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Mundo, Mundo :: 24/10/2022

Soberanía alimentaria: el camino a seguir

Silvia Ribeiro
La soberanía alimentaria es la única solución

El 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación según la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), fue marcado por más millones de gente con hambre, muchos más en pobreza, en medio de la crisis por el aumento de precios de los alimentos. Covid, guerras y cambio climático convergen de la peor manera para exacerbar la situación, que es aprovechada por las trasnacionales de los agronegocios y del comercio de alimentos para especular.

La Vía Campesina, el mayor movimiento global de organizaciones campesinas, llama al 16 de Octubre Día internacional de acción por la soberanía alimentaria de los pueblos contra las trasnacionales. Este año compartió su análisis de coyuntura y propuestas con la declaración La soberanía alimentaria es la única solución y camino a seguir (https://tinyurl.com/5x4cj327).

La crisis alimentaria en este momento es inédita, afirman, porque se desarrolla en medio de un contexto global más difícil que el de las crisis alimentaria y de combustibles de 2008. La intensidad y frecuencia de los choques climáticos se han más que duplicado en comparación con la primera década de este siglo. En los últimos 10 años, alrededor de mil 700 millones de personas se vieron afectadas por desastres relacionados con el clima, de las cuales casi 90 por ciento se convirtió en refugiados climáticos. El hambre, la desnutrición y la pobreza son más difíciles de superar debido a las guerras, los conflictos y los desastres naturales en curso. Esto obstaculiza todos los aspectos de un sistema alimentario, desde la recolección, procesamiento y transporte de alimentos hasta su venta, disponibilidad y consumo.

Sin embargo, anota la Vía Campesina, el problema no es de producción ni de abasto –se producen alimentos más que suficientes para toda la población mundial– sino de acceso a los alimentos, dificultado por una cadena alimentaria industrial controlada por trasnacionales. Las empresas controlan macrodatos, tierras agrícolas, recursos oceánicos, semillas y agroquímicos, al tiempo que se apropian de 80 por ciento de los alimentos producidos por las y los agricultores familiares.

A su vez, presionan para que haya cada vez menos controles de parte de gobiernos y de organizaciones internacionales. La Cumbre de Sistemas Alimentarios realizada en 2021, en gran parte promovida por las trasnacionales, tuvo como uno de sus objetivos debilitar los pocos mecanismos de gobernanza pública de los sistemas alimentarios (https://tinyurl.com/4jsdk288).

Denuncian también la tendencia en todo el mundo a la reducción de espacios para la acción civil y el aumento de violaciones a los derechos humanos, la opresión y criminalización de personas y organizaciones que defienden la tierra. Hay más represión desde los estados, utilizando fuerzas militares y de seguridad, al tiempo que cae la legitimidad del sector público tanto por la coptación corporativa como por una narrativa de desarrollo que asigna un papel de liderazgo a la inversión del sector privado.

No obstante, destacan que “en las últimas tres décadas ha habido un crecimiento de una red cada vez más robusta, diversificada y articulada de pequeñas y pequeños productores de alimentos, trabajadores y otros actores sociales perjudicados por el sistema alimentario globalizado liderado por corporaciones, que abogan por una transformación radical de los sistemas alimentarios y agrícolas basada en la soberanía alimentaria. Estos movimientos se han comprometido decididamente en la defensa y construcción de dispositivos de abastecimiento de alimentos ecológica y socialmente sostenibles y arraigados territorialmente, que tienden a denominarse ‘alternativos’, aunque son responsables de hasta 70 por ciento de los alimentos que se consumen en el mundo. Repensar las políticas agrícolas como una cuestión de seguridad económica y nacional debe ser una prioridad”.

Para ello proponen, entre otras medidas, el cese de la especulación alimentaria y la suspensión de la comercialización de alimentos en las bolsas de valores; la exclusión de la producción de alimentos de los acuerdos de libre comercio y de la Organización Mundial de Comercio; prohibir el uso de productos agrícolas para producir agrocombustibles o energía.

Exigen un cambio radical en las políticas alimentarias a nivel nacional e internacional, que incluya un nuevo marco global basado en la soberanía alimentaria, no en el comercio, a fin de fortalecer la agricultura campesina local y nacional, para garantizar una base estable para una producción de alimentos relocalizada, el apoyo a mercados liderados por campesinas y campesinos locales y nacionales, y proporcionar un sistema de comercio internacional justo basado en la cooperación y la solidaridad.

Abogan por un cambio radical hacia la agroecología para producir alimentos saludables para el mundo. Debemos enfrentar el desafío de producir suficientes alimentos de calidad al tiempo que reactivamos la biodiversidad y reducimos drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático.

Efectivamente, para enfrentar el hambre, el cambio climático, la destrucción ambiental y social, las crisis de salud, la verdadera soberanía alimentaria desde y con las comunidades campesinas e indígenas es la única solución.

La Jornada

 

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