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Mundo, Mundo :: 23/07/2019

Libro de activistas internacionalistas sobre Nicaragua

Agustín Velloso
Los días 15 y 16 de abril los ministros de inmigración de los países que conforman la Unión Europea se reúnen en Zaragoza para hablar de inmigración.

El pasado 15 de julio de 2018 salió al público hispanohablante en varios formatos la obra de Alliance for Global Justice coordinada y escrita por un grupo de activistas internacionalistas* de diferentes países sobre el frustrado golpe de Estado en Nicaragua en 2018: Nicaragua 2018: ¿levantamiento popular o golpe de Estado? Esta obra es gemela de la versión en inglés, Live from Nicaragua: Uprising or Coup?

Ésta ha sido ya reseñada por el autor latinoamericano Roger Stoll, activista de la Task Force on the Americas, una organización de derechos humanos anti-imperialista que cuenta con 30 años de historia.

Como Roger ha diseccionado en qué consiste la aportación de los capítulos que componen el libro publicado, voy a introducir éste brevemente y me voy a detener en comentar las enseñanzas que los hechos acontecidos el año pasado en Nicaragua han dejado a los internacionalistas, izquierdistas y solidarios en general.

El libro está escrito por activistas que viven, han vivido o conocen muy bien Nicaragua, no es una obra de un partido pro gubernamental o anti gubernamental.

Su fin es contrarrestar la versión de los hechos dada por parte de los que intentaron el golpe de Estado en 2018, es decir, unas fuerzas internas y extranjeras, coordinadas en algún grado, pero sin base popular, sin haber publicado previamente un programa político y sin haber sido votadas anteriormente.

Cada una con sus intereses particulares y su propia agenda estas fuerzas se aliaron para derribar al gobierno sandinista, en cuyo historial figura haber sido elegido democráticamente en varias ocasiones en el pasado y haber mejorado la situación económica y social del país, en particular de la población más humilde.

El valor correspondiente al Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas en 2017 es 0.658, lo que coloca al país en el grupo de desarrollo humano medio, en el puesto 124 de 189 países y territorios. Entre 1990 y 2017 ese valor en Nicaragua ascendió desde 0.489 a 0.658, es decir, un incremento del 34.5 por ciento.

La primera enseñanza para un izquierdista es que la vigilancia sobre el imperio tiene que ser constante. Éste no descansa, no olvida, no perdona, no pierde oportunidad y no tiene piedad.

Esto por supuesto es sabido y no ha caído en el olvido; resulta que la solidaridad antiimperialista no está en su mejor momento, más bien es lo contrario. Se puede decir incluso –a riesgo de ser exagerado- que hoy su fuerza es inversamente proporcional al peligro que tiene el imperio.

También es cierto que el pueblo en general no está alerta y en muchos casos está desinformado, eso cuando no carece de conciencia política. Pero esto es un asunto a tratar en otro lugar.

La segunda es que la izquierda internacional ha vuelto a rasgarse como una hoja de papel en Nicaragua como se rasgó hace años con las primaveras árabes y antes con Yugoslavia, etc., etc.

¿Cómo puede ser que después de miles de textos de wikileaks y sobre todo de haber sido testigos del inmenso destrozo y las enormes matanzas realizados por EEUU y sus compinches durante años, en un país tras otro, de la violación de la Carta de la ONU, del engaño y el cinismo primero, ¡incluso de las lágrimas de cocodrilo! después por parte de criminales de guerra y contra la humanidad como los del trío de las Azores, sus cómplices en los parlamentos de los países ‘democráticos’ en Europa, la ineptitud de la ONU y la pasividad, cobardía o resignación –salvo las minoritarias excepciones- de la población mundial, las izquierdas se pongan a luchar entre ellas en vez de hacerlo al unísono contra el imperio y a favor de las víctimas?

A propósito de esto, la tercera lección es que de EEUU –y los que le acompañan- no puede esperarse nada bueno, ni remotamente ni por equivocación, ni siquiera por azar.

Por tanto lo primero es ponerse al lado de la víctima, no del agresor, aunque éste aparezca disfrazado de garante de la ley internacional, agente humanitario, paladín de la democracia, azote de despiadados gobernantes y juez de todo el mundo menos de sí mismo.

La izquierda que en vez de alistarse la primera para apoyar la resistencia contra el imperio, se dedica en su lugar a criticar a los representantes del pueblo que está en el trance de ser atacado por aquél, comete el mayor error que puede cometer.

El objetivo del izquierdista no es otro que defender a la víctima del imperio. Son los propios ciudadanos, los opositores, los perjudicados, los oprimidos si se da el caso, los que están en su derecho de criticar, denunciar y quitar de en medio a su gobierno. Ya sabrán ellos cómo y a quién llamar en su ayuda si les hace falta.

Los autores del libro, afortunadamente, sí han hecho el trabajo que se espera de ellos: poner ante la opinión pública en inglés y español una versión que desmiente la que los medios nacionales e internacionales, los ‘testigos’, representantes de organizaciones no gubernamentales (ONGs) en Nicaragua, la iglesia católica, los gobiernos y las organizaciones regionales e internacionales aliados de EEUU han estado publicando a la par que se desarrollaba el golpe de Estado.

El fin es obvio, apoyar todas las acciones llevadas a cabo por los participantes en el golpe. Por eso hay periodistas, empresarios, obispos, diplomáticos, políticos, financiadores y junto a ellos delincuentes, ladrones, asesinos, agitadores, vividores, violadores, sádicos, oportunistas y lumpen-proletariado. Por eso escribí que había intereses y agendas diferentes.

Cuando hombres armados no apuntan sus armas directamente contra la sede del gobierno, sino contra los ciudadanos corrientes que cruzan una barrera (tranque) para obtener un botín despojándoles de sus bienes; cuando los curas dejan de lado a las víctimas, pero acogen y animan a los vividores que las agreden y expolian; cuando los financiadores entregan armas y dinero a agitadores para que quemen a su paso por las ciudades viviendas, coches, en general bienes particulares y del ayuntamiento y el Estado; cuando en las universidades aparecen infiltrados oportunistas para sembrar el miedo entre los jóvenes; cuando psicópatas se dedican a violar mujeres, torturar y quemar vivos a seres humanos mientras los filman, ni siquiera hace falta ser izquierdista para entender que esto no forma parte de lo que es una lucha contra un dictador, como defienden el imperio y sus aliados dentro y fuera de Nicaragua.

Esto es en esencia lo que hace el equipo editorial, cada uno con su aportación personal y todos con el mismo objetivo: demostrar que en Nicaragua no ha habido ningún movimiento popular de resistencia, ni social ni política, sino un intento de golpe de Estado que ha fracasado cuando el pueblo ha comprendido que la gente que cometía esos crímenes no defendía en absoluto los intereses de los nicaragüenses.

Además de cumplir ese objetivo hay que confiar en que los izquierdistas de todo el mundo hayan aprendido esa vez para siempre la lección dada por los autores con el caso de Nicaragua.

 

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