Los retos de Indonesia bajo la presidencia de Prabowo Subianto
El pasado 14 de febrero más de 204 millones de personas estaban llamadas a elegir al presidente, vicepresidente y a más de 20000 representantes parlamentarios e institucionales (nacionales, provinciales y de distrito), más de la mitad menores de cuarenta años. En la carrera presidencial el antiguo militar Prabowo Subianto se hizo con la victoria, al lograr más del sesenta por ciento de los votos.
Tras esa victoria contundente, y a la espera de los datos oficiales, ese triunfo abre la puerta presidencial, tras tres derrotas anteriores, a este antiguo militar, ex yerno del dictador Suharto, y con un oscuro pasado de violaciones de DDHH cuando era comandante del ejército.
Una suma de factores han sido claves para interpretar esta victoria. En primer lugar, hay que reconocer la capacidad de Prabowo para “reinventarse” durante las semanas previas a las elecciones. Ha sabido conjugar un rostro amable, cercano a la juventud a través de su presencia en las redes sociales, configurándole una imagen de gemoy, “tierno abuelo”, frente a su oscuro pasado. Además, buena parte del electorado más joven no guarda en su memoria las terribles acusaciones que pesan sobre él.
En segundo lugar, el apoyo no oficial del actual presidente Joko Widodo “Jokowi”, quien, a pesar de no mostrar públicamente su postura, dejó ésta bastante clara cuando logró que su hijo mayor fuera el candidato a vicepresidente en la candidatura de Prabowo. La popularidad de Jokowi ha sido fundamental para el resultado, así como para solventar los impedimentos oficiales de la candidatura, ya que la aplicación de la ley indonesia no hubiera permitido la participación del hijo de Jokowi, quien finalmente pudo concurrir gracias a una sentencia del Tribunal Constitucional, cuyo presidente es tío del candidato a vicepresidente y fue nombrado por el propio Jokowi.
El tercer factor es que el apoyo a Prabowo se puede interpretar como una apuesta por la continuidad del populismo de las políticas del actual presidente, confirmando de facto su presencia con la candidatura de su hijo en la fórmula ganadora.
Las maniobras y los retos del nuevo escenario. Será en octubre cuando Prabowo tome posesión oficial de su presidencia, y hasta entonces muchos análisis apuntan a la apertura de un período marcado por las maniobras de los diferentes actores indonesios. La élite política y empresarial buscarán apuntalar los cimientos del nuevo escenario y asegurarse un papel en el mismo. Probablemente Jokowi aprovechará su alianza para seguir manteniendo un papel importante en el futuro, mientras que la oligarquía local y cargos institucionales buscarán hacerse con puestos y prebendas ventajosas para sus intereses.
En clave interna, el nuevo presidente deberá también hacer frente a las demandas de buena parte de la población que le ha apoyado. Una realidad que presenta bienes básicos inasequibles, falta de oportunidad de empleo, altas tasas de pobreza, y unos deficientes y costosos servicios de salud y educación.
Las implicaciones en política exterior también tendrán su protagonismo. Indonesia tiene un papel geopolítico crucial en el Indo Pacífico, y su importancia geoestratégica le puede dar cierta tranquilidad de maniobra, consciente de la necesidad de los actores externos hacia el país. Por todo ello, es probable que siga aumentando la relación con China, al tiempo que se mantienen los fuertes lazos con EEUU y sus aliados occidentales. No es probable por tanto que abandone su postura de no alineamiento.
Las incógnitas que asoman en el nuevo escenario. A pesar de que muchos analistas sostienen que las cosas no cambiarán mucho en Indonesia, todavía son bastantes los imponderables. Uno de los riesgos más evidentes es la posibilidad de que se acentúe la regresión democrática ya iniciada en la última parte del mandato de Jokowi, ya que con el nuevo presidente se puede abrir la puerta a un desmantelamiento de las estructuras democráticas de las últimas décadas.
Para ello será importante saber qué personalidad de Prabowo prevalecerá. Si apuesta por su postura de abuelo cariñoso utilizada durante la campaña o si asoma su postura orgullosa de su pasado de estilo militar partidaria de una especie de “Nuevo Orden 2.0”, en referencia a la era de la criminal dictadura de Suharto. Si apuesta por esto último, no es probable que lo haga de forma inmediata, sería una maniobra de implementación gradual.
De todas formas, no conviene olvidar que además de su pasado de abusos contra los DDHH, Prabowo es “inteligente, buen estratega y a menudo pragmático, como lo demuestra su alianza con Jokowi”.
Y en esa ecuación final conviene seguir de cerca la cohabitación entre el nuevo y el anterior presidente. La puerta a un desgaste democrático puede estar entreabierta en Indonesia, y ello aumentaría la posibilidad de un camino hacia una autocracia en el cuarto estado más poblado y la tercera “democracia” del mundo. Lo que también es evidente es que su oscuro pasado no pesará a la hora de afrontar sus relaciones con Occidente, quienes ya han trabajado con él durante su periodo como ministro de Defensa con Jokowi.