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Argentina :: 08/09/2008

Las niñas de Salem

Quebracho
Sobre la revuelta de Castelar y las acusaciones del gobierno

No es la primera vez que el lenguaraz ministro de justicia de la Argentina se lanza con una catarata de acusaciones e imputaciones alevosas que nunca sostiene con elementos probatorios contundentes.
No es la primera vez que los escribas del régimen omiten reclamarle las pruebas y, peor, se lanzan a reproducir como verdad la versión oficial de determinado hecho.
Probablemente resulte un esfuerzo intelectual que no debemos exigirle a los amanuenses profesionales por tortuoso. Probablemente, el ejercicio intelectual de comprender la situación política, de intentar arriesgar un análisis despojado de prejuicios, de animarse a pensar y escribir lo que a ojos vista es evidente, resulte no sólo tortuoso sino titánico.
De pronto es más fácil reproducir que “hubo un sabotaje”, que la razón por la que un tren se detuvo fue un sabotaje, a diferencia de todos los días anteriores y posteriores donde los trenes se detienen porque…no sabemos por qué. Claro, hablan de un sabotaje de sectores populares, no se trata de una evaluación metafórica de la malversación que los hermanos Cirigliano hacen de su prestación de TBA.
Todos comprenden, comprendemos, que las condiciones a las que se somete al pueblo trabajador usuario del transporte ferroviario son realmente denigrantes y humillantes que alimentan razonablemente indignación y bronca, un cóctel que se presta, dicen, de “caldo de cultivo” para cualquier “agitador”.
Un “agitador” puede ser, por ejemplo, un pobre tipo que cuando advierte que se detiene el tren y nuevamente llegará tarde al obrador, y nuevamente haberse levantado a las cuatro de la mañana, tomarse dos micros para llegar a la estación de trenes y luego el tren para llegar a su trabajo, y promediando las siete de la mañana sigue a la altura de Castelar, y no llegará a horario, ese pobre tipo es, seguramente, el “agitador” investido como tal desde el momento en que se animó a gritar la primera puteada atravesada, a golpear sus puños vacíos contra el asiento de lata, a tratar de exorcizar su impotencia con rezongos, puteadas, golpes a la pared, al asiento, y de pronto, cuando mágicamente otro pobre tipo con una historia parecida lo acompaña, y más allá otro, y una mujer y otra y unos pibes (tan pasibles de ser estigmatizados por su estética y por su edad); ahí el “agitador” consumando su obra.
Explica el ministro, aquel ministro que dio la triste y lamentable versión el 26 de junio de que a Kosteki y Santillán los habían matado los mismos piqueteros; el mismo ministro que hace mes y medio denunció el secuestro de una camioneta repleta de bombas molotov que daba el argumento para la represión de Plaza de Mayo, una camioneta que nunca se mostró ni aparece en la causa judicial ni en ningún lado porque no existió más que en la perversa imaginación de este ministro; explica el ministro que “se ven claramente” jóvenes con baldes de nafta (sic) y relata que había bengalas y aerosoles.
Detalla el ministro estigmatizando como criminal a un delegado sindical docente que este hombre se sacó su propio buzo de abrigo, lo embebió en combustible y así inició el incendio de la formación. Se anima y cuenta que “hay imágenes” que dan cuenta de esto.
Nada de eso aparecerá nunca, nada de eso jamás será expuesto porque son mentiras.
Ahí, como las niñas de Salem, se lanzan los amanuenses a inferencias sobre bengalas, aerosoles y bidones o baldes. Pero lo curioso es que ninguna imagen muestra ni bidones, ni baldes, ni aerosoles ni bengalas. Pero ellos se convencen que las vieron. Y ahí reproducen los argumentos que le permiten al ministro sostener su caza de brujas, como en Salem, igual que en Salem.
Detalla el hombre que llevó a la quiebra a la municipalidad de Quilmes cuando fue intendente de dicha localidad, que “hay pruebas” de que el Partido Obrero, el eme-ese-te, el proyecto Sur de Pino Solanas y, obviamente, Quebracho, fueron los responsables de lo sucedido.
No puede entenderse de otro modo que como una “caza de brujas” semejante imputación. Quienes conocen los postulados y las prácticas de las organizaciones involucradas lo pueden ver con claridad.
Lo grave y peligroso de todo esto es que más que una bravuconada a las que tan acostumbrados nos tiene el jefe de la policía y ministro de justicia Fernández, esto se trata del discurso legitimador y fundante de una nueva etapa de sustentación del gobierno, donde pretenden sostener su endeble gobernabilidad a expensas de la represión a las organizaciones populares.
Hay hoy en Argentina treinta y ocho presos políticos, seis de ellos patriotas paraguayos (hoy en huelga de hambre) que vinieron a pedir refugio político y ya llevan dos años y cuatro meses de prisión en las cárceles kirchneristas. Veintitres de ellos humildes inquilinos de los hoteles de San Telmo reprimidos para garantizar los negocios inmobiliarios.
Finalmente, para las niñas de Salem, esos que repiten, que dan crédito y que reproducen las alevosías del ministro Fernández, probablemente con la simple deserción de una de ellas la verdad irrumpa y desmorone toda la farsa. Sólo hace falta que alguien de los que construyen el discurso social se anime a decir que no vió lo que no vió, ni bengalas, ni aerosoles, ni bidones, ni a una vecina conversando en las noches de luna llena con un demonio.
Seguramente los hermanos Cirigliano, el secretario Jaime y el superministro De Vido, lejos de apesadumbrarse con lo que pasó en la revuelta de Castelar, deben estar frotándose frenéticamente sus manos pensando en los millones que en concepto de subsidios para reparar los daños recibirán.

 

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