Unidad, Unidad, Unidad (17 de diciembre 1830-2020)
Fue el Libertador Simón Bolívar esencialmente un guerrero de la unidad. La fuerza de su estrategia geopolítica de independencia y libertad reside en la unidad. Sin ella la libertad del nuevo mundo hubiese sido una quimera, un anhelo sin poder de disuasión frente a la corona española, y un sueño sin esperanza frente a las pretensiones neocoloniales e imperiales del «terrible monstruo del norte».
Empuñando esa bandera, hace 200 años, recorrió Bolívar la América del Sur, despertando conciencias y comandando batallas. A pie, en mula y a caballo atravesó llanuras inmensas, escaló la mole de los Andes, atravesó ríos y navegó los mares, hasta plantar en el Potosí, el estandarte de la libertad como lo visionara en el año 17 en la laguna de Casacoima.
La unidad sigue siendo su pasión: «Para nosotros la patria es América» proclamó en 1814. «Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria» escribió en su Carta de Jamaica en 1815. «La reunión de la Nueva Granada y Venezuela es el objeto único que me he propuesto desde mis primeras armas: es el voto de los ciudadanos de ambos países, y es la garantía de la libertad de América del Sur» afirmó en el Congreso de Angostura en 1819. «Nuestras repúblicas se ligarán de tal modo, que no parezcan en calidad de naciones sino de hermanas».
Bolívar quería conformar en este hemisferio una potencia mundial surgida de la unidad de las nuevas repúblicas no para invadir y subyugar naciones, sino para blindar nuestro destino de pueblos libres, y al mismo tiempo propagar humanidad sobre la tierra. Su estrategia geopolítica basada en la unidad, en la conformación de una gran nación de repúblicas hermanas, no fue un desvarío, sino un sueño de grandeza y dignidad escrito con su puño y letra en el firmamento de Nuestra América, que aún espera concreción. Ya es tiempo de remover la cizaña sembrada por los liderazgos de feudo capitaneados por Santander, Páez y las oligarquías del continente con el beneplácito de los Estados Unidos.
Si no se hubiese interpuesto esa visión de egoísmo y de enriquecimiento a través de secuestro del poder, para derrotar el pensamiento bolivariano, tendríamos un mundo distinto, más humano, un equilibrio del universo, donde la solidaridad, la educación, los logros de la ciencia y la tecnología, la salud, las riquezas de la tierra, y el derecho a ser gobierno, no serían monopolio de unas minorías insolidarias y excluyentes. Solo unidos podemos auspiciar una insurgencia global contra la tiranía del capital que nos oprime, y hacer prevalecer la autodeterminación de los pueblos, y tornar nula la pretensión del imperio de imponer la extraterritorialidad de sus leyes absurdas.
Al despedirse en Santa Marta el libertador nos pidió trabajar por el bien inestimable de la unión. Los que murieron luchando por la humanidad, como Jesucristo, Bolívar, Fidel, Chávez y Manuel…, siguen vivos en el corazón agradecido de la gente; mientras los otros, los que actuaron impulsados por el egoísmo, están enterrados en el cementerio de la historia. Están muertos hasta en el recuerdo.
El alma, el pensamiento de Bolívar, sigue en lucha. Debemos salir al campo de combate con la fuerza de los libertadores y de todos aquellos que han luchado por una patria nueva y un mundo mejor para todos.
El sueño de unidad latinoamericana y caribeña no se ha desvanecido. Tenemos que unir, como en el pasado, a Colombia con su hermana Venezuela. Ese ejemplo de unidad atraerá al resto de pueblos. Los que han vivido sin esperanza se unirán entonces para defenderse.