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Europa, EE.UU., Europa :: 11/10/2022

Stella Moris, compañera de Julian Assange: "Les conviene a todos que esté callado en la cárcel"

Nina Verdelli
Biden sigue la estela de Trump. Me siento decepcionada

Tras defender a Julian Assange en los tribunales, la abogada Stella Moris Assange se casó con él, le dio una familia y le hizo una promesa: luchar por su liberación y no rendirse hasta que volviera a casa.

Si Julian Assange sigue vivo, probablemente sea gracias a ella. Gracias a Stella, a su estrella, que lo salvó de todas las maneras en que un hombre puede ser salvado. Abogada de prestigio en la escena internacional, de 38 años, la sudafricana Stella Moris, Sara Gonzales Devant al nacimiento, primero lo defendió de las acusaciones de estupro en Suecia (el caso fue desestimado en 2017 y no llegó nunca a celebrarse un juicio) y luego se convirtió en portavoz del caso Assange en todo el mundo. Finalmente, se casó con él y tuvieron dos hijos. En realidad, tuvieron dos hijos (Gabriel, de 5 años, y Max, de 3) y después se casaron: la boda se celebró el pasado mes de marzo, durante la hora de las visitas en la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh, Londres, donde el fundador de WikiLeaks está encarcelado desde 2019.

La causa: al parecer violó la libertad condicional en 2010, cuando aún no se había retirado la acusación por acoso sexual. La verdad según Stella: «EEUU quiere juzgar a Julian por espionaje y encarcelarlo para siempre. No le perdonan haber filtrado documentos que prueban los crímenes de guerra cometidos en Afganistán y en Irak tras el 11-S, ni la publicación de los correos electrónicos del personal de Hillary Clinton que sugerían que las primarias de 2016 se desarrollaron de forma poco clara. Están haciendo todo lo posible para extraditarlo y, de momento, van por buen camino». De hecho, el 20 de abril de este año, el Tribunal de Londres autorizó formalmente su extradición a EEUU.

Pero Moris, con cara de niña y mirada sabia, no se rinde. Lucha a golpe de audiencias, manifestaciones, encuentros con el público (el próximo 7 de octubre con motivo del Wired Next Fest en la Fábrica del Vapor de Milán), entrevistas y tweets. Y no para de colocarse el pelo enérgicamente de un lado a otro de la cara cada vez que una pregunta la acalora.

¿Tiene pensado apelar?
Hemos recurrido. Estamos esperando una respuesta, pero aún no hay fecha.

Julian Assange sufrió hace poco un ataque isquémico. ¿Cómo se encuentra en estos momentos?
Está tomando medicación para evitar que se repita, pero su salud psicofísica empeora día tras día.

¿Tiene miedo de que pueda hacerse daño?
Siempre. Durante la última audiencia se sometió a un examen psiquiátrico. Cinco médicos han detectado en él tendencias suicidas, algo fácilmente realizable si el fantasma de la extradición se hiciera realidad.

¿Recibe apoyo psicológico en la cárcel?
Sí, pero no es suficiente. Belmarsh es una cárcel terrible.

Esta cárcel se conoce como «la Guantánamo británica”. ¿Cree que está recibiendo un trato inhumano?
Creo que le están privando poco a poco de toda la humanidad.

¿A qué se refiere?
Si deshumanizas a una persona, puedes hacer con ella lo que quieras. Lo están haciendo con Julian de una manera muy sistemática. Con la acusación de estupro mancharon su reputación, luego sembraron dudas sobre la finalidad de su actividad periodística, asociaron el nombre de Julian con el de personas poco recomendables (A raíz del escándalo sobre el Partido Demócrata de EEUU, una parte de la prensa y de la opinión pública estadounidense comenzó a insinuar que Assange había conspirado con el gobierno ruso para promover la elección del republicano Donald Trump). Hicieron todo lo posible para alejar el recuerdo de los éxitos de WikiLeaks, que cambiaron para siempre el modo de hacer información.

En otras palabras, han convertido a un hombre candidato en varias ocasiones al premio Nobel de la paz en…
En un delincuente que puede ser detenido con cualquier pretexto, extraditado y condenado a cadena perpetua. Lo están volviendo invisible.

En una entrevista anterior contaba que ni siquiera le han permitido publicar una fotografía de su boda.
“Una cuestión de seguridad”, dijeron. Es absurdo: ¿qué daño puede hacer una instantánea de dos personas que se casan? No solo eso: ahora que ni siquiera le permiten presenciar las audiencias, tiene que seguirlas por vídeo. Están haciendo todo lo posible para borrarlo de la vista y del corazón de la gente.

¿Podría intentar que le pusiéramos cara aquí?
Julian está delgado, tiene el pelo bastante corto y una bonita barba. Una imagen muy diferente de la imagen que circulaba cuando lo detuvieron. Entonces llevaba la barba y el pelo larguísimos, porque durante semanas no dejaron entrar a su peluquero en la embajada de Ecuador donde estaba refugiado. Le quitaron hasta el kit de afeitado. Persecución, no hay otra palabra para describir lo que le está ocurriendo.

¿Cuándo comenzó la persecución?
Siempre le han atacado porque, a lo largo de su carrera, ha enfadado a todos los que tenían un poco de poder: instituciones, bancos, grandes medios de comunicación… Pero las cosas empeoraron mucho con Trump. Obama nunca se permitió enfrentarse a Julian. Trump tenía una actitud más beligerante con el mundo de la información, y por eso….

¿Qué está haciendo Biden?
Sigue la estela de Trump. Me siento decepcionada. Pensaba que con él cambiarían las cosas. En cambio, me he dado cuenta de algo.

¿De qué?
De que les conviene a todos que esté callado en la cárcel. O mejor aún, bajo tierra.

¿Qué haría si tuvieran que extraditarlo?
Seguiría luchando para que volviera conmigo y con los niños. Se lo digo siempre a ellos: de vez en cuando se quejan de que trabajo mucho y juego poco. Les explico que trabajo mucho para traer a su padre de vuelta a casa.

¿Gabriel y Max quieren mucho a su padre?
Saben que su padre les quiere mucho. Se lo repito todos los días, que le quiero, que su papá los quiere, que le gustaría estar con nosotros y que los cuatro somos una familia.

¿Con qué frecuencia ven a su padre?
Un par de veces por semana. Visitas de una hora sentados en torno a una mesa de la que no podemos movernos.

¿Qué hacéis?
A veces dibujamos, a veces leemos libros. Julian hace cosquillas a los niños y ellos le abrazan.

Concibieron a sus hijos durante los años que Julian pasó en la embajada de Ecuador. Tampoco fue una situación fácil. ¿No pesó en la decisión de formar una familia?
Las circunstancias eran hostiles, sí, pero no nos desanimamos. Queríamos tenerlos y lo hicimos.

¿Qué sintió cuando se enteró de que estaba embarazada por primera vez?
Una mezcla de alegría y terror extremo.

¿Cómo se lo dijo?
Le escribí. En la embajada había cámaras por todas partes y para comunicar cualquier cosa privada lo mejor era escribirlo en un papel, doblarlo, pasarlo y leerlo encorvado para hacer sombra en las palabras. Julian estaba muy contento y un poco preocupado. Pero al final comprendimos que lo único seguro era nuestro amor. Apostamos por el amor.

¿Fue amor a primera vista?
Yo no diría eso. Me impresionó su inteligencia. Es un hombre magnético, curioso, interesado en saber más sobre la persona que tiene delante. Enseguida mantuvimos una agradable conversación y, sí, quizá me pareció atractivo de inmediato, pero el amor vino después.

¿Quién dio el primer paso?
Creo que él. Éramos ya muy amigos cuando saltó la chispa.

¿Nunca dudó en entablar una relación con un hombre con una vida tan complicada? 
Hubo algunas dudas. Temía por mi seguridad y la de los miembros de mi familia.

Llegó a cambiarse de nombre para protegerse.
No quería que se recopilara información sobre mí.

¿Enseña a sus hijos que la verdad es más importante que la libertad?
No, les enseño que no hay que elegir. Insisto en que lo que nos está pasando no es normal, es injusto. Pero que un día se acabará y entonces papá volverá a casa.

Y si ocurriera mañana, ¿qué haría?
A veces fantaseo con una fiesta de bienvenida en casa, pero no creo que sea el caso. La prisión se queda pegada a ti y hay que trabajarlo. Quizá intentaría que pasara unos meses en el campo, en plena naturaleza, sin obligaciones. Solo sentirse bien e intentar recuperar el tiempo perdido.

Vanity Fair Italia. Traducido por Isabel Escribano Bourgoin.

 

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