Uruguay: Educación para la democracia
Un gobierno de izquierda que decreta la esencialidad; una olímpica desobediencia gremial; la ocupación masiva de centros de enseñanza; una marcha nutrida; una ministra de educación que exige la presencia de la fuerza policial; un paro parcial para quedar bien con Dios y con el Diablo; la acentuación del divorcio entre la central y el gobierno; la división interna del FA; la desaparición de la oposición de la escena política; un convenio por el que se levanta el decreto y se vuelve a clases.
Sea lo que fuere que uno piense sobre insoportables paros que irremediablemente perjudican a la educación de los pobres, este decreto fue un atentado contra el derecho de huelga, y en suma, contra la libertad de expresión. Pero el decreto también fue otras cosas, como un anuncio de la crisis que vendrá y una plancha en el pecho del PIT-CNT, que apenas se avive que sus buenos gestos hacia el gobierno no lo salvarán de la intemperie, se preguntará dónde meter el inopinado discurso del 1 de Mayo, donde, tras leer el saludo del Presidente de la República (¡¿?!) se afirmó en tono exultante: “vivimos momentos de transformaciones profundas a favor de los orientales”. El decreto fue también un eficaz medio de tirar la pelota a la otra cancha, al colocar una piedra en el camino de la negociación por mejores sueldos.