A 10 años del asesinato de Alexandros
En una semana como esta, justo hace 10 años, el joven de 15 años Alexandros Grigoropoulos, estaba paseando junto a su grupo de amigos por las calles del barrio obrero ateniense de Exarchia sin saber que sería la última vez que lo hiciera. Según entraba la noche, un grupo de policías se estaba dedicando a provocar a los adolescentes que pasaban por las calles de un barrio bien conocido por ellos debido a su combatividad y movimiento popular. El crimen que cometió el grupo de amigos de Alexandros fue no callarse ante los insultos, los cuales fueron respondidos recriminando verbalmente a los policías su accionar. Eso fue suficiente para que un policía herido en su impunidad sacara su pistola y a sangre fría asesinara de un tiro en el corazón a Alexandros.
Esa misma noche Exarchia ardió, y el fuego se extendió por las principales urbes griegas y de manera ininterrumpida durante más de un mes. Era el inicio de la revuelta griega que daría tanto que hablar, la gota de sangre que colmó el vaso de la asfixiante situación de la clase trabajadora griega al calor de la autodenominada crisis capitalista que en beneficio de la oligarquía griega y la UE estaba y sigue estando exprimiendo sin compasión a los sectores más humildes de la población.
Durante los siguientes años en Grecia empezaron a cambiar las tornas, ya que un pueblo trabajador cada vez mas movilizado y auto-organizado había perdido la confianza en el sistema y mediante la lucha trataba de escribir su propio presente y futuro rupturista, llegando incluso a ganar un referéndum bajo la amenaza de todos los poderes fácticos internacionales habidos y por haber. Lo que pasó después es bien conocido hasta el hoy en día de Syriza (que llamaba a la resistencia en la revuelta mientras subía de votos) como ejecutora imperturbable de la Troika, cumpliéndose uno de los axiomas clásicos e históricos de la lucha de clases: El movimiento popular y obrero que durante años aporta conflictividad y desestabilización abriendo puertas para el cambio social, cuando se llegan a puntos de inflexión y las oportunidades son delegadas y gestionadas por la socialdemocracia institucional, se apaga el movimiento popular y obrero y se pierden las oportunidades. La delegación de las decisiones en grupos académicos o tecnócratas alejados de la calle y de la clase obrera dificulta operar el cambio debido a la credulidad de éstos en cuanto a la verdadera esencia de los estados y el capital, y a su componente de clase burgués. En resumidas cuentas, cuando la clase trabajadora deja de actuar con independencia de clase, sobre todo confiando en otros estratos sociales agarrados al institucionalismo, las posibilidades van desapareciendo y aparece la frustración. La ruptura se apaga y el reformismo colaboracionista dinamita los procesos ascendentes.
No solo ha sido reciente el caso griego. En el estado español, similares circunstancias agotaron el ascenso de la lucha de clases y la auto-organización popular mediante la delegación y absorción institucionalista socialdemócrata de lo que había sido el 15-M y diversas luchas obreras, centrifugando las posibilidades para asentarlas en el sistema. En Catalunya de igual forma solo en los momentos en los que la clase trabajadora a través del movimiento popular y en la calle ha dado pasos se han podido lograr ciertas metas que posteriormente han sido revertidas, echadas atrás e inutilizadas por el soberanismo gubernamental. La situación actual en Euskal Herria, que habiendo sido el proceso rupturista de los más veteranos de todos los ejercidos en Europa, incluso desde mucho antes de la ofensiva actual capitalista, también cuenta con este tipo de circunstancias lo cual también ha agotado toda posibilidad, terminando con tal proceso rupturista, y convirtiendo a lo que había sido el principal problema del capitalismo español y europeo en un foco de normalización.
Las enseñanzas de estas décadas (que en realidad no son nuevas) son claras en cuanto al futuro de todo proceso actual o nuevo rupturista que pueda surgir para que tenga visos de éxito. La clase trabajadora necesita actuar permanentemente con independencia de clase, con la calle como ariete y centro de decisiones, y tanto las tareas organizativas revolucionarias como auto-organizadas populares se deben regir por el mismo paradigma para salvaguardar la autonomía necesaria. Solo así pueden existir posibilidades tanto para crear nuevas condiciones como para que no acaben siendo gestionadas por la reforma que en realidad ni siquiera reforma nada. O lo que es lo mismo, que recojan por fin las nueces los y las que mueven el árbol. Para lo cual lo primero es saber detectar que hace que no sea así y es en el propio tejado donde están las respuestas. O lo que también es lo mismo, la inexistencia de un poder popular y un poder obrero estructurado que no puede esperar a un mañana de victoria para empezar a desplegarse.
https://borrokagaraia.wordpress.com/2018/12/10/a-10-anos-del-asesinato-de-alexandros/