Pogromos en Siria contra la población alauita

Declaró el 9 de marzo: «Debemos preservar en lo posible la unidad nacional, la paz civil y, si Dios quiere, seremos capaces de vivir juntos en este país en la medida de lo posible.»
En sólo 3 días, desde el 6 marzo, entre 1 000 y 3 000 personas de la minoría alauita fueron asesinadas en una serie de pogromos, inicialmente en las zonas costeras de Siria y después en otros lugares del país. En la región costera, miles de alauitas buscaron y hallaron refugio en la base aérea rusa de Hmeimin, donde los militares rusos les dieron albergue para salvarlos de las masacres.
Antes del inicio de las matanzas, el nuevo régimen extremista instaurado en Damasco ya multiplicaba las humillaciones y actos de discriminación contra los alauitas. Desde la caída del presidente democráticamente elegido Bachar al-Assad, gran número de miembros de esa comunidad siria han sido despedidos de sus puestos en la administración pública y enviados a sus casas sin pago de compensaciones.
Los grupos yihadistas se concentran actualmente en la región costera y en Damasco, la capital siria, circunstancia que el ejército turco y las fuerzas que Ankara apadrina en Siria han aprovechado para atacar las ciudades del norte del país.
Los grupos takfiristas –que se dedican a designar y eliminar otros grupos de musulmanes que ellos consideran herejes, como la población alauita– habían sido expulsados de la región de Idlib. Pero no tuvieron dificultades para pasar por los puntos de control del nuevo régimen y llegar hasta la región costera del país con intenciones de liquidar a los “herejes” alauitas.
Después de la caída del presidente Assad, el nuevo régimen exigió que toda la población entregara las armas. Debido a ello, la gran mayoría de la población siria se encuentra actualmente desarmada frente a los miembros de las nuevas fuerzas de seguridad, que se componen de yihadistas, y que cuentan en sus filas numerosos extranjeros, muchos de ellos turcoparlantes, chechenos, uzbekos o tayikos que reciben órdenes de oficiales turcos.
Históricamente, las masacres perpetradas contra la población alauita siempre han sido el preludio de masacres contra la población cristiana.
La comunidad alauita se formó en el siglo IX, alrededor de Muḥamad ben Nusayr al-Namiri (por esa razón los alauitas también son llamados “nusairis”). Según el estudioso francés René Dussaud (1868-1958), los alauitas surgieron como grupo durante la Antigüedad, se convirtieron al cristianismo y posteriormente volvieron al islam, pero sin abandonar del todo su fe anterior, como la creencia en la reencarnación. Esta teoría francesa ha servido de base a los investigadores israelíes.
Los alauitas no practican cultos ni ritos en público y tienen no uno sino tres libros sagrados: su Fatihat al-Kitab (catequismo), los Evangelios (no la Biblia) y el Corán. Para los alauitas sólo los principios que se enuncian en esos tres libros pueden ser considerados como revelados.
Durante siglos, los alauitas se vieron reducidos a la esclavitud.
Sólo fueron reconocidos como musulmanes por el ayatola iraní Roulah Khomeiny, quien decidió que los demás musulmanes debían ver a los alauitas como sus iguales.
Los alauitas son actualmente el grupo confesional culturalmente más próximo a los europeos en el Medio Oriente, principalmente en cuanto a los derechos de la mujer.
La familia Assad es alauita. El presidente Haffez al-Assad, considerado el padre de la Siria moderna, y su sucesor, su hijo Bachar al-Assad, solían designar sus principales consejeros entre sus conocidos, naturalmente miembros de la comunidad alauita. Pero los altos funcionarios se nombraban sistemáticamente respetando un equilibrio entre las diferentes comunidades que conviven en Siria. Siendo una población muy humilde (esencialmente pobre), los alauitas siempre fueron muy numerosos en el ejército de la República Árabe Siria, donde la carrera militar era particularmente peligrosa y mal pagada, mientras que los demás grupos poblacionales optaban por ocupaciones más gratificantes.
Ahmad al-Charaa afirmó que los pogromos en la región costera comenzaron a causa de una insurrección organizada allí por el general Ghiath Dalla, el principal colaborador de Maher al-Assad, hermano menor del presidente Bachar al-Assad y comandante de la 4ª división blindada siria, quien se refugió en Irak con miles de sus hombres. De esa manera, el régimen de al-Charaa presenta los pogromos contra los alauitas como una especie de venganza política, a pesar de que la comunidad alauita nunca vinculó su destino al de la familia Assad. Con esta mentira se trata de camuflar lo que parece ser la reactivación de la guerra de religiones surgida en el Medio Oriente desde que los anglosajones comenzaron a utilizar la Hermandad Musulmana para combatir a los soviéticos en Afganistán.
No es ocioso recordar que, en Alemania, los nazis desataron contra los judíos la «Kristalnacht» o «Noche de los cristales rotos», el conocido pogromo de noviembre de 1938, bajo el pretexto de vengar el asesinato de un diplomático alemán en París, hecho que nada tenía que ver con los judíos alemanes.
Aunque el general sirio Ghiath Dalla fundó el mes pasado un “Frente de Resistencia Islámica en Siria”, cercano a los Guardianes de la Revolución iraníes, esa fuerza no es representativa de la comunidad alauita. Lo que sí parece es que ese general logró movilizar a numerosos partidarios de la preservación del Estado laico sirio para atacar con éxito varios puestos de las fuerzas de seguridad de los yihadistas.
La intención de reactivar la guerra religiosa alimentada por los anglosajones podría explicar la considerable cantidad de armas y municiones actualmente en manos de los takfiristas. También se sabe que el Emirato Islámico (Daesh, designado indistintamente como Estado Islámico, EI o ISIS) está reconstituyendo sus fuerzas en la región fronteriza sirio-iraquí.