Qué hacer frente a la militarización del conflicto mapuche
Las cosas deben plantearse en toda su crudeza. La guerra es una opción que la burguesía chilena baraja para resolver el conflicto en la Araucanía. Evalúa pasar de la actual guerra de baja intensidad a una abierta y declarada, para así aplastar militarmente la lucha del pueblo mapuche.
Es así que la coyuntura política ha estado marcada en las últimas semanas por el anuncio del gobierno de la eventual aplicación del estado de sitio en la zona del Wallmapu, abarcando las regiones del Biobío y la Araucanía, incorporando directamente a las FF.AA. en el conflicto.
La situación es grave, y da cuenta de lo agudo que se ha vuelto el conflicto mapuche para el capital. En el aspecto formal, el estado de sitio es uno de los cuatro estados de excepción que contempla el actual orden constitucional. La aplicación de estos suspende temporalmente «el ejercicio de los derechos y garantías que la Constitución asegura a todas las personas» (artículo 39).
El caso particular del estado de sitio corresponde a una situación de «guerra interna o grave conmoción interna» (art. 40), requiriendo la aprobación del Congreso. El Presidente queda facultado para «restringir la libertad de locomoción y arrestar a las personas en sus propias moradas o en lugares que la ley determine y que no sean cárceles ni estén destinados a la detención o prisión de reos comunes», pudiendo, además, «suspender o restringir el ejercicio del derecho de reunión» (art. 43).
El gobierno no logró aunar esta vez a los distintos partidos de la burguesía para jugársela por la declaración del estado de sitio, a pesar de que la Cámara baja aprobara (61 votos a favor) la moción del diputado Sebastián Torrealba (RN) que instaba al Presidente a militarizar el conflicto.
La burguesía aún vacila en la forma de enfrentar la lucha del pueblo mapuche, lo que se expresa finalmente como una incapacidad para alcanzar un consenso transversal entre sus partidos respecto al problema.
En efecto, en el último tiempo han salido a la luz una serie de intereses contrapuestos (represión, contrabando de madera, venta de servicios de seguridad, etc.) –siempre bajo la sombra omnipresente de los intereses del gran capital forestal– que alcanzan a los mismos aparatos del Estado. Carabineros, en este caso.
De este modo, aparte de intensificar la represión sobre el pueblo mapuche, la declaración del estado de sitio en la zona, y la incorporación de las FF.AA., tendría también por resultado seguro el choque entre las distintas ramas del aparato represivo del Estado, ya sea para “encarrilar” el accionar de las ya presentes (Carabineros) o para participar de las lucrativas ganancias que rinde el negocio de la guerra.
La declaración abierta de guerra que sectores de la burguesía intentan impulsar en el Wallmapu sería a todas luces una tragedia. Fruto de la aplastante asimetría de fuerzas, conllevaría inevitables pérdidas de vidas para el pueblo mapuche. Es una carnicería que como sea hay que evitar.
Corresponde a los militantes socialistas impulsar la acción de la clase trabajadora para detener la carnicería. Esa es la tarea del momento con respecto al conflicto mapuche.
Sin embargo, si dicha acción no fuese efectiva, y la burguesía chilena superase sus vacilaciones, decidiéndose finalmente por la guerra abierta contra el pueblo mapuche, es deber de los revolucionarios abogar por la derrota militar del Estado chileno en el Wallmapu. Aquello requeriría acciones de solidaridad activa por parte de las masas trabajadoras en pos de sabotear el esfuerzo bélico de la burguesía chilena en la zona.
Solo aquello que contribuya activamente a la derrota de la burguesía local y sus aliados puede llamarse genuinamente una política socialista e internacionalista ante el conflicto mapuche.
No es la aventura militar la que traerá paz al Wallmapu, sino el retiro inmediato de las fuerzas de ocupación del Estado chileno en la zona y el reconocimiento del derecho de autodeterminación del pueblo mapuche.