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Mundo :: 28/05/2018

Reforma EDUY21, un nuevo tentáculo sobre Uruguay

Marcelo Marchese
Esta reforma impulsada a nivel mundial exhibe una fe religiosa en el progreso

A primera vista sorprende que todos los partidos políticos acuerden una futura reforma educativa, mas la sorpresa da lugar a una sensación diferente cuando advertimos que esta reforma es impulsada en todo el planeta por organismos internacionales (“A nivel de cada país, el Banco Mundial respaldará reformas para fortalecer los sistemas educativos”) organismos que ya tienen diseñada la nuevaeducación por competencias y habilidades, es decir, la colonización de nuestro sistema educativo que colocará al estudiante al servicio del mercado y aventará la posibilidad de implementar una educación al servicio del hombre.

Para esta concepción somos piezas de una máquina y la educación, lejos de cuestionar nuestro lugar como piezas, nuestro destino como piezas y el destino de la humanidad ahogada en una máquina, lo que debe hacer es aceitarnos para que nos insertemos en la máquina, una máquina que se da como un hecho evidente, incuestionable, inmutable y como prueba suprema, la máquina vomita esta reforma educativa cuyo objetivo es reforzar la máquina a costa de aquello que nos hace humanos.

Ya veremos cómo no una, sino setenta veces siete, de ahora en más y todos los días, los técnicos y políticos del Partido Único que gobierna al Uruguay nos aturdirán hablando de la gran esperanza que significa esta reforma que, claro está, se ampara en una crítica a la educación actual que es tan penosa, que uno tiende a apoyar cualquier reforma bajo la consigna de que nada podría ser peor. Sin embargo, la mala nueva es que todo podría ser peor si se llevara a cabo esta reforma, aún incluyendo las buenas cosas que trae por añadidura (1).

Los redactores se cuidaron de criticar in totum nuestro modelo educativo y reconocieron que algunas cosas se hacen bien, pero lo cierto es que todo su planteo, como el anterior planteo de Rama, se apalanca desde una crítica a la educación actual, por lo cual se presentan como alternativa a lo malo trayendo lo nuevo, y ya con eso vienen con un gol a favor desde el vestuario.

Algunas de sus propuestas son harto adecuadas y deberían implementarse a partir del año que viene sin dilaciones de ningún tipo: acabar con el sistema de elección de horas y que los profesores trabajen en equipo al menos tres años de corrido en un instituto; que la antigüedad sólo sea una de las variables ante el pasaje de grado; que aumente el salario docente a un promedio de las profesiones universitarias; y que el presupuesto para educación se incremente notablemente.

Estas y otras ideas macanudas tienden por el lado pedagógico a mejorar en algo nuestra educación y tienden por el lado político a ganarse, o al menos dividir, a la masa docente que uno adivina se opondrá a este proyecto.

Ahora bien, esta reforma y su retórica por una enseñanza que estimule el espíritu crítico, no se define por estas propuestas macanudas, es decir, no se define por la carnada, sino que, como es obvio, se define por el anzuelo y desde ya le anuncio al lector que él y yo somos los pescados de esta metáfora. Por más que uno hable de estímulo a la inteligencia y de la maravillosa creación de ciudadanos con espíritu crítico, lo que nos llevará a estas metas no son las declaraciones, sino las metodologías y los planes de estudio, las cosas que queremos que se enseñen y por lo tanto las cosas que queremos que el estudiante desarrolle y he ahí el problema de esta reforma que apuesta a la creación de destrezas para el trabajo y habilidades para la mayor gloria del capital, en tanto le abre las puertas a la neurociencia y erosiona aún más nuestra soberanía .

La educación por habilidades no se orienta al desarrollo de la inteligencia del estudiante, sino a determinados ejercicios y funciones de la inteligencia, las destrezas y habilidades que el mercado de trabajo requiere (2). A su vez, invierte los objetivos de la enseñanza supeditándolos a los objetivos de la evaluación, que se convierte en el criterio principal del aprendizaje y responde a instancias internacionales como las pruebas PISA. Según esta inversión, el estudiante debe ser evaluado para aprender, en vez de aprender para ser evaluado. Así, la evaluación se convierte en el criterio de lo que debe ser enseñado, lo que además constituye un anuncio de la concepción de la inteligencia para estos reformadores, ya que no todo lo que aprendemos es evaluable.

La educación por competencias pretende aventar la vieja educación enciclopédica, asignaturista, dirigida desde el profesor hacia el estudiante, y recurre por lo tanto al “autoaprendizaje” que convierte al profesor en un facilitador, lo cual visto así parece glorioso, pero significa matar con un sólo tiro el rol del docente y la inteligencia del alumno, pues el docente debe ser un dificultador que presente problemas. Cuanto más difíciles son los problemas que uno enfrenta, más se complejiza nuestra inteligencia.

Esta reforma impulsada a nivel mundial exhibe una fe religiosa en el progreso (“En particular, entendemos la cuarta revolución industrial, la robotización y la inteligencia artificial como ventana de oportunidades y plataforma potencialmente emancipadora del ser humano”) (1) y se muestra fascinada con los avances de la neurociencia y su revolución en educación. Suponer que el estudio de las neuronas pueda implicar una revolución en educación significa desconocer el sentido de las palabras “revolución” y “educación”.

Lo que en realidad esconde esta euforia por la neurociencia es el viejo y peludo deseo de control para que todo marche como debe ser en el mejor de los mundos posibles, pues como elocuentemente dicen Daniel Brailovsky y Pablo Minini: “una conducta o una emoción generan cierta actividad neuronal medible, y la expectativa de estos enfoques es lograr que la conducta se adapte a la norma”, pues a los neurobiólogos “lo que en verdad les importa es lo que las neuronas les hacen hacer a las personas. Y cómo un técnico puede controlarlo” (3).

La reforma educativa y el proyecto nacional

En los países satelitales, las reformas educativas responden a una de dos cuestiones: o a un cambio mundial donde se ha establecido un rol determinado al país dependiente; o a un plan de desarrollo nacional que como es evidente busca sacar al país de su posición de dependencia.

La reforma vareliana se ubicó en un momento de expansión del capitalismo que nos ubicó como proveedores de materias primas y alimentos. Aunque nos digan que nuestro Estado fue fundado en 1830, lo cierto es que se fundó en el momento en que de la mano de una dictadura militar se creó un ejército profesional, se elaboraron una variedad de códigos, se creó una mitología, es decir, una Historia Patria y se aplicó una reforma educativa para hacer de los díscolos orientales, los civilizados uruguayos.

Se podrá argumentar que la reforma vareliana fue necesaria y que sin ella no habría ciudadanos, pues nada menos parecido a este concepto que aquellos bravíos y antojadizos orientales, pero lo que no se puede dudar es que la reforma se inscribió en una serie de reformas que integraban un proceso para ceñir más aún las cadenas de la dependencia.

La reforma actual se inscribe en un proceso parecido. No atiende a las exigencias de desarrollo del país ni es pensada desde la problemática del país, sino que viene decretada desde afuera, desde un lugar que ya ha establecido no sólo lo que debe hacer nuestro país, sino lo que debe ser el hombre.

Siempre es saludable la perspectiva para poder apreciar los fenómenos políticos. En ese sentido, es más fácil hacer historia que política :   habida cuenta de lo que se ha cristalizado, se entienden una serie de acontecimientos que en un principio aturdían y parecían inconexos. Propongo pensar lo que se cierne sobre nosotros con la metáfora de los tentáculos.

Un primer tentáculo fue la ley de forestación y otro fue la ley de zonas francas, luego vino el tentáculo de los tratados de inversión al que se le sumó el de la instalación de las pasteras, después vino el gran tentáculo de la ley de bancarización forzosa y recientemente el del nuevo Código de Proceso Penal. Ahora tenemos el tentáculo de la Reforma EDUY21. Si todos estos tentáculos no nos llevan a la idea de un gran pulpo, es porque estamos mal de la cabeza.

Mientras el pulpo se apodera de nuestros recursos y diseña la educación de nuestros hijos, conviene realizar un ejercicio que comúnmente se ha asociado a la locura, pero que en realidad es testimonio de una mente sana: soñar despierto.

La educación pretende dos cosas sustanciales: enseñar a entender el mundo   y brindar las personas que puedan hacer funcionar el mundo. Se trata de tomar al niño que viene con una imaginación prodigiosa y curiosidad sin límites, para, en vez de aplacarlo y constreñirlo, darle las herramientas que le permitan entender y pensar la vida. Se trata de permitir que elabore su propia manera de pensar y en ese sentido es vital no arar una metodología individual incipiente imponiendo un método y unas verdades establecidas de un vez y para siempre, pues el mundo no va nada bien y necesitamos ideas y no parece una medida inteligente destruir percepciones que acaso la suma de condicionantes permitieron que sólo existieran en un niño específico. La humanidad no se puede dar el lujo de desechar una flor que la naturaleza sólo brinda de tarde en tarde (4).

Ahora bien, este estímulo debe ir de la mano de otra función de la educación: transmitir la memoria de la humanidad, lo que a su vez debería obrar como acicate de la imaginación. Se trata de permitir que el niño desarrolle sus talentos naturales, algo que será útil para sí mismo y para todos los demás y aquí llegamos a esa otra función de la educación, brindar los ciudadanos, los trabajadores y profesionales que moverán al país.

En el imaginario uruguayo se encuentra la creencia de que la educación remediará todos los males que nos aquejan pero, aunque la educación puede cumplir un rol esencial, lo cierto es que sólo es uno de los factores del cambio y en rigor, la educación se encuentra determinada por la sociedad en que se inscribe. Uno podrá conseguir el mejor profesor del mundo, pero la clave de lo que se enseñe estará dada por el nivel cultural previo de los estudiantes y por eso, a un mismo profesor y programa, los resultados serán muy diferentes en Carrasco o en el Borro.

Esta reforma que se pretende imponer, como cualquier otra reforma, fracasará al no estar inscripta en un proceso de real transformación del país. La economía primarizada, la acentuada concentración de riqueza, el tejido productivo y social roto, el desarraigo cultural, la marginación creciente y la cobardía intelectual impondrán el límite o más bien, tirarán a la baja todavía más nuestra enseñanza.

Una educación liberadora vendría de la mano de un proyecto de país, de un plan de desarrollo que necesitara de ciudadanos dispuestos a pensar cómo trazar un nuevo rumbo, ciudadanos educados por la necesidad de estimular al máximo la capacidad de entender nuestro mundo para poder transformarlo. Esa sería una educación pensada por nosotros para nosotros, una educación que, como dice Aldo Mazzucchelli, frente a la ola igualadora de la globalización, nos lleve a amar lo nuestro y proyectar lo nuestro, en el sentido contrario a “una educación para globalizar a la gente destruyendo las narrativas y las tramas imaginarias locales, y eliminando o minimizando el rol de las humanidades en todos los niveles de la educación” (5).

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Notas:

(1) http://eduy21-2.net.com.uy/Documentos/Libro%20abierto%20EDUY21.pdf Entre otros, dos problemas que no abordamos en este artículo son la interrogante de si esta reforma se impondrá también a la educación privada y la certeza de la transformación de la dirección de los centros con una lógica gerencial abierta a influencias externas.

(2) Para una ampliación sobre el desastre que significa la educación por competencias, véase este artículo que hemos seguido y cuya lectura recomendamos calurosamente: “Crítica de la educación por competencias”, por Angélica del Rey y J. Sanchez-Parga.

(3) Para una ampliación del concepto revolución educativa asociado a las neurociencias y acerca del peligro que implica tamaño delirio, véase este artículo de Daniel Brailovsky cuya lectura también recomendamos calurosamente: https://www.laizquierdadiario.com/Las-neurociencias-no-revolucionan-la-educacion

(4) Todo un signo de nuestra educación: tenemos varios institutos dedicados a educar niños con retraso mental, pero uno sólo para niños superdotados. Así de estúpido y de cruel es nuestro sistema.

(5) Para una ampliación del concepto soberanía ideológica y otros conceptos, y cómo desde todos sus ángulos esta reforma los erosiona, véase este artículo de Aldo Mazzucchelli cuya lectura no podemos dejar de recomendar calurosamente: http://www.henciclopedia.org.uy/Columna%20H/MazzucchelliMinga.htm

http://calpu.nuevaradio.org/?p=195

 

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