Pompeo: el enviado del imperio a México
La espectacularidad mediática con que el xenófobo presidente imperialista, Donald Trump, anunció la arremetida contra los extranjeros para deportar a miles y miles de inmigrantes indocumentados en EEUU - hasta un millón llegó a afirmar - parece que, hasta ahora, no tuvo tal efecto ni el que hubieran deseado sus esquizoides artífices. Antes bien, como aseguran diversos medios y comentaristas, las deportaciones que ocurrieron fueron mínimas y contrarrestadas por la propia población con medidas legales y recurriendo a las movilizaciones populares y al apoyo de las organizaciones sociales, civiles y de defensa de los derechos humanos, particularmente en la ciudades denominadas “santuario” protegidas por ley de cualquier detención o deportación.
Esto es una buena noticia debido a que es expresiva de una compleja realidad y de fenómenos interrelacionados que interactúan simultáneamente, entre otros: el carácter estructural de los ciclos migratorios, la complejidad del arraigo de miles de personas extranjeras en las comunidades dentro del propio EEUU, la toma de conciencia de la existencia del derecho al tránsito y al trabajo y de otros derechos fundamentales, así como el profundo deseo de encontrar un promisorio futuro que sus países de origen les negó.
Realidades todas evidentemente ignoradas por el magnate de la Casa Blanca y sus halcones que lo rodean y al parecer por las propias autoridades mexicanas.
Es en este contexto que el Secretario de Estado estadunidense, Mike Pompeo, arribó el sábado 20 de julio a la Ciudad de México para sostener, el domingo, una reunión con el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.
Es importante destacar que, paralelamente a esta gira injerencista, con marcado tufo monroísta, se congregó, en Caracas, Venezuela, el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) con el tema: “Reunión en Defensa de la Carta de la ONU”, y contra el grosero intervencionismo y prepotencia de EEUU contra las naciones en varias partes del mundo.
Con una gira que inició en Buenos Aires, Argentina y continuó en Guayaquil, Ecuador con el objetivo de continuar la guerra de quinta generación contra Venezuela, en esta ocasión el enviado del imperialismo a México vino a evaluar la efectividad de su política migratoria y si ha sido o no fielmente acatada por el gobierno de López Obrador cuyo Secretario de Exteriores sólo se ha limitado a afirmar dócilmente que “México ha cumplido su parte” del acuerdo migratorio con EEUU firmado el pasado 7 de junio.
En un escueto boletín de prensa emitido por la Cancillería mexicana se dijo que el vocero de Washington había expresado, en relación con los acuerdos migratorios, que: “everything is fine”, sobre todo por haber conseguido la militarización de las fronteras norte y sur de nuestro país - en vez de la construcción y continuación del muro de la ignominia- cuestión que evidentemente Ebrard eludió mencionar porque violar todas las leyes migratorias de México con tal de servir a EEUU.
Es evidente el conformismo del Canciller norteamericano en la medida en que el gobierno mexicano aceptó de facto su status de Tercer País Seguro y deja abierta la posibilidad, si así lo decide la Casa Blanca, de legalizar dicho status con tal de atender los intereses geopolíticos de EEUU y evitar la imposición de aranceles a las exportaciones. Quizá por esto es que legisladores y el presidente de la Cámara de Diputados criticaron duramente esta posición entreguista y derrotista del gobierno de la llamada Cuarta Transformación.
No hubo nada nuevo, ni compromisos yanquis para “resolver” el problema migratorio en términos financieros, ni comerciales. No se dijo si se iban a imponer las sanciones en el futuro porque se extendería por 45 días más el programa sujeto al capricho de Trump. El canciller mexicano preguntó a su homólogo sobre la imposición de aranceles al jitomate, pero no hubo respuesta por parte del emisario yanqui y finalmente se tocó el tema de seguridad fronteriza en materia de armas y narcotráfico. Bla, bla, bla...
Sin embargo, nada se dijo que en esos momentos en la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo se hacinan miles de migrantes centroamericanos, mujeres y niños, expulsados de EEUU en el marco de las políticas anti-humanas migratorias de Donald Trump donde moran en precarios campamentos improvisados expuestos a la libre acción de grupos criminales involucrados en el narcomenudeo y en el contrabando, en condiciones precarias de salud que enfrentan allí sobre todo mujeres y niños sujetos a adquirir en cualquier momento todo tipo de enfermedades y hasta la muerte sin que haya responsables imputables.
Pero para el gobierno mexicano y el de Washington todo marcha viento en popa en una alianza subordinada del primero al segundo que puede virar de rumbo en cualquier momento al ritmo del capricho del esquizoide mandatario del país del norte.