La resaca postelectoral en Bangladesh
La primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, ha logrado su cuarto mandato consecutivo en unas elecciones controvertidas. Los retos internos y externos que le esperan en ese período, y la postura que adopte la oposición condicionarán el futuro inmediato de este país del sur de Asia.
Algunas noticias previas a las elecciones apuntaban a un ambiente cargado de violencia, bloqueos, enfrentamientos y muertos en las calles. La postura del Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP) llamando al boicot, y las tensiones partidarias apuntaban también en esa dirección. Sin embargo, a pesar de la baja participación, en torno al 40%, la jornada transcurrió mucho mejor de lo que se temía en un primer momento. La Liga Awami (AL) de Hasina ha logrado la mayoría absoluta de los escaños, lo que en un principio le permitirá iniciar la legislatura en busca de implementar su agenda post electoral.
Durante su mandato, Hasina ha logrado un sólido crecimiento económico, en buena parte gracias a la industria textil, han mejorado los datos en salud y educación o se han construido importantes infraestructuras vitales. Al mismo tiempo, ha combatido con firmeza la aparición de grupos armados jihadistas, y en el ámbito internacional ha sabido dirigir una agenda multivectorial. Para ello, es cierto, no ha dudado en aprovechar su popularidad, el legado de su padre y la sólida maquinaria de su partido, mientras controlaba buena parte de los aparatos estatales y sometía a la oposición a un férreo control y realizaba alianzas y maniobras electorales para debilitar y dividir aún más a la oposición.
Durante los meses previos a las elecciones otros factores han podido poner en entredicho los citados logros. La crisis económica relacionada con la pandemia y el conflicto en Ucrania han golpeado al país, y una serie de medidas erróneas en materia fiscal, monetaria y comercial han agravado la situación. A ello, se le han sumado las protestas de las clases trabajadoras, sobre todo del sector textil, exigiendo la mejora de sus salarios.
Además, no podemos olvidar el papel de EEUU, que en estos meses ha acelerado una política de presión y sanciones contra el gobierno de Hasina, lo que para algunos es una muestra del apoyo de Washington a la oposición.
Una agenda equilibrada en clave internacional ha permitido al gobierno bandear estas presiones. Mientras que EEUU presionaba, Rusia y China condenaban la “intromisión” norteamericana, e India, aliado tradicional de la AL, apuntaba que las elecciones eran una “asunto interno”. No parece que la política externa vaya a cambiar. Si por un lado intenta evitar la dependencia exterior de una sola potencia, “amistad para todos, malicia para nadie”, al mismo tiempo protegerá los intereses nacionales del país. Su objetivo en esa materia es promover la estabilidad regional, la coexistencia pacífica y la asociación multilateral, abordando los desafíos a través de la diplomacia.
El reto político de la oposición se irá despejando en las próximas semanas, de todas formas, aquellos que esperaban un cambio significativo tras las elecciones, de momento, no parece que lo conseguirán. La oposición política puede seguir en apuros, el BNP de centroderecha no se ha recuperado de sus reveses anteriores, el partido Jatiya (JP), tiene una representación escasa en el parlamento (11 escaños, frente a 222 de la AL).
La izquierda de Bangladesh ha logrado 2 escaños (1 el Bangladesh Kalyan Party, y 1 el Partido de los Trabajadores de Bangladesh). A pesar de su historia y su papel en la liberación e independencia del país, las formaciones de izquierda han llegado a un papel casi irrelevante por diferentes factores. La política de entrismo en formaciones más grandes ha erosionado el poder de los partidos de izquierda, además, la imagen de fuerzas “elitistas y ateas” le suponen un obstáculo para abrir nuevos frentes y adhesiones en grandes zonas del país; los problemas organizativos, unidos a las limitaciones de las movilizaciones y las luchas internas y personales,
Una parte de la izquierda se unió a la “Mohajote” o “gran alianza” con la AL en 2008, por lo que en determinados sectores es vista como parte de las políticas del gobierno. El intento de articular una agenda en torno a la degradación ambiental y el cambio climático no ha sido suficiente para enganchar a sectores jóvenes, que asumen cada vez más prácticas conservadoras y consumistas. Como apunta un analista local, “la falta de enfoque en la construcción de una alternativa para el pueblo, la rendición de algunos líderes a favor de alianzas con las derechas y la presión de la ola de pensamiento neoliberal, han tenido efectos devastadores para el ascenso de una alternativa de izquierdas en Bangladesh”.
La resaca de las elecciones deja algunas incertidumbres a medio plazo. Habrá que seguir de cerca si el malestar social y las tensiones políticas se siguen manteniendo, ya que abriría la puerta a un escenario donde la crisis económica puede acelerarse, las presiones o apoyos internacionales aumentar y el papel de la oposición recuperarse. La AL es consiente que para mantener su poder y su rumbo es necesaria la estabilidad, clave también para el desarrollo económico. Finalmente, la capacidad del nuevo gobierno para surfear sobre las aguas revueltas de la política internacional será clave para la supervivencia del nuevo gobierno.
Bangladesh tiene ante sí unos años de competencia política muy polarizada, y puede que violenta en ocasiones, lo que puede abrir un peligroso escenario donde fuerzas islamistas violentas o potencias internacionales aprovechen la coyuntura para sacar réditos a sus propias agendas de intereses.