Obama plantea la posibilidad de un conflicto mundial (3/8)
El 7 de mayo de 1999, la Fuerza Aérea de EE.UU. atacaba la embajada china en Belgrado, causando tres muertos. China había cometido el delito de oponerse a la guerra de la OTAN contra Yugoslavia.
Desmontando las excusas baratas, en aquel momento escribíamos: “El bombardeo era una advertencia. Washington quiere evitar a toda costa una gran alianza entre China, Rusia, véase la India y otras potencias.” El responsable de los bombardeos, el presidente Clinton, declaraba por otra parte: “Mi principal preocupación, hoy en día, es China”. Pero hoy, la pesadilla de Washington se está haciendo realidad y tiene nombre: Nueva Ruta de la Seda. La antigua ruta, conformada por rutas que unían China con Turquía, hizo la fortuna de numerosos países y mercaderes. ¿La nueva ruta alterará los equilibrios mundiales?
La economía china posee tres características:
1. Es la economía más dinámica del mundo desde hace 20 años. Muy irónicamente, una “dictadura comunista que no entiende nada de economía” es en la actualidad el bote salvavidas de un capitalismo mundial en crisis pero que sigue siendo igual de arrogante.
2. Careciendo de materias primas, China depende fuertemente de sus importaciones. Consume el 75% del cobre congoleño, el 70% del hierro sudafricano, gran parte del petróleo y del gas de Medio Oriente, y también de Rusia y de las repúblicas ex-soviéticas de Asia central, etc.
3. Habiéndose convertido en el “taller del mundo”, exporta muchos bienes de consumo. Las rutas comerciales actuales siendo lentas e insuficientes, Beijing lanzó un proyecto gigantesco: construir gigantescos “corredores” que la unan a otros continentes. La ruta terrestre estaría compuesta por trenes de alta velocidad, autopistas, gaseoductos y fibras ópticas de telecomunicaciones. Atravesando Asia central, no sólo uniría a Beijing con Moscú, sino que también podría ser prolongada hacia Irán (en cuanto se levanten las sanciones), Turquía y… toda Europa en realidad.
Rotterdam, Amberes y Berlín estarían así directamente conectadas a China y las economías asiáticas.
Las rutas marítimas unirían a China con África, Europa e incluso América Latina, lo cual desarrollaría fuertemente las economías de todas estas regiones. Pero el transporte marítimo moderno necesita puertos en aguas profundas que permitan el avituallamiento y el paso rápido de los barcos. Hace falta construirlos.
Actualmente el trayecto Shanghái-Rotterdam dura un mes por mar, menos de tres semanas en tren, y dos semanas en camión. Mejorando las infraestructuras y los pasos de aduanas, la duración de los transportes terrestres se vería reducido a la mitad. En el plano ecológico, multiplicar el número de camiones no es muy responsable, pero esto es otro debate.
De hecho, Beijing ofrece a los países del Sur el poder desarrollar sus economías intensificando sus intercambios. Y a los países del Norte, que encuentren salidas para sus fábricas en plena desaceleración. Por supuesto, las empresas europeas – sobre todo las alemanas – babean ante la perspectiva de firmar gigantescos contratos de construcción. Para financiar todo esto, Beijing ha creado dos grandes bancos abiertos a los inversores extranjeros. La Nueva Ruta de la Seda concierne a 65 países y a 4.4 billones de personas, y estos países representan actualmente el 29% de la población mundial, pero este porcentaje podría duplicarse con el nuevo proyecto.
Los únicos que no se alegran, son los Estados Unidos, excluidos de esta nueva ruta comercial. ¿Hasta dónde llegará el conflicto Washington-Beijing? ¿Y qué papel juega Irán en este tablero?
La serie continúa con: ¿Es Obama un amigo de Irán?
Investig’Action