Uruguay: Elementos para pensar la coyuntura y la apertura de una nueva etapa
Uno. Nuevo escenario: se acaba el “viento de cola”.
Son varias las señales que indican que están llegando a su fin las premisas materiales que permitieron la gestión progresista del capitalismo uruguayo. Mientras que en los quinquenios 2005-2009 y 2010-2014 la economía creció un promedio anual de 5,9% y 5% respectivamente, para el quinquenio 2015-2019, la previsión es que lo haga al 2,7% anual2.
El desempleo, que a fines de 2014 cerró en 6,6%, en junio de 2015 alcanzó el 7,4%,. Las exportaciones de enero a agosto de 2015 han descendido un 16,5% en relación al mismo período del año anterior mientras que las importaciones se han contraído un 6,8% en el mismo período3. El salario real en los últimos diez años creció aproximadamente un 50%, con un incremento anual promedio cercano al 4,7%4. A juzgar por las nuevas pautas salariales para la negociación del sector privado, es esperable que el salario real comience a estancarse o a crecer considerablemente por debajo del nivel anterior.
En términos generales, la caída de los ingresos derivados de nuestras exportaciones es clave para entender el menor ritmo de acumulación interna. A esta menor captación de renta de la tierra derivada de una caída de los precios de los bienes exportados, se suma otra variable que tenderá a consolidarse: el fin de un ciclo de alta liquidez internacional dado el inevitable cambio en las políticas monetarias de los países centrales. En los próximos años es previsible que no haya la misma afluencia de capitales a nuestra economía que permitan compensar la disminución de los ingresos derivados de las exportaciones. La menor afluencia de dólares dificulta el cierre de las cuentas externas y tiende a depreciar la moneda lo que a su vez presiona la inflación. En el fondo, lo que está ocurriendo es la disminución tanto del flujo de renta que alimenta la acumulación del conjunto del capital en Uruguay, como de los capitales extranjeros que buscan nuestro territorio para valorizarse. La consecuencia de esto es una disminución de la capacidad de valorizar capital en nuestra economía lo que implica también una menor capacidad de valorizar fuerza de trabajo, es decir, el incremento de la población obrera sobrante.
Dos. El ajuste sobre la fuerza de trabajo.
Cuando se reduce el grifo de la renta de la tierra (baja de los precios de las materias primas) el recurso que queda para sustituir la renta es el endeudamiento externo o captación de otros flujos de capitales (IED, etc). Es por tanto previsible que a pesar de que el crédito se encarecerá en los próximos años, el gobierno uruguayo deba recurrir a un incremento de los niveles de deuda externa. Si el endeudamiento es insuficiente o demasiado costoso y los precios de las materias primas no se recuperan, a los representantes de los capitales que se valorizan en nuestra economía no les queda otra opción que comenzar a presionar por la desvalorización de la fuerza de trabajo. Esto se traduce en el inicio de una presión por la disminución o congelamiento del salario real directo y/o indirecto (gasto social del Estado). Los ajustes o “paquetazos” neoliberales son en esencia la expresión de este movimiento.
Tres. El impacto a nivel regional.
Los impactos del cambio de ciclo trascienden a Uruguay. Una vez que toda América Latina sienta de lleno los impactos del nuevo escenario, la tendencia estructural previsible es que los Estados latinoamericanos comiencen a disputarse entre sí la menor cantidad de inversión extranjera que estará llegando y al mismo tiempo comiencen a disputar los mercados para la colocación de las mercancías. La forma en que se procesa esta disputa es el otorgamiento de facilidades al capital para invertir (menores impuestos, políticas de competitividad sobre la base del abaratamiento de la mano de obra –devaluaciones-, desregulación ambiental, entre otros). La variable fundamental en esta pelea por la captación de los capitales es la disminución del precio de la fuerza de trabajo. A ello concurrirán los eventuales ajustes por venir. Cuando al menos uno de los países de la región aplica un proceso de ajustes acaba generando ventajas competitivas lo que empuja a las otras burguesías a seguir por el mismo camino para poder competir. Esto impone desafíos al proceso integracionista latinoamericano, ya de por sí poco activo. El ajuste en curso en Brasil puede ser clave en este sentido.
Cuatro. Posibles escenarios.
Por el momento no asistimos a la ruptura abierta del “pacto distributivo” de la última década sino a los inicios de su agrietamiento. Si la reversión del ciclo económico se afirma y profundiza, la necesidad del “achique” puede pasar al nivel del “ajuste” y de un escenario de estancamiento del salario real y ralentización del gasto público podemos transitar a uno de reducción salarial y ajuste fiscal, aunque antes de llegar a este punto es probable que el gobierno recurra con mayor fuerza al endeudamiento externo e interno.
Tres grandes escenarios hipotéticos (y entre ellos muchos grises) en el corto y mediano plazo:
Escenario de meseta y “achique”. La economía sigue creciendo a niveles aceptables pero por debajo del período progresista. El gobierno contiene las demandas sociales y se compromete a mantener el poder adquisitivo (las nuevas pautas salariales van en este sentido). En términos de mejora del poder adquisitivo y condiciones de vida, hay un estancamiento. Se llega a una fase de meseta en materia de avances materiales para el pueblo.
Escenario de retroceso y ajuste. La crisis internacional se profundiza, la economía uruguaya se estanca y el gobierno apuesta por el ajuste. Se inicia el retroceso abierto en materia de condiciones de vida en medio de una creciente intensificación de la lucha política.
Escenario de avance político de los sectores populares y nacionalistas por medio de un segundo ciclo de reformas. Los sectores populares toman la iniciativa política y jalonean al gobierno hacia el desarrollo de un nuevo ciclo de reformas que permitan avanzar en materia de soberanía política sobre la economía y distribución del ingreso y la riqueza. El clivaje ordenador del tablero político uruguayo se redefine bajo la oposición de los sectores populares contra el bloque económico dominante.
Hoy nos encontramos en el escenario A y probablemente en el corto plazo no esté planteado un pasaje al B, pero no es descartable en vistas de los últimos acontecimientos a nivel global. De cualquier manera, tanto en A, B y C es inevitable una intensificación de la puja distributiva y la lucha de clases.
Cinco. Encrucijada.
En los capitalismos latinoamericanos, sin renta de la tierra alta ni disponibilidad de otros flujos de capital compensatorios (endeudamiento, IED), ambos elementos que parecen contraerse, a la burguesía no le queda otra opción que avanzar en la desvalorización de la fuerza de trabajo para continuar manteniendo su tasa de ganancia y espacio económico en la valorización mundial, lo que implica empobrecimiento relativo y hasta absoluto de la clase trabajadora, aumento de la población obrera sobrante y proletarización de parte de la pequeña burguesía y achicamiento de segmentos de la burguesía mercadointernista.
En perspectiva histórica, si la crisis del capital se profundiza, la clase obrera no tiene muchas alternativas: o ve cómo se desvaloriza su mercancía trabajo y comienza a fragmentarse y lumpenizarse; o avanza sobre la burguesía tomando el control del aparato productivo y planificando la producción social orientada a la creación de valores de uso para la sobrevivencia y la ampliación de los márgenes de independencia económica y política. En el medio de esto último existen una serie de mediaciones que precisan ser identificadas a la luz de los desafíos de la construcción de hegemonía teniendo en cuenta que el punto de partida es de relativa debilidad estratégica.
En un plano más concreto, la nueva fase a la que arriba la economía uruguaya pone a la clase obrera y a los sectores de izquierda y progresistas del país ante una delicada encrucijada: o construyen las condiciones para la realización de un nuevo ciclo de reformas estructurales que avancen en materia de soberanía política sobre el metabolismo económico y redistribución del ingreso y la riqueza; o comienzan a ver con impotencia el estancamiento o retroceso en materia de inclusión social y mejora en la calidad de vida de las grandes mayorías nacionales en el marco del inicio de la descomposición del tejido económico nacional.
Notas:
2 Previsiones del Ministerio de Economía y Finanzas
3 Uruguay XXI
4 INE
* Rodrigo Alonso es economista
CALPU