¿Qué es la democracia?

Pongamos los puntos sobre las íes, porque desde hace demasiado tiempo –y todavía hoy– seguimos con la misma música, una música desafinada y ensordecedora. La democracia trata al nazismo, al fascismo y al comunismo como sus propios bancos malos ideológicos y morales y, por este motivo, los ha fusionado en una única institución de condena y deshonra, de modo que el cubo de basura democrático parece aún más espacioso.
El nazismo, el fascismo y el comunismo pertenecen al pasado, así como las ideologías que los alimentaron y apoyaron han sido relegadas a la Historia. Su existencia política y social terminó para siempre y nunca volverá a cobrar vida.
Dicho esto, dejemos esto en claro. Cuando la democracia censura el pensamiento y lo etiqueta como noticia falsa –y esto sucede cada vez con más frecuencia– no es fascista, no es nazi, no es comunista. Es democracia real. Los descontentos gritan fascismo, los contentos se declaran ajenos a las dictaduras del pasado, pero la realidad es sencilla: todo lo que ocurre en una democracia es democrático.
Si los estadounidenses y sus sirvientes occidentales exportan democracia lanzando bombas, sigue siendo democracia, no fascismo, comunismo o nazismo. Si la mayor democracia de Medio Oriente, Israel, destruye ciudades y masacra a personas (en su mayoría palestinos, pero no sólo), no es nazi, sino democrática hasta la médula. Y la democracia, como sabemos, no tiene rival cuando se trata de derramamiento de sangre y genocidio impune.
Cuando la policía golpea a los manifestantes o arresta a los disidentes, no están siendo fascistas, están siendo democráticos. Y, como demócrata, rompe cráneos y luego limpia su conciencia con sermones sobre el estado de derecho y la libertad de los ciudadanos.
Si una democracia anula las elecciones porque no le gusta la respuesta popular, no es fascista, ni nazi, ni comunista: es plenamente democrática. Porque, como cualquier dictadura, la democracia también sabe lo que es mejor para el pueblo y lo impone por la fuerza, acompañándolo de amenazas y abusos democráticos.
Cuando oigáis a demócratas sinceros intercambiar acusaciones de fascismo, nazismo o comunismo en sus disputas, sabed que no hacen más que enmascarar la eficacia de los modernos instrumentos democráticos represivos y denigrantes, que nada tienen que envidiar a los del pasado.
¿Y la propaganda? El aparato democrático de propaganda supera al Minculpop de Mussolini y al Propagandaministerium de Goebbels. Nadie lo hace como nos lo dicen los demócratas.
Sólo siendo democráticos podremos superar a los fascistas en crímenes. Una democracia nunca degenera en fascismo, nazismo o comunismo, una democracia sólo degenera en democracia. Por eso todo a nuestro alrededor es cada vez más un cementerio de ideas, de hombres y de justicia.
Traducción: Carlos X. Blanco