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Europa :: 31/05/2017

La 'Sinfonía Pastoral' de Gide

Miguel Urbano Rodrigues
Uno de los últimos textos escritos por el gran revolucionario y gran escritor portugués Miguel Urbano Rodrigues, antes de fallecer este sábado

Publicamos hoy un texto que Miguel Urbano envió hace menos de una semana. Son notas de lectura de una obra de André Gide. Como en todo lo que escribía, estas notas son un pretexto para ir más lejos. Una de las más notables cualidades que poseía, y que lo distinguía como marxista, era la profunda comprensión del caracter histórico de las cosas humanas. Y de descubrir en todas ellas el movimiento de la historia.

Traducido por La Haine

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No recuerdo si había leído 'La Symphonie Pastorale'* de André Gide (1869/1952). No olvido que vi la película, con Michèle Morgan y Pierre Blanchard, pero del libro no tengo certeza.

Acabo de leerlo, con la sensación de que casi todo es desconocido. Escrito en primera persona, es mucho más que una narrativa.

La crítica coincidió en ver en el libro una de las obras más importantes de Gide, diferente de todas las otras.

Escribe maravillosamente. Trabajada por Gide, la lengua francesa es una inagotable fuente de belleza.

En su 'Sinfonía Pastoral' el tema es el choque entre la moral puritana y los sentimientos contradictorios que ella desencadena. El conflicto tiene como personajes un austero pastor protestante y una joven ciega que él educa en el culto a la belleza y a la virtud, ocultándole la existencia del pecado. El libro empuja al descubrimiento del autor.

EL HOMBRE Y EL ESCRITOR

André Gide tuvo una vida tempestuosa. Nacido en una familia de la gran burguesía, nunca enfrentó dificultades financieras, lo que le permitió desde la juventud viajar por Europa y por el norte de África. Fundador de la editora Gallimard y de la Nouvelle Revue Française, fue un mal estudiante en grandes escuelas, pero comenzó a escribir siendo adolescente, tan pronto como leía los clásicos de las grandes literaturas europeas.

Marcado por un misticismo panteísta, dudó a lo largo de su vida, no sin amargura, entre el rechazo a Dios y el apelo a lo divino.

Pronto se rebeló contra el moralismo que dominó la sociedad francesa hasta finales del siglo XIX. Sintiéndose diferente, fue uno de los primeros escritores franceses en asumir en su obra la homosexualidad. En un libro famoso, 'Corydon', escandalizó a la clase dominante por la vehemencia con que denunció la homofobia e hizo la apología de una libertad sexual irrestricta.

Paradójicamente, su homosexualidad, pública no le impidió amar apasionadamente a la mujer con la que se casó, aunque nunca hubieran tenido relaciones sexuales.

Las contradicciones dolorosas de su personalidad se transparentan en la inconstancia de sus posiciones políticas. Solidario con Zola en el caso Dreyfus, se pasó rápidamente al campo opuesto y escribió textos anti semitas. De la proximidad con la derecha francesa saltó a la defensa de la Revolución Rusa de Octubre. Pero fue brevísima esa fase. Al regresar de un viaje a la Unión Soviética, donde fue recibido con atenciones especiales, escribió dos libros anticomunistas, festejados por la ultraderecha maurrasiana.

Esas metamorfosis permiten comprender la facilidad con que construyó grandes amistades con escritores de su tiempo para después romperlas. Una de las pocas que le acompañó siempre fue la que lo ligó a Roger Martin du Gard, como él Premio Nobel de Literatura, pero con opciones políticas antagónicas.

La fascinación que la religión ejerció sobre él desde la infancia, no impidió al Vaticano incluir su obra, por inmoral, en el Índex de los libros prohibidos por la Santa Sede.

GIDE Y LA SINFONÍA

Las dudas, angustias y contradicciones de Gide se transparentan en la 'Sinfonía Pastoral', obra que escribió lentamente, publicada cuando ya había pasado los 50 años. Gide afirmó que el libro no es un romance. y no lo es. Pero no le definió el género literario.

Es la historia de una chica ciega que el clérigo (el narrador) encontró en la casa de una señora que apareció muerta en una aldea inmunda perdida en un valle de los Alpes suizos.

Era una adolescente de unos 15 años, ciega, andrajosa, un ser sub-humano, animalesco. Ni siquiera hablaba porque la tia, sordomuda, no se podía comunicar con ella.

El pastor, por piedad cristiana, la trajo a la casa donde vivía con su mujer y cinco hijos. Gertrude fue el nombre que le atribuyó por desconocer el real.

La recuperación de aquel ser, que gruñía como un animal, parecía tarea imposible. Pero funcionó gracias a un método innovador sugerido por un médico amigo.

Fue un proceso lento en que el pastor se empeñó con entusiasmo, desaprobado por su mujer, que lo acusó de nunca haber prestado tanta atención a sus hijos.

Fue a partir de diálogos sobre los colores, la belleza de las aves, de las flores y de la naturaleza que el pastor despertó a Gertrude a la vida.

Inteligente, bella, la joven sintió un deslumbramiento cuando él la llevó a un concierto en que escuchó la Sinfonía Pastoral de Beethoven. Gertrude quiso saber si la naturaleza era tan bella como la imaginaba a partir de la música genial de Beethoven.

Al sorprender un día a Jacques, el primogénito, junto a Gertrude, ayudándola a pulsar las teclas del piano, el padre tuvo una reacción explosiva. El hijo le dijo que amaba Gertrude y pretendía casarse con ella.

El pastor obligó a Jacques a irse de la casa y renunciar a Gertrude y tomó conciencia por primera vez de que la amaba.

El desenlace surge sorprendente, rozando la tragedia.

Gertrude recupera la visión después de una cirugía compleja. Pero el descubrimiento del mundo real no le trae la felicidad que ella esperaba. Le quita la que, cuando ciega, había alcanzado.

Ella admitió que amaba al pastor; pero al ver a Jacques sintió que era a él a quien amaba. En el hijo vio el rostro que ella imaginara ser el del padre.

Gertrude y Jacques renuncian al protestantismo. Esa opción envuelve la condenación de la austeridad farisaica del pastor.

Él va a un convento; ella intenta suicidarse y muere semiloca.

La historia sería banal, pero el talento de Gide hace de ella un poema dramático, marcado por la influencia de Hegel y Rousseau. De su mano, el lector se sumerge en una reflexión sobre las fronteras entre el bien y el mal, la virtud y el pecado.

*André Gide, La Symphonie Pastorale, Editions Gallimard, 149 pgs, Paris, 1925
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Vila Nova de Gaia, Maio de 2017
www.odiario.info

 

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