Un 24 de marzo enorme para decirle No a Milei
La enorme concentración realizada en la capital y en muchas ciudades del país dan cuenta de un activo dispuesto a movilizarse, que no es fácil encontrar en otros lugares del mundo.
Es difícil arriesgar cifras pero no es aventurado suponer que mas de un millón de personas se movilizaron este 24 de marzo, la mitad de ellas en Buenos Aires y el conurbano. Las diferencias políticas planteadas que conspiraron en algunos lugares para que no se hicieran actos unitarios fueron superadas por los cientos de miles de personas que fueron por su cuenta y que aportaron unidad a actividades que no se vivieron como diferenciadas. En todo caso, un tránsito continuo de manifestantes, donde las banderas oscilaron del celeste y blanco al rojo.
En los cambios que fueron visibles este 24 de marzo se confirma la desaparición del partido Radical (derecha) como defensor de banderas democráticas y de los DDHH. La solitaria presencia de Losteau no alcanzó a disimular que hace algunas décadas el alfonsinismo aportaba iniciativas y contingentes de activismo opuestos a las políticas dictatoriales. Como contrapartida, la incorporación de la CGT, de grupos culturales, de asambleas y de comisiones de clubes de futbol, agregan nuevos protagonistas al repudio al golpe militar, y a las políticas del actual gobierno.
También se advierte un descongelamiento en la juventud donde la generación zombie que fue impactada por los gobiernos de Macri y Alberto Fernández y la pandemia, empieza a ser desplazada por nuevas camadas de jóvenes que advierten que la burbuja mediática tiene fallas, o no le da respuestas a cuestiones tan elementales como estudiar o tener unos pesos en el bolsillo para ir a bailar o tomarse una cerveza. Que usan las redes sociales e internet, pero empiezan a romper la esclavitud y la ausencia total de pensamiento crítico que les tratan de imponer.
Resultó evidente que los grandes repudiados fueron la pareja gobernante y sus intentos de hacer retroceder la historia y derechos adquiridos. También que, por ahora, solo hay decisión de resistencia, no hay alternativas políticas que enamoren.
En las paredes de Buenos Aires podían verse carteles que decían: “Marchaste contra Milei, ahora afiliate al PJ “. En esos afiches resulta rescatable la intención de vincular la resistencia a una propuesta política. Pero también parece evidente que la propuesta es bastante pobre, partiendo de un partido cuyos últimos candidatos presidenciales fueron Scioli, Fernández y Massa. Y donde, negando sus orígenes del 17 de octubre de 1945, se ha impuesto la convicción de que todos los problemas se solucionan por arriba, por la acción o inspiración de los dirigentes, nunca por la movilización popular.
El gran problema a resolver es transformar la resistencia en proyecto alternativo. El único debate realmente interesante es el de cómo, quienes siempre ponen el cuerpo, afrontan sus propias incapacidades para gestar un proyecto de poder.
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