las denuncias de Aída Merlano sobre el modus operandi de las raposas políticas que han secuestrado para sí las instituciones del Estado. Lo novedoso es que ahora está hablando una persona que conoce al monstruo por dentro, que chapaleaba con los caciques regionales, Gerlein y Char, y con el mafioso Álvaro Uribe en la inmundicia de la corrupción, el fraude electoral y la impunidad. Por eso la llaman loca y el presidente Duque a través de su ministra de justicia, Margarita Cabello, busca desacreditarla presentándola como una mujer manipulada por Nicolás Maduro.
Que la querían matar para silenciarla, no cabe duda. Si no la hubiesen capturado las autoridades venezolanas, los políticos corruptos colombianos la habrían asesinado en Maracaibo.
Nada tiene que ver Maduro con la triste realidad de que en nuestro país un alto porcentaje del congreso se ha elegido y se elige comprando votos, como denuncia Merlano. Y no solo ocurre con el congreso; también se elige de manera tramposa y fraudulenta a presidentes, gobernadores y alcaldes.
“Tengo archivos y pruebas de corrupción electoral contra Julio Gerlein, Arturo Char, Iván Duque y Álvaro Uribe”, asegura la exparlamentaria.
El 1 de junio de 2018 el fiscal Martínez, pelele de Vargas Lleras, manifestó, empachado de hipocresía: “hemos descubierto una verdadera empresa, una organización criminal dedicada a comprar votos, con organigramas, manual de funciones, el país va quedar escandalizado”. Llamarada de hojas secas. Nada sucedió. Ocurrió como en el parto de los montes que solo un ratoncillo fue lo que parieron. Solo capturó a Aída Merlano, pero no tocó a los caimanes voraces de la corrupción política.
Si la excongresista fue testigo de la entrega de altas sumas de dinero a la campaña presidencial de Álvaro Uribe, no se entiende que el actual fiscal encargado diga que sus denuncias desde Venezuela, no tienen ninguna validez.
Que el señor Néstor Humberto Martínez saltó del cargo de “superministro” de Juan Manuel Santos a Fiscal General de la Nación para tapar las ollas podridas de la política, y en particular, sus nexos clandestinos con los dineros de Odebrecht, eso lo sabe la gente, hasta en los lugares más remotos. Vivimos en el país más corrupto del mundo y de la más horrorosa impunidad.
“Cuando entregue las pruebas van a caer Duque y Uribe. Duque le está cuidando la espalda a Uribe. Si cae Néstor Humberto Martínez, cae media clase política colombiana” -vaticina Aída Merlano-. Escuchémosla, así la justicia y el cartel de la toga no hagan nada. Al menos sentiremos por dentro el bálsamo de una denuncia cierta y el impulso subjetivo de luchar contra esa vagabundería.
Desde hace muchas décadas el pueblo colombiano está padeciendo el suplicio de los gobiernos corruptos, de los ladrones de la hacienda pública, de los determinadores del paramilitarismo, los falsos positivos y el despojo de tierras; el tormento de gobiernos que para favorecer a los poderosos optan descaradamente por políticas económicas que empobrecen más y más a las mayorías. Ese mal no se puede aguantar otros cien años, no. Es el momento de decir BASTA.
En medio de la protesta y la movilización, que está prendida como una mecha, que es la fuerza del pueblo en las calles, es imperativo pensar en un nuevo gobierno alternativo, que conformado por mujeres y hombres honestos, se ocupen de la solución a los graves problemas económicos y sociales que no nos dejan levantar cabeza, y de combatir resueltamente la corrupción y la impunidad. El futuro de paz y justicia social que soñamos los colombianos tenemos que labrarlo nosotros mismos. Propiciemos espacios para el encuentro de las conciencias. Necesitamos unirnos como movimiento social y político, si queremos configurar la potencia transformadora, la potencia del cambio.
No más corruptos, no más defraudadores.