40 años después, Georges Ibrahim Abdallah sigue preso
Once son las solicitudes de libertad condicional que Georges Ibrahim Abdallah ha presentado en el Estado francés en los últimos años. Todas ellas han sido rechazadas, ya sea en primera instancia, en apelación o en recurso ante el Tribunal Supremo.
Es más, en las raras ocasiones en que los tribunales franceses han aceptado su solicitud de libertad condicional en apelación, ha sido el propio Gobierno galo el que ha obstaculizado el proceso negándose a emitir la orden de expulsión exigida por los jueces.
Sus allegados califican a la Justicia francesa de implacable y le acusan de sucumbir ante la presión estadounidense e israelí, mientras que su abogado la califica de «inmensa hipocresía».
Y es difícil llevarles la contraria. A sus 73 años de edad, este militante comunista libanés acaba de sobrepasar la marca simbólica de los 40 años de detención. A pesar de que hace ya un cuarto de siglo que puede ser puesto en libertad, su caso está viciado por elementos cuando menos sorprendentes.
El fruto de una época
Desde su celda, Georges Ibrahim Abdallah es testigo del asolador panorama que inunda la actualidad: la masacre de palestinos en la Franja de Gaza –causa que su corazón eligió como suya– y la destrucción de su país, Líbano, por parte del mismo Ejército israelí.
Un escenario muy parecido al de principios de los años ochenta, cuando este nativo de Kobayat, un pueblo cristiano maronita, comenzó su militancia. La historia de Abdallah está inseparablemente ligada a la de Líbano, y en particular a la invasión israelí de 1982, que costó la vida a más de 20.000 civiles libaneses y palestinos.
Robert Abdallah, su hermano menor, recuerda: «En 1978 Líbano fue invadido. En 1982, la invasión se repitió hasta ocupar Beirut. Se cometieron numerosas masacres contra libaneses y palestinos. Beirut sufrió un asedio de tres meses, hambruna y bombardeos. Al igual que la ocupación de Palestina provocó la aparición de la resistencia palestina, también lo hizo la agresión contra Líbano».
«La causa palestina es la que su corazón hizo suya. Como él dice, fue al ver los campos de refugiados de Líbano cuando eligió el camino de la lucha», explica Isabelle, una amiga desde hace 20 años muy implicada en el apoyo al prisionero.
Tras unirse al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), Georges Ibrahim Abdallah participó en la creación de las Facciones Armadas Revolucionarias Libanesas (FARL).
Unos meses más tarde, la organización marxista reivindicó las muertes en París de Charles Ray, agregado militar en la embajada de Estados Unidos, el 18 de enero de 1982, y de Yacov Barsimentov, segundo consejero en la embajada de Israel, el 3 de abril de 1982.
«El imperialismo, con el pretexto de luchar contra los ‘fanáticos palestinos’, está destruyendo todo lo progresista en el Líbano. Tenemos derecho a defendernos. También es nuestro derecho atacar al imperialismo donde quiera que opere, y en particular donde quiera que goce del apoyo político del Gobierno de turno», reivindicará después la organización.
El 24 de octubre de 1984, Georges Ibrahim Abdallah fue detenido en Lyon con un pasaporte argelino falso y acusado únicamente por esta razón.
Esto marca el comienzo de una rocambolesca historia: el 23 de abril de 1985, en Líbano, las FARL secuestran al director del centro cultural francés de Trípoli, Gilles Sidney Peyroles, y lanzan un ultimátum, exigiendo la liberación de Abdallah. París, que negociaba a través de los servicios secretos argelinos, accedió. Entretanto, en uno de los pisos alquilados por el libanés en París, se descubre el arma utilizada para disparar a Charles Ray y Yacov Barsimentov.
Mientras que Gilles Sidney Peyroles es puesto en libertad, el Gobierno francés no cumple su palabra. Georges Ibrahim Abdallah sigue en prisión.
Al no encontrar sus huellas en el arma, será juzgado como cómplice de asesinato. En un hecho poco habitual, EEUU se une como parte civil, contratando a un abogado cercano al presidente François Mitterrand. En su juicio, en febrero de 1987, Abdallah dijo: «Si bien el pueblo no me ha confiado el honor de participar en estas acciones antiimperialistas que ustedes me atribuyen, al menos tengo el honor de ser acusado de ellas por su tribunal y de defender su legitimidad frente a la legitimidad criminal de los verdugos».
Mientras que el fiscal pide diez años de cárcel, el tribunal acaba condenándolo a cadena perpetua.
La presión estadounidense
«Todo estaba amañado», explica su abogado, Jean-Louis Chalanset, que asumió la defensa de Abdallah tras la muerte de Jacques Vergès.
Hay que decir que las pruebas hechas públicas sobre toda esta secuencia de acontecimientos son condenatorias: su primer abogado, Jean-Paul Mazurier, resultó ser un agente doble, trabajando al mismo tiempo para los servicios secretos franceses. «Hoy admito ante ustedes que mis manos están sucias, que hice un trabajo sucio, pero había que hacerlo», comentó en su momento el exletrado.
Desde entonces, las presiones estadounidenses para mantener a Abdallah en prisión no han cesado: el 21 de noviembre de 2012, cuando el tribunal de ejecución de penas falló a favor de su petición de excarcelación, Laurent Fabius, ministro francés de Exteriores, recibió un correo de la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, pidiéndole que no lo liberara.
«En el derecho francés no hay otro ejemplo que tenga punto de comparación. Los miembros del grupo Action Directe condenados a cadena perpetua en 1989 fueron puestos en libertad, al igual que el iraní Ali Vakili Rad [que mató al último primer ministro del Sha de Irán] y el libanés Anis Naccache. El proceso, la condena, el papel de la CIA, en fin, todos estos elementos demuestran que evidentemente hay un problema importante en su caso», explica su abogado.
En Líbano, la movilización a gran escala de casi toda la clase política no ha cambiado la situación, como explica su hermano, Robert Abdallah: «La inmensa mayoría de los libaneses han expresado y siguen expresando su solidaridad, y muchos dirigentes libaneses, sea cual sea su orientación, han manifestado su oposición a que continúe detenido. A finales de junio de este mismo año, una decisión unánime del Gobierno libanés declaró que Georges había cumplido su condena, por lo que se encargó al ministro de Justicia que se pusiera en contacto con las autoridades francesas para exigir su liberación». Fue en vano.
Movilizaciones
Ayer varios miles de personas volvieron a concentrarse ante la cárcel de Lannemezan, donde se encuentra recluido el prisionero. «Señalamos principalmente a Francia», explica su amiga Isabelle: «El Estado debe tomar una decisión real, la de una notificación de expulsión que debe firmarse, ya que a él se le está haciendo pagar por su compromiso con los palestinos».
Manifestación anual ante la prisión de Lannemezan.
Lo cierto es que, entre rejas, Georges Ibrahim Abdallah, que continúa con su activismo, se ha convertido en un auténtico símbolo para muchos militantes de la causa palestina, e incluso más allá. «Nunca deja de decirnos ‘sólo queda la lucha, camarada’. Ver a su pueblo tan valiente frente a lo que está ocurriendo le da coraje y él nos da fuerza», dice Isabelle.
Desde su celda, sigue de cerca las convulsiones del mundo. Sus allegados explican su interés por todas las causas, desde la lucha en Sudamérica hasta el panafricanismo y Euskal Herria. «Siempre ha tenido una excelente relación con los presos vascos, especialmente con Txistor, con quien ha mantenido el contacto», afirman sus amigos. Frederik Aranburu fue puesto en libertad en 2020 tras 30 años en prisión.
El 15 de noviembre se dictará una nueva sentencia, que podría allanar el camino hacia su liberación. Sin embargo, el contexto internacional no invita al optimismo, como explica su abogado. «Sigue afirmando ser comunista, y los siquiatras lo consideran casi una patología. Después del 7 de octubre, el experto le preguntó qué pensaba de Hamas, lo que dice mucho… Me parece que tanto EEUU como Francia creen que si lo ponen en libertad mientras Hizbullah pide su liberación, sería una victoria para ellos. Es absolutamente ridículo».
«Aunque está conmovido por el horror de lo que está ocurriendo, no cree que afecte a la moral de los combatientes de la resistencia, y él se considera un combatiente de la resistencia. Antes, ahora y siempre», concluye su hermano.
CALPU