¿Y si gana Trump?
Primero, fue la noticia que la ligera ventaja a favor de Khamala Harris, quince días antes de las elecciones, se había reducido abrúptamente. Después, fueron las encuestas sobre los 50 millones que ya votaron por correo, que muestran paridad en los candidatos, cuando habitualmente en ese tipo de votación se imponen siempre los demócratas.
La renuncia de Joe Biden a renovar su candidatura presidencial y su reemplazo por Khamala Harris mejoraron las chances de los demócratas, y el buen desempeño de la actual vicepresidenta en el debate presidencial los hicieron entusiasmar con una eventual victoria que parecía segura hace unas semanas. Sin embargo, para Harris seguir siendo parte de la gestión Biden tiene sus costos y su contricante, Donald Trump, sin hacer mucho ha recuperado terreno.
En las elecciones de los EEUU el elegido presidente no es el candidato más votado, sino quien tiene más electores en el Colegio Electoral. Y cuando se eligen electores, se da la particularidad de que, quien gana en un Estado aunque sea por un voto, se lleva todos los delegados de esa jurisdicción. Esto obliga a poner la lupa en algunos Estados donde no hay mayorías consolidadas y finalmente terminan definiendo las elecciones. Estos Estados son Pensilvania con 19 electores, Carolina del Norte (16), Georgia (16), Michigan (15), Arizona (11), Wisconsin (10) y Nevada (6).
Las causas de la caída de Harris y el repunte de Trump en los últimos días parecen estar vinculadas a la política internacional de la actual gestión y a algunos datos de la economía doméstica.
El fervor guerrerista de la administración Biden, que está siendo derrotado en Ucrania y es responsable del genocidio en Palestina, parecen haber disminuido las chances de Harris. Una población sumamente despolitizada como la estadounidense al menos advierte que las gestiones demócratas conducen inexorablemente a la guerra. Y esta percepción puede dar una oportunidad a las promesas demagógicas de Trump de ocuparse exclusivamente de los asuntos internos. El genocidio del pueblo palestino es inocultable, y en algunos Estados como Michigan, con mucha población de origen árabe, votar a Harris es avalar la masacre de sus hermanos.
El otro dato clave es el aumento de los precios internos, en particular los alimentos. Una mayoría de los estadounidenses considera que les va a ir mejor si votan al candidato republicano.
Trump ha anunciado que va a terminar con la impopular guerra de Ucrania, pero no ha dicho una palabra sobre Gaza. Al igual que su contrincante tienen grandes compromisos con el 'lobby' sionista y el votante republicano es marcadamente pro israelí.
Una retirada del apoyo a Zelensky dejaría expuesto al gobierno ucraniano a una inmediata derrota militar, o una negociación dolorosa con la triunfante Rusia. Pero también golpearía a Europa y a la OTAN, que se comprometió en esta guerra, pagando los mayores costos. Como contrapartida, un triunfo de Trump empeoraría las condiciones de los migrantes y aumentaría las presiones sobre países como Cuba y Venezuela, que EEUU considera como parte de su “patio trasero”.
Las elecciones en EEUU no suponen una elección entre una mujer hija de migrantes, 'feminista' y 'progresista' y un poderoso empresario misógino y reaccionario, sino entre dos fuerzas políticas que, con distintos discursos, defienden los intereses de los más poderosos, fuertemente involucradas con el aparato industrial militar, y que identifican a China como el principal enemigo a derrotar. La disputa entre Trump y Harris enmascara un enfrentamiento entre facciones distintas del poder plutocrático, que pretenden beneficiarse del despojo a que someten a la población estadounidense, y a otros pueblos del mundo.
Un triunfo de Trump, que busca apoyos entre los trabajadores blancos arruinados por el globalismo, beneficiaría al poder oligárquico y a super millonarios como Elon Musk, los petroleros Timothy Dunn y Harold Hamm, y la empresaria israelí Miriam Adelson. También será festejado por los políticos de extrema derecha como Marine Le Pen, Georgia Meloni, el británico Boris Johnson y el argentino Javier Milei. Las diferencias entre republicanos y demócratas en temas como el uso de armas, la inmigración o el aborto, encubren coincidencias más profundas como promover el drenaje de dinero hacia las élites y el desempoderamiento de los pueblos y los Estados que quieren poner límites al poder corporativo.
Si se confirman los últimos pronósticos y Trump gana la elección, el gobierno de Javier Milei festejará como propio el resultado, pero no debería esperar ninguna solidaridad del nuevo mandatario. El lema de Trump: “[Norte]América primero”, que debería leerse en realidad “Los negocios de mis amigos, primero”, no prevé sostener ningún tipo de alianzas o ayudas extraterritoriales, salvo por razones comerciales.
Quedan dos días y en ellos, las dos fuerzas en pugna apelarán a todo tipo de artimañas para descalificar a sus rivales. Que gane Trump, un veterano de los golpes de efecto y la política sucia, parece ser la opción más probable.
tramas.ar