Malas noticias para Javier Milei
A escasas 48 horas de la elección, el presidente de la Sociedad Rural, Nicolas del Pino, convocó a defender la democracia, superar la grieta y a promover un acuerdo social. Por la noche, Milei fue abucheado en el Teatro Colón. Esos gestos contribuyen a reforzar la marginalidad de su candidatura.
Desde hace algún tiempo he venido sosteniendo que la oposición que ejercen en la Argentina Juntos por El Cambio y La Libertad Avanza padecen el “síndrome de la derecha venezolana”. En ese país desde que asumió Chávez en 1999, se han realizado alrededor de 30 elecciones. La derecha solo ganó dos: la del referéndum constitucional de 2007, y la legislativa de diciembre de 2015. El antichavismo ha perdido elecciones en tiempos de desabastecimiento, con un país en llamas por la hiperinflación, o con salarios miserables y servicios públicos detonados. En todas esas oportunidades la bronca por la situación y la crítica al gobierno se ha expresado volcándose a la abstención. En Venezuela el pueblo no es masoquista, hay una conciencia extendida que lo peor puede pasar, es que regrese la derecha. Y actúa en consecuencia.
La derecha venezolana ha aportado a esa conciencia mostrando sin reparos, su esencia entreguista, racista y fascista. Cuando algunos de sus políticos intentaron empatizar con sectores descontentos del chavismo, fueron tildados de colaboracionistas del gobierno. Esa postura, que le impedía salir de la minoría de los antichavistas furiosos, le restó margen para hacer la política con los resultados conocidos. Producido el fracaso, en lugar de reconocer sus errores, denunciaron fraude.
La derecha argentina tenía la mesa servida para ganar las elecciones con una formula como la de Horacio Rodrìguez Larreta y Gerardo Morales. El primero parecía incombustible después de dos gestiones de gobierno de la CABA, donde hizo todo tipo de tropelías saliendo indemne gracias a su blindaje mediático. Morales siguió presentándose como un político democrático a pesar de que en su provincia cooptó el poder judicial, encarceló a opositores e impuso una Reforma Constitucional que despoja derechos a trabajadorxs y pueblos originarios y lesiona el derecho a la protesta.
Pero quien este domingo se presenta como candidato de la derecha no son Larreta y Morales, sino un político marginal, que no cuenta con el apoyo de la Sociedad Rural, ni la embajada de EEUU, ni puede presentarse en el teatro Colón.
El retaceo de apoyo de la Sociedad Rural es previsible. La añeja institución de la oligarquía argentina es gorila, pero no confunde ideología con intereses comerciales. En el año 1980 EEUU declaró un embargo cerealero a la Unión Soviética, que no fue acatado por la oligarquía argentina, que en plena dictadura militar no quiso perderse la oportunidad de seguir haciendo negocios con Rusia. Las declaraciones de Milei que su gobierno no va a mantener relaciones con los gobiernos “comunistas” de Brasil y China, ha espantado a quienes colocan la mayor parte de las exportaciones agropecuarias en esos países.
La postura de la Embajada en EEUU en esta elección fue anunciada sin disimulos, en agosto de 2020. Propuso formar una coalición política que garantizara la gobernabilidad y la reducción del conflicto social, para facilitar las inversiones estadounidenses en el gas, el litio y los alimentos. Quien primero recibió esa propuesta fue Rodríguez Larreta, a quien la embajada consideraba como el mejor interlocutor en Juntos por el Cambio para iniciar negociaciones con el Justicialismo. La iniciativa política de la embajada, que fue desechada por Juntos por el Cambio, terminó siendo impulsada desde el gobierno por Sergio Massa, que impuso en el peronismo la idea que esa era la mejor propuesta para conservar la gestión estatal. La frase de “cerrar la grieta”, es de autoría del embajador Stanley.
La foto del abucheo en el Teatro Colon, es el certificado de la marginalidad de Javier Milei. Más allá de los gustos musicales por la opera o el ballet, el Teatro Colón ha sido, desde lo simbólico, un reducto de las clases medias altas, y oligárquicas de Buenos Aires. Milei siempre insistió en su preocupación por” las personas de bien”. Quien no aprobó el examen del Colón, difícilmente pueda presentarse como un representante de esas “personas de bien”.
Apelando a las metáforas futbolistas que tanto le gustan a Mauricio Macri, podemos decir que la derecha argentina, cuando tenían todo para ganar el partido, la pelota picando en el área chica y el arquero tirado en el suelo, le erró al arco y el remate fue a parar a la tribuna.
Creo que cometemos un error si limitamos la explicación del fracaso del goleador a su inestabilidad emocional. Hay que contabilizar que su pretensión de pisotear la memoria popular ha generado miles de micro resistencias, que se han sintetizado en la consigna: No lo votes a Milei. Esta presión popular lo pone nervioso a cualquiera.
Esta consigna surgida desde la sabiduría popular y desde el consenso posible en distintas realidades sociales, ha permitido unificar el rechazo al candidato de la Libertad Avanza, dejando en orsay a quienes han pretendido descalificar a los que no hacen lo mismo que ellos: votar a Massa, votar en blanco o abstenerse. Mientras se gastan ríos de tinta para afirmar que decisiones son más funcionales a la derecha, en los barrios, en las familias populares, en los trabajos, crece el debate político y la conciencia que el domingo hay muchas opciones: lo que no debe hacerse es “votar al que te dije”.