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Pensamiento, Europa :: 05/08/2021

A propósito de "Rusia 1917. Vertientes y afluentes"

Miguel Mazzeo
"Actualidad de la revolución y el socialismo" (volumen 1), de Aldo Casas. Ediciones Herramienta, 2021

Desfigurada, convertida en modelo, reducida a receta, juzgada desde las tarimas más diversas; durante más cien años la Revolución Rusa fue cubierta y recubierta por múltiples interpretaciones que, salvo algunas excepciones, tendieron a relegar a un segundo plano la fidelidad a los sujetos que la protagonizaron. Algo absolutamente lógico desde la misantropía propia de las posiciones anti-revolucionarias. En otros casos, se trata del viejo y burocrático vicio de las y los que, por pretender acelerar la “venida del reino”, no tienen reparos en dejar afuera al “prójimo”.

De este modo, los mejores flancos e instantes de la Revolución Rusa, los más radiosos, se fueron tornando invisibles, cuando no despreciados: su capacidad de refutar un orden y un sentido de la historia e instituir otros; su universalidad espontánea y no coactiva; su carácter plebeyo; sus entornos de auto-actividad popular (autogestión, autogobierno, deliberación); el “espíritu de escisión” de sus protagonistas; la potencia y la creatividad emanada de la articulación del deseo de las y los de abajo con la creatividad y la versatilidad de unas vanguardias políticas lúcidas, sensibles y tenaces, diestras en el impulso o en el acompañamiento, capaces de devenir retaguardia; su perspectiva plurinacional e internacionalista; sus impulsos anti-patriarcales, su horizonte centrado en la abolición del capitalismo, etcétera.

Aldo Casas hace a un lado la hojarasca (ya sea “conspirativa” o “estructural”, invariablemente pseudo-histórica) y posa su mirada en lo que realmente importa. Luego, generosamente, lo pone en evidencia con copiosa documentación, esmerada erudición e inusual claridad. Nos muestra la Revolución Rusa descarnada, más allá de las ortodoxias y las definiciones instituidas que la recubrieron y la recubren. Un verdadero ejercicio de representación de realidades efectivas experimentadas, de certezas existenciales y fundamentos subterráneos. Un camino para restituirle el futuro a la Revolución Rusa y para redescubrirla; para componerla como “nuestra Revolución Rusa”. Una incitación constante a la perplejidad de las lectoras y los lectores.

A diferencia de adoratrices y adoradores, de detractoras y detractores, Aldo ilumina los sectores más oscurecidos por el rancio positivismo y sus discursos de la mismidad, incluyendo al “marxismo-leninismo” que no fue ajeno a sus influjos. Entonces, entre las sombras difusas, comenzamos a ver lo que antes no podíamos. Encontramos las raíces históricas más profundas de la Revolución Rusa, usualmente ignoradas por los relatos canonizados.

Percibimos la relación de continuidad entre la Revolución de febrero y la de octubre: su carácter “procesual”, distante de los etapismos construidos ex post con fines de justificar políticas pro-burguesas y cosas incluso peores. Asistimos al despliegue de una pluralidad de actrices y actores: bolcheviques, mencheviques, populistas, eseristas, socialistas revolucionarios, maximalistas, comunistas de izquierda, sindicalistas, concejistas, anarquistas; obreros, campesinos, soldados, marineros, mujeres. Todo un enjambre de subjetividades en maravilloso desorden, un poco desarrapadas, no anuladas –no todavía– por los discursos totalizadores y por las imágenes idealizadas de unos sujetos inverosímiles, grises y uniformes.

Asimismo, podemos detectar una vocación de apertura hacia la comunidad mucho más que hacia el Estado; es decir: la comunidad como el sitio más adecuado para la “redención”, jamás el Estado. Por supuesto, también nos topamos con unos contenidos críticos (o por lo menos con una sana desconfianza) respecto de las mitologías burguesas fundadas en la idea de “modernidad”, “progreso”, “desarrollo”, etc.; en fin, descubrimos, Aldo mediante, el pulsar benjaminiano del freno de emergencia.

La tarea encarada por Aldo es descomunal. Se trata de una operación tan vasta como compleja, de la que solo es capaz alguien que se tomó en serio el contenido de la Revolución Rusa, es decir: mucho menos como trama teórica que como algo que debe ser realizado en la práctica; alguien que pensó la Revolución Rusa durante 60 años, ininterrumpidamente, y en una clave particular: como método y objeto y desde sucesivas trincheras militantes, desde insobornables afanes emancipadores, desde el horizonte de la revolución futura, desde la revolución que está por hacerse.

Finalmente, el autor plantea la actualidad de la Revolución Rusa que es lo mismo que decir: la urgencia de la revolución anticapitalista. Aldo sabe bien que la fidelidad al acontecimiento y a sus protagonistas demanda una praxis a contracorriente. Además, el capitalismo desquiciado se hunde y nos hunde con él, mientras nos abruman filosofías de la inercia y la política como gestión de los existente y como fatalismo de las relaciones de fuerza. La actualidad de la revolución, también, responde a una necesidad imperiosa. Ya ni cadenas tenemos para perder.

Entonces, en este tiempo, se torna acuciante encontrarnos en la huella de la Revolución Rusa. Una forma de hacer que la lucha contra el capital se torne más conciente y que la política abjure de los formatos administrativos para comenzar a reconstituirse como praxis radicalmente transformadora del mundo y de la vida. Una forma de revalorizar los “factores activos” y los “elementos volitivos”.

Aldo es conciente de todo esto; por eso interviene en la construcción de conectores entre pasado y futuro (un futuro que puede ser ahora mismo), por eso escribe y nos suministra claves formidables para discernir entre lo nutricio y lo venenoso, entre lo relevante y lo accesorio; claves imprescindibles a la hora de identificar el hilo rojo.

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