A 9 años de la masacre de Avellaneda
Voy a empezar con algunas afirmaciones muy generales que creo han sido desarrolladas suficientemente en distintos artículos, pero que considero imprescindibles porque dan marco a la discusión de nuestro presente, que creo es hoy lo mas polémico.
El 19 y 20 de diciembre constituye el epicentro de un periodo de alza de las luchas populares que abarca los años 2001 y 2002, y que podemos acotar entre el 17 de junio de 2001 (Masacre de Mosconi) y el 26 de junio de 2002 (Masacre de Avellaneda).
En ese período el sector mas dinámico fueron las organizaciones de desocupados que utilizando como forma de lucha los cortes de ruta instalaron el problema del hambre y el desempleo y, en alianzas con sectores del movimiento obrero (en particular docentes y estatales agrupados en la CTA) y sectores medios y bajos urbanos de Capital Federal ( organizados en asambleas), consiguieron frenar las políticas de ajuste neoliberal, echando al gobierno de la Alianza, encabezado por Fernando de la Rua.
La rebelión de 2001 permite conocer mejor también la actividad de otros sujetos sociales, que con menor visibilidad e incidencia política incorporan prácticas novedosas como son los movimientos campesinos, las fábricas recuperadas y las agrupaciones culturales ligadas a la lucha popular.
El 26 de junio de 2002 significa una fecha emblemático porque representa un hito en el reclamo de las organizaciones populares de manejar con autonomía planes, proyectos y recursos arrancados al Estado, y porque salda en el seno de las clases dominantes la discusión sobre como enfrentar el alza de luchas populares. La opción represiva intentado por el ex - presidentes Duhalde fracasa cuando la movilización popular en los días subsiguientes a la Masacre de Avellaneda, desnuda las políticas de demonización de los movimientos piqueteros y obliga a adelantar las elecciones.
La rebelión contra el neoliberalismo, y el rechazo popular a las salidas represivas, reconfiguran un escenario política, que será bien leído por el sucesor de Duhalde, Néstor Kirchner.
Para las fuerzas populares la gran lección de todo ese período es la afirmación de su capacidad para poner tope a políticas antipopulares, y echar a un gobierno; pero también la comprobación de su incapacidad de capitalizar la crisis política; situación que es aprovechada por el viejo Partido Justicialista, cómplice del apogeo del neoliberalismo en tiempos de Menem, para reconvertirse con un discurso nacional, popular y progresista.
Desde este nuevo escenario político que instala el período de mencionado anteriormente, es interesante reflexionar sobre cómo se han desarrollado por un lado las políticas de recomposición de la institucionalidad y de recuperación de la base hegemónica de dominación capitalista; y por otro, las políticas de las fuerzas populares que apuestan a la construcción de una nación alternativa de proyección socialista.
La consolidación política del kirchnerismo
Néstor Kirchner, que asumió el gobierno con una buena dosis de improvisación y debilidad, se caracterizó por su hiperactividad política. Desplegando una gran iniciativa trabajó en distintas direcciones.
Concientes de la necesidad de tomar medidas progresistas para apaciguar la inestabilidad política post-rebelión 2001, inició una audaz política de cooptación de los movimientos populares, consiguiendo resultados con figuras y movimientos populares de mucha referencia como la organización Madres de Plaza de Mayo, liderada por Hebe de Bonafini, aportando a la confusión y a la fragmentación política.
Urgido por sustentar su gobierno, se apoyó en el bloque de poder económico emergente post-devaluación, configurando un modelo neodesarrollista cuyas bases fueron construidas por el neoliberalismo durante los gobiernos anteriores: la explotación de riquezas naturales, la transnacionalización de la economía y la precarización laboral.
Encontrando un escenario suramericano y mundial muy favorable, supo insertarse en esa nueva realidad, sumándose al rechazo al ALCA y a UNASUR, jugando un papel de morigerador regional de las iniciativas más audaces de los países del Alba.
La crisis mundial que estalla durante el gobierno de Cristina Fernández, ha beneficiado al país y al modelo kirchnerista, en tanto ha aumentado el valor de las exportaciones agropecuarias, y no ha afectado el comercio con nuestros principales clientes: Brasil y China. Esta es la mejor explicación de porque el país ha sostenido un importante ciclo de crecimiento económico de 6 años, con tasas cercanas al 8%.
Resumiendo: la aceptación mayoritaria del relato y el modelo kirchnerista, que se expresará en la elección de octubre de 2011, se sustenta en el crecimiento económico, que ha conseguido mejorar los índices de empleo, pobreza e indigencia y en la capacidad política de un gobierno que simula distribuir cuando solo se limita a contener la bronca de los mas humildes. Algunas medidas progresistas y la incorporación de referentes populares, contribuye a crear la ilusión de que estamos en buen camino, y solo falta tiempo para “profundizar el modelo”.
Los números duros del modelo dicen que si las grandes empresas han aumentado su rentabilidad en un 50% con respecto a los 90, no ha sucedido lo mismo con los salarios apenas han recuperado ese nivel, con la consecuencia lógica de un aumento en la injusticia social y la consolidación de un patrón de distribución mas desigual. También advierten que la extensión de planes sociales como la Asignación por hijos, más que buscar el acceso a un ingreso mínimo de condiciones dignas de vida, trata de contener la emergencia social.
Distorsiones al margen, es evidente que el gobierno no solo fue capaz de consolidarse políticamente y recuperar la confianza en las instituciones de la democracia burguesa, sino que además apuesta a su permanencia en el poder político.
Dificultades a afrontar por los movimientos populares
La fuerte iniciativa política del kirchnerismo para ampliar su base hegemónica y el reflujo de la movilización social, han colocado a fuerzas populares con vocación revolucionaria en una situación compleja.
Por un lado han afrontado divisiones, fogoneadas desde el gobierno, el movimiento de derechos humanos, la CTA y buena parte de las organizaciones territoriales. Pero además han perdido un volumen importante de su “mar territorial”, compuesto por adherentes y simpatizantes seducidos por un proyecto político que “combate a la derecha”, les da algún tipo de respuesta desde su aparato comunicacional y cultural progresista, y lo vincula con un imaginario progresista latinoamericano.
Contrariamente a lo que ocurre en Europa o Medio Oriente donde la crisis económicas, la perdida de empleos y el encarecimiento de los alimentos fogonea rebeliones populares, en la Argentina hay un sector de trabajadores ocupados vinculados a las grandes empresas que han mejorado sus salarios por encima de los índices de los 90. En los movimientos de fuerte base territorial, con un importante porcentaje de indigentes, se advierten mejoras que amortiguan la voluntad de confrontación política con el gobierno.
Se agrega a este panorama el condimento de pujas muy fuertes del gobierno con sectores capitalistas desplazados (representados por el grupo Clarín), que polarizan la agenda de debate politico. En esas disputas los baches del “proyecto nacional y popular” son pavimentados por el crecimiento económico y el alivio de planes sociales oficialista a situaciones de desempleo o indigencia.
Sumando complejidad a este diagnóstico, el gobierno de Cristina Fernández, que expresa el mismo proyecto pero en una etapa de consolidación política, ya no exige verticalidad a los movimientos populares para otorgarle una pequeña cuota en el reparto. Basta que no enfrenten políticamente al gobierno, permitiendo un espacio de disputa sectorial o local, con el límite de que no se produzcan hechos que nacionalicen (y politicen) el reclamo, como ocurrió con el acampe de la Comunidad Qom, o los docentes de Santa Cruz.
Finalmente, las elecciones de octubre de 2011, con los debates que siempre acompañan a los procesos electorales, no va a cuestionar a la hegemonía kirchnerista.
Los armados electorales de oposición en su versión de centroizquierda, han dilapidado la posibilidad de generar opciones políticas, y hasta ponen en cuestión su identidad progresista.
Los partidos de la izquierda trotskista, mas preocupados por la respuesta ideológica que por la proyección política, han dado pasos adelante sumando fuerzas para esquivar la proscripción electoral, pero difícilmente superen una propuesta testimonial.
Elementos favorables para un proceso de articulación política
En un clima de reflujo de luchas sociales, con una fuerte polarización de pujas intercapitalistas, y con un gobierno con caja y una gran capacidad de neutralización política, no resulta fácil plantar una oposición por izquierda con independencia y posibilidades de proyección masiva.
Para imaginar una respuesta con posibilidades de proyección política hay que contemplar algunos elementos favorables.
Una mayor estabilidad del proyecto político kirchnerista, que despeja los temores de “volver a los 90”, favorecerá el reclamo por parte de los trabajadores de una mayor parte del crecimiento económico, expresada en luchas contra la precarización laboral (por el blanqueo de relaciones laboral, eliminación de contratos o de empresas mercerizadas, etc.) y por aumentos salariales que enfrenten los ajustes por inflación.
Hay movimientos populares que han resistido a la cooptación política y que gracias a su carácter multisectorial y su extensión nacional, tienen mayores posibilidades de sobrevivir a las políticas cooptación que siempre tiene dimensiones locales o corporativas. También porque incluyen sectores como el movimiento estudiantil o las organizaciones de defensa de los bienes naturales, menos afectados por la ofensiva de cooptación política del kirchnerismo. Algo parecido sucede en Chile donde los movimientos estudiantiles y ambientales pudieron escapar a la disgregación politico impulsada por los gobiernos de la Convergencia y hoy resisten con movilizaciones masivas a Piñera.
Hay experiencias de articulación política, que permiten imaginar otras articulaciones y coordinaciones más amplias de movimientos populares que empiecen a disputar un proyecto de nación alternativa de proyección socialista. En ese sentido las 10 propuestas emancipatorias de la Coordinadora de Organizaciones y Movimientos Populares (COMPA) son un paso adelante.
La celebración del Bicentenario ha contribuido a una recuperación histórica de luchas populares por la independencia y la soberanía popular, que contribuye a enraizar nuestro proyecto de nación alternativa.
Un mejor conocimiento de los procesos populares de Nuestra América aportan a revalorizar la experiencia de lucha de nuestro pueblo, su conciencia política, y las potencialidades que brindan los pisos de formación política y capacitación técnica, profesional y científica. Contrastando las posibilidades de un proyecto liberador en un escenario internacional muy favorable, con las limitaciones del proyecto kirchnerista.
La irrupción de una nueva generación que emerge en una sociedad mas politizada, puede ser el catalizador político que transforme estos elementos favorables en una propuesta política que los contenga y los proyecte.
Tareas imprescindibles de un proceso de articulación política
Un repaso de las distintas experiencias del continente permite sacar algunas conclusiones.
- Es estratégica la construcción de un movimiento popular, que se alimente del conflicto social y que se sustente en genuinas construcciones de base y que mantenga su autonomía del Estado y de las políticas de gobierno, aún en sus expresiones más progresistas.
- No hay construcción de poder y movimiento popular que no se proponga intervenir en el Estado para transformarlo. La mayoría de pueblos del continente han elegido la vía electoral para disputar el Estado, decisión coherente con la percepción de que el mayor poder del imperio asociado a las burguesías locales es militar.
- La vinculación entre el poder popular construido desde las bases, organizado en movimientos populares y quienes disputan o asumen funciones de gobierno ha sido diversa y nos permite sacar muchas experiencias que alimentarán nuestros debates. No hay recetas, pero si ensayos que nos permiten sacar conclusiones. Entre la posición del MST de Brasil que se replegó de disputas institucionales favoreciendo la reconfiguración del PT como fiel representante de la burguesía local, y la posición del MLN-Tupamaros que centró toda su militancia en la disputa institucional con los resultados conocidos, hay un amplio abanico de opciones que pueden ser estudiadas y ensayadas.
- La comprobación de que toda la potencialidad que se expresó en la rebelión de diciembre de 2001, no se haya conformado como una propuesta política que esté disputando el gobierno y el Estado como ocurre en otros países de Nuestra America, desnuda una anomalía, una carencia que expone nuestras incapacidades . No puede ser presentada como una virtud, o una certificación de nuestra calidad revolucionaria.
Desde esta autocrítica necesaria, me parece importante que fuerzas populares que han sobrevivido a la cooptación y que acumulan experiencias en la articulación política, continúen con la orientación de seguir promoviendo actividades que le permiten cimentar esta articulación y convocar a un amplio espectro de fuerzas populares de izquierda. En ese sentido la experiencia del Foro Nacional de Educación por el Cambio Social que convocó a más de 6000 personas es un antecedente valioso.
En la misma dirección las jornadas del 25 y 26 de junio en homenaje a Darío y Maxi que se viene realizando desde hace 9 años han ido construyendo una referencia que permite aglutinar a miles de militantes y activistas
No se trata de acordar grandes documentos, sino más bien empezar a generar el imaginario de que hay una porción del campo popular que no solo es capaz de resistir a la cooptación, sino también es capaz de parar un proyecto de nación alternativa. Empezar a presentar con hechos concretos una articulación politica a la que nadie le exige que sea enorme, pero si que sea coherente, y que tenga voluntad de crecimiento y de poder. Si somos capaces de sostener ese recorrido, será sencillo acordar iniciativas que vayan dando respuesta a la construcción de instrumentos necesarios para disputar ese proyecto de nación alternativa, como son: instancias de formación política, medios masivos de prensa, iniciativas de intercambio con otros movimientos populares del continente, construcción de una herramienta electoral, redes de producción y comercialización alternativa, fortalecimiento de herramientas sindicales de trabajadores precarizados, autogestionados y cooperativos, instancias comunes de apoyo a conflictos puntuales, discusión de puntos programáticos básicos que sustenten intervenciones políticas conjuntas.
Reflexionando sobre la experiencia del 25 y 26 de junio, es interesante advertir que en esas dos jornadas han convivido dos formas de hacer política que después de algunos años permiten sacar conclusiones. El 25 nació como una conmemoración mas íntima, mas horizontal, que apuesta a la creatividad y a la inteligencia; en el 26 pesa mas la cultura clásica de nuestra izquierda con una movilización ordenada, jetones y documento acordado. Pasado el tiempo el 26 se ha convertido en un acto más, y el 25 se ha transformado en el punto de encuentro muy fuerte, que nos hace recordar la convocatoria de las Marchas de la Resistencia.
Mas que disputar por ideas brillantes, que suelen justificar filtros y corralitos; se trata de valorar la enorme potencialidad de nuestra militancia, apostar a su inteligencia y su capacidad creativa para ir construyendo la articulación política capaz de proponer una Nación alternativa de proyección socialista y este dispuesta a disputar todas las batallas