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:: 03/11/2012

No es la pasta base, es la pobreza

Guillermo Garat y Eliana Gilet
Barrio Marconi: Entrevista con el sociólogo Luis Eduardo Morás, sobre el asesinato policial de un joven en una villa miseria por tirar piedras

Brecha.- El domingo 14 de octubre, en el barrio Marconi, la Policía asesinó al joven Álvaro Nicolás Sosa Gutiérrez, alias el Bebe. No robaba, no molestaba a nadie. Su mayor “delito” era revolver la basura buscando cosas para vender. Su peor desgracia fue ser uno de los miles de jóvenes pobres que habitan esos “territorios prohibidos” donde abundan el desempleo, la deserción estudiantil, la pobreza infantil. La desesperación.


-¿Qué fue lo más sorprendente de lo ocurrido en Marconi?

-Nada llama mucho la atención. Lo que pasó en el Marconi es algo que está presente en gran parte de la zona norte y oeste de Montevideo: el rechazo a una presencia policial que en muchas ocasiones hace un uso abusivo de la fuerza. El episodio lo demostró, así como la falta del delicadísimo equilibrio emocional de evaluación de los riesgos que tiene que tener un funcionario que está armado. Esto desmiente la idea de que más Policía es la solución a ese tipo de problema, ni que hablar de los megaoperativos. Éstos pretenden imponer el retorno de la autoridad a través del uniforme policial, pero es una autoridad que no tiene ninguna legitimidad y que genera un fuerte resentimiento en el propio barrio. Si se piensa en el cerco que hicieron en Marconi, hubo muchos vecinos que empezaron a reclamar porque los hijos tenían que ir a estudiar, tenían que ir a trabajar y no entraban los ómnibus.

Entonces decís: "En el Marconi también marcan tarjeta"*; pero si les hacés un cerco policial y les sacás el [autobus] 405 no van a poder ir a marcar tarjeta.

A su vez, hay omisión de asistencia al herido y la madre está denunciando el maltrato posterior sufrido en la policlínica. Eso me parece tan grave como el hecho de haber respondido con un arma de fuego a una pedrea. El propio sindicato de policías afirmó en los medios que las pedreas a los vehículos policiales se dan desde hace décadas, pero en este caso se está planteando que es algo extraordinariamente nuevo, que es un síntoma de la favelización de Montevideo.

-¿Qué implica ese proceso de favelización?

-Las jerarquías policiales están hablando de que en el Marconi, los casos pesados de violencia delictiva son unas cincuenta personas. Con cincuenta personas no hacés una favela. Hay una especie de "profecía autocumplida", como la llaman los sociólogos. Se califica a determinada zona de Montevideo como favela. La Policía va pensando que está entrando en una favela y adopta una actitud de prepotencia y un uso excesivo de la fuerza. Son esos preconceptos los que terminan generando lo que en realidad podría no haber ocurrido. En la opinión pública está la idea de la favela como un lugar de tiroteos, drogas, delincuentes, cuando en esencia una favela es un lugar extremadamente pobre. Lo que las caracteriza no es la droga, ni el tiroteo ni los delincuentes, sino que sea un lugar extremadamente pobre donde el Estado renunció a sus funciones básicas.

Si todo queda centrado en que estamos frente a nuevos códigos, nuevas marginalidades y a una pérdida de valores, sigue sin ser explicada la sustancia del asunto. Decir que esto existe no explica nada de cómo surgió, ni quién lo impuso, o a qué se debe el deterioro de los valores.

De lo que estamos hablando es de que hay zonas de Montevideo que desde hace décadas viven en la extrema pobreza. Eso es algo que pudo verse en todas las imágenes que mostraron los medios en estos días, como parte del paisaje normal. No vemos la basura acumulada, los excrementos, el olor, y queda la idea de los nuevos códigos, cuando hay generaciones y generaciones de muchachos que nacieron ahí y mueren ahí, y que no van a salir de ahí. Y no van a poder salir porque nosotros no queremos, porque el Uruguay integrado no quiere.

-¿A qué se refiere con que el Uruguay integrado no lo quiere?

-Ya no es por el fenómeno de la pobreza -porque el Marconi hace décadas que está ahí y siempre fue lo mismo-, sino por el proceso de segregación: el rechazo -un fenómeno relativamente reciente- que tiene una parte de los uruguayos a tomar contacto con esas personas. Como indicador de eso, según una encuesta del INJU (Instituto Nacional de la Juventud) , ocho de cada diez primeras experiencias laborales de los jóvenes se dan por redes de relaciones. No sirven las acreditaciones, no sirven las certificaciones, no sirve la escolaridad, la clave es la red de contactos. Nadie que viva en el Marconi puede pensar que va a conseguir un trabajo, porque sólo recibe rechazo.

-Hay bienestar por todos lados pero a ellos nunca les llega...

-La torta nunca derrama. Nunca se derrama el bienestar hacia la parte más baja de la sociedad. Se dan cuenta de que la torta creció pero no les tocó ninguna porción, no cambió sustancialmente la cosa. Siguen sin siquiera estar invitados a la fiesta.

* En alusión a la campaña por la no estigmatización de los barrios desarrollada por el Ministerio del Interior en setiembre de 2011.


Entrevista con María Teresa Conde, madre de Álvaro Sosa, el joven asesinado por la Policía

"Los que mataron a mi hijo deberán pagarlo"

Diego Castro. El País, 17-10-2012

-¿Sabe por qué mataron a su hijo?

-Mi hijo estaba juntando basura. Era lo que hacía todo el tiempo. Juntar basura. No molestaba a nadie. Lo único que hizo fue quedar en el medio de un tiroteo. No es como dijeron por ahí que fue un ajuste de cuentas. Él fumaba pasta base, sí, pero no robaba, no se metía con nadie. Era un muchacho tranquilo.

-Pero la Policía dice que tenía antecedentes penales.

-Mirá, cuando empezó a fumar pasta base, hace como ocho o nueve años, se ponía muy agresivo y se sacaba. Una vuelta se robó una moto de acá en la esquina y lo agarraron por eso. Y al poco tiempo que salió tuvo problemas con un muchacho, acá por Trápani (la calle Jacinto Trápani) y le pegó. Ahí cayó de vuelta, pero después de eso se tranquilizó. Y es como te digo: fumaba pero más nada.

-¿Usted estaba con él cuando murió?

-No. A mí me vino a buscar mi hija. Él estaba requechando en la basura y se puso a mirar a ver qué pasaba, porque justo estaban arrestando a los muchachos que habían robado la panadería. Entonces cuando se empezaron a escuchar los tiros mi hija lo llamó para que viniera. Cuando se dio vuelta a mirar, ya estaba tirado en el piso y muerto. Se murió enseguida. Y me lo dejaron tirado ahí, en el medio de la calle.

-¿Cómo lo sacaron del barrio?

-Un muchacho pasó con la camioneta y le pedimos por favor que lo llevara a la policlínica de Capitán Tula.

-¿Él llegó vivo a la policlínica?

-Al principio dijeron que sí, pero yo sé que llegó muerto.

-¿Por qué cree que dijeron que había sido un ajuste de cuentas?

-Preguntale a cualquier vecino y te va a decir que a mi hijo lo mató un policía. Él no tenía cuentas que ajustar con nadie.

-¿La Policía habló con ustedes?

-No. Y no solo no nos hablaron, no nos tomaron declaraciones sino que nos trataron muy mal. Fijate que cuando quisimos ir a ver el cuerpo en la policlínica nos echaron, nos trataron de sucias y a mi hija le pegaron una patada en la espalda. Además, cuando estábamos acá la arrastraron de los pelos. No hay derecho que nos traten así, acá hay mucho malandra sin duda, pero nosotros somos gente de bien, que quiere vivir tranquila. Yo quisiera que el ministro Bonomi me venga a explicar por qué la Policía actúa como actúa. Porque ahora nadie me va a devolver la vida de mi hijo.

-¿Va a hacer algún tipo de denuncia?

-Sí, no tengas dudas. Quiero que los que me mataron a mi hijo paguen por lo que hicieron. Ayer (el lunes) no hice nada porque lo estaba enterrando, pero te aseguro que van a pagar.

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