Los sueños frustrados del ex-guerrillero Pablo Catatumbo
Con este título y calificándolo como un “destape”, el portal las 2 Orillas.co publicó el 7 de octubre una intervención del otrora alto dirigente y miembro del secretariado de las Farc- EP, Pablo Catatumbo, ahora Senador nombrado según el pacto de paz Santos Timochenko firmado hace 5 años. (Ver https://www.las2orillas.co/el-sueno-frustrado-de-la-paz-por-pablo-catatumbo/)
Debo decir que durante todo este quinquenio estuve atento a las opiniones, gestos y abrazos de paz, visajes mediáticos, etc, del Senador, quien al parecer conserva su nombre de guerra. Y sí es verdad que es un escrito de destape coherente y suficientemente largo como para seguir el movimiento de su pensamiento del que nos había privado tanto tiempo.
Lo primero que recuerda el escrito del Senador es aquella sentencia del profeta Marx, de que “el Hombre (genérico) piensa como vive y no vive como piensa”. Una cosa se decía viviendo en “el monte y en los campamentos guerrilleros” explicándoles a las tropas de base los conceptos de oligarquía pérfida y violenta, imperialismo, explotación capitalista, capital financiero, etc, sacados de los manuales de Nikitín, y cosa muy distinta, desde una oficina de Senador de la república y con la terminología adquirida en los cocteles “para aclimatar la paz”, en medio de la neblina y la euforia que produce un buen Whisky hablar de “elites” y explicar los conceptos dominantes de “modelos económicos sociales y políticos basados en la exclusión y el autoritarismo impuestos de manera brutal a lo largo de la historia de Colombia.
También, y el mismo Senador lo menciona, una cosa son los “sueños” (incluido el sueño que comparto con él de una Paz Completa para nuestro atormentado país) y otra cosa la resaca que produce la realidad real. La de afuera. La objetiva, que cada día que pasa confirma aún más otra sentencia de Marx: las Fuerzas Productivas (incluido el capital financiero procedente del lavado de dinero producido por la exportación de cocaína) se desarrollan vertiginosamente y van más rápido que las varias superestructuras existentes en la sociedad, incluida la superestructura de la Paz contenida en el Pacto Santos-Timochenko, y por eso, han hecho todo lo posible por destruirlo.
¡Ay de los 588 colombianos de la “elite” desenmascarados en los Papeles de Pandora con su relación estructural como parte esencial del Bloque de Poder Contrainsurgente BPCi y su ideología de la Contrainsurgencia establecida en Colombia inicialmente en las dictaduras conservadoras de Mariano, Laureano y Gurropin (este último creador de la base Contrainsurgente Tolemaida y ejecutor del guerrillero Liberal Guadalupe Salcedo en 1957, amnistiado años antes, y mencionado por el Senador).
Ideología de la Contrainsurgencia que bien puede ser también una doctrina geoestratégica, o una escuela económica, o mejor, un instrumento judicial, o un programa político-militar de exterminio local (como los mencionados por el Senador en su escrito), que fuera adoptado en 1960 por el Estado Plebiscitario creado por del pacto bipartidista de Sitges 1957, por el primer presidente de dicho Estado, Lleras Camargo, después de las recomendaciones secretas que le dejara la misión militar del general US Army Yarborough para conformar grupos Paramilitares.
Los sueños, sueños son, decía el conocidísimo clásico español. Pero son, según el neurocientífico Sigmund Freud, cosa o materia del inconsciente muy diferente de la engañosa ingenuidad deliberada, premeditada y razonada.
Hay abundante evidencia histórica, sociológica y hasta económica factual, así como multitud de experiencias prácticas que contradicen tajantemente una de las afirmaciones más importantes del Senador en su escrito, que borran de tajo 40 cuarenta años de su vida como combatiente fariano, iniciada según su propio relato en 1973, cuando el narcotráfico no existía y apenas se insinuaba con la maracachafa narrada por el periodista Juan Gossaín:
“El asunto que voy a tratar, a modo de ejemplo, constituye hoy nuestra peor tragedia como nación y es causante de la mayoría de nuestros males: el narcotráfico”.
Una afirmación que causa desasosiego viniendo de quien viene. Una persona que sufrió en carne propia los efectos de aquella ficción diabólica del narcoterrorismo creada por Mr. Lewis Tambs, en la década de los 80 cuando era el embajador del recordado presidente de los EEUU Ronald Reagan, y con la cual ese país inició la famosa War on Drugs o guerra contra las drogas, como un instrumento geoestratégico primordial de la Contrainsurgencia, para rencauzar y dominar el sistema de control social en América Latina. El periodista e historiador argentino Gregorio Selser la llamó narcopolítica. Unos pocos años más tarde otro halcón, Elliot Abrams, desde Washington afeaba aún más la ficción diabólica, creando los narcoterroristas, argumento con el cual la confrontación se escaló y degradó a niveles inimaginables de maldad.
Política geoestratégica y Contrainsurgente continuada en 1998 por el Plan Colombia, promocionado como plan antinarcóticos pero en realidad un plan Contrainsurgente para hacer una reingeniería al Ejército Colombiano, diseñado en Washington en paralelo con las conversaciones de paz del Caguán y, causa eficiente del fracaso de dicho proceso de paz.
Plan Contrainsurgente matriz de los planes militares Contrainsurgentes posteriores diseñados ya en Colombia en las 9 Bases Militares made in USA instaladas en el país para tal fin, y que a lo largo de todo lo que va del siglo XXI, es y ha sido el responsable de la tragedia sangrienta que hasta hoy día vive la sociedad colombiana.
Cuando el actual Senador Catatumbo hace 5 años apoyó con vehemencia inusitada la firma del Pacto Santos-Timochenko, hacía varios meses que en la delegación de las Farc-EP existían serios cuestionamientos de un número importante de mandos medios de la guerrilla opuestos al cambio que se hizo de una Asamblea Constituyente amplia y democrática como consigna esencial de los fundadores de ese ejército guerrillero (Marulanda, Jacobo entre los más conocidos) por un plebiscito amañado, impuesto por Santos y que entre otras cosas se perdió porque ese era el libreto Contrainsurgente del Bloque de Poder en su conjunto; es decir, tanto de la fracción comandada por Uribe como la de su ministro de defensa J.M.
Santos, para iniciar la perfidia y la burla al Acuerdo, como un todo, acabado de firmar.
Deseo concluir esta triste acotación, refiriéndome a dos aspectos tratados en el escrito: Uno, no toda la culpa del fracaso del Pacto Santos-Timochenko, recae sobre los dirigentes del Bloque de Poder Contrainsurgente, que han ido sin ninguna resistencia objetiva hasta donde han podido, pateando al enemigo degradado y desarmado tendido en el piso, rematándolo según una de las norma contenidas en la definición de Contrainsurgencia: Una estrategia político militar organizada y prolongada que utiliza todos los medios (legales e ilegales) para debilitar, degradar, eliminar y/o exterminar, cualquier organización que pretenda deslegitimar o tomar el control de un gobierno amigo establecido.
Hay una gran responsabilidad objetiva de la contraparte guerrillera de la confrontación, que no se puede justificar con el verbo “creíamos que…”. Uno podría parafrasear al Libertador Simón Bolívar: Doscientos años de explotación y dominación sangrienta y pérfida ¿no bastan para formarse una experiencia creíble de quien es el adversario?
Ni pasar de largo simplemente mencionando, de dientes para afuera, “un tributo a los casi 300 ex guerrilleros firmantes de la paz que han sido cobardemente asesinados en este lustro” (obviando también los miles de líderes sociales y la destrucción del tejido social de las bases en las zonas de influencia guerrillera).
Lo cual remite necesariamente a la historia de la humanidad, pues de todos es sabido que desde que existe la milicia en la historia, una de las máximas responsabilidades intransferibles de quien comanda tropas militares es la de velar por la seguridad de los hombres que lo siguen y le obedecen sin dudar de sus órdenes.
Delegar ingenuamente (?) en el enemigo invenciblemente vengativo (descrito por el Senador en la primera parte de su escrito) la responsabilidad de velar por la seguridad y la vida de una tropa de base de 15 o 20 mil guerrilleros que confiaron ciegamente en las órdenes del secretariado para dejarlos al sálvese quien pueda, es algo que la historia colombiana no va a olvidar fácilmente.
El otro aspecto con el que se pueden cerrar estos comentarios es resaltar el rasgo de lucidez-después-de la-resaca, para aceptar la sórdida realidad colombiana y comprobar algo que también está en la mente de todos los colombianos y con la cual difícilmente se puede estar en contra:
“Pienso que buena parte de nuestros esfuerzos se deben dirigir a que Colombia tenga una Paz Completa, pues en la actualidad asistimos a lo que podría ser el germen de una nueva guerra, más cruenta y más larga que la anterior”.
¡De acuerdo Senador! Pero ¿Dónde dejamos el Movimiento Social que ha estallado y de qué manera, últimamente en Colombia?
CALPU