Abbas: el político al que siempre traiciona el estadista
Sin embargo, su poder no nace de su posición política, sino de su control de los fondos y los puestos de trabajo.
El Mahmoud Abbas sobre el que los delegados a la VII Conferencia de Fatah se referían entre ellos (o al hablar con los periodistas) es un político astuto e inteligente. Se las arregló para expulsar o marginar a los oponentes de su partido, y permitió que resoluciones redactadas por su propio Comité Central fueran abandonadas, como el cese de la cooperación de seguridad con Israel.
Abbas, que pronunció un discurso de dos horas y media ante 1.400 delegados el miércoles, se presentó como un estadista hábil, seguro de sí mismo y sin ambigüedades, que decía a su pueblo dos cosas: olvídate de la lucha armada como una forma de lograr tus objetivos ; y hay que centrarse en objetivos realistas y alcanzables.
No lo dijo así ni tan directamente, ya que estas dos afirmaciones están fuera del ámbito de la corrección política exigida por el espíritu nacional de lucha. Sin embargo, estas posiciones se podían discernir a través de lo que dijo y se calló.
Los dos primeros días de las sesiones abiertas de la conferencia enviaron un mensaje claro de que las cosas seguirán siendo como hasta ahora.
Abbas, de 81 años, fue reelegido presidente del movimiento. Fatah todavía lucha por un estado palestino independiente al lado de Israel, dentro de las fronteras del 4 de junio de 1967, con Jerusalén Oriental como su capital. El camino para lograrlo es el diplomático-político, incluyendo el fortalecimiento de las instituciones del Estado; ingresar en las Naciones Unidas como miembro de pleno derecho y unirse a cientos de otras organizaciones internacionales; y mantener la posibilidad de acudir al Tribunal Penal Internacional de La Haya.
El Abbas que cuestionan los palestinos que no son de Fatah (así como los miembros de Fatah críticos) es el presidente que convirtió su movimiento en el único partido en el poder y que controla los puestos de trabajo, a través de lo cual controla al pueblo. Abbas, según ellos, es la persona que paralizó el Parlamento Palestino, y cuyos seguidores y amigos ocupan todas las instituciones de la Autoridad Palestina, incluido el poder judicial. Las fuerzas de seguridad bajo su mando ofrecen una prueba más de que el precio de la disidencia y la crítica son detenciones, interrogatorios e intimidaciones.
Pero en su largo discurso, pronunciado desde el podio con la tierna apariencia de un padre o un maestro, maniobró entre su discurso escrito y sus improvisaciones simples, directas, salpicadas de chistes, sugerencias y velados e innecesarios ataques dirigidos a las mujeres y algunos de los presente.
Elogió la primera Intifada (que está grabada en la memoria palestina como una lucha popular no armada de las masas contra la ocupación) y los principios que acuñó (un estado palestino junto a Israel; evacuación de los asentamientos). No mencionó la segunda Intifada o la rebelión de los lobos solitarios del año pasado: una manera clara de expresar su oposición a ambas. Se refirió a los desastres que actualmente son infligidos a los pueblos árabes por los acontecimientos "no árabes y no-primaverales". "¿Los asentamientos? Serán evacuados, al igual que ocurrió con Yamit [en Sinaí] y los de la Franja de Gaza".
Repitió varias veces que el Este de Jerusalén es la capital del estado palestino, y que permanecería abierto a todas las personas y todos los cultos religiosos ( "Sin una ley contra los muecines y sin puestos de control los viernes"). También repitió que "hemos reconocido a Israel y todavía lo hacemos, pero si no nos reconocen [como Estado], podemos revocar ese reconocimiento". En dos ocasiones se negó a reconocer a Israel como un "estado judío". Esta exigencia no se hizo a Egipto o Jordania, dijo, al comparar un "estado judío" con un "estado ISIS."
Abbas dijo que los Acuerdos de Oslo (su rostro indicaba que sabía hasta que punto ese término es detestado por muchos) no menciona el derecho de retorno, pero que gracias a ellos habían regresado 600.000 palestinos de la diáspora (según él). Se refirió a la Iniciativa Árabe de Paz de 2002, que Israel ha rechazado, subrayando una de sus propuestas: la adopción de la Resolución 194 de la ONU relativa a los refugiados palestinos (ofreciéndoles el retorno o compensación). Habló de la necesidad de hablar con Israel, entonces y ahora. "Soy el mayor traidor", dijo en broma, recordando a todos que fue el primero en enviar a un alto dirigente de Fatah, Issam Sartawi, para llevar a cabo conversaciones con Israel en la década de 1970 cuando todavía se consideraba tabú (aunque se olvidó de mencionar que Sartawi fue asesinado a causa de ello, en 1983).
Hasta aquí habló como un político, como el presidente que quiere que sus colaboradores más cercanos permanezcan en sus puestos. Uno de los contendientes para la reelección al Comité Central de Fatah es Mohammed al-Madani, quien encabeza el comité de enlace con la sociedad israelí. Es objeto de muchas puyas burlonas, críticas. Incluso aquellos que apoyan las reuniones con los israelíes se sorprendieron cuando Madani encabezó una delegación de condolencia a la familia del jefe de la Administración Civil del Ejército israelí, el general-brigadier Munir Ammar, que murió en un accidente aéreo en marzo. Y hace unas semanas, el personal del museo Mahmud Darwish en Ramala se negó a recibir a un grupo de israelíes que llegaron al museo acompañados por Madani, y se encerraron en su oficina.
Las redes sociales se llenaron de francotiradores contra él - y ni siquiera le ayudó que Avigdor Lieberman lo etiquetase de ser un subversivo cuyo permiso de entrada en Israel había sido revocado. Sin mencionar su nombre, Abbas dejó claro que Madani estaba trabajando en una vía que él, Abbas, había trazado. "No le ataquen como un chivo expiatorio fácil; atrévanse conmigo", les reprochó Abbas.
La gente fuera del movimiento explica que el poder político de Abbas se basa en su control de los fondos de Fatah y de la Autoridad Palestina, y en el control directo o indirecto de los empleos del sector público. Fue él el que ordenó el cese de cientos de salarios de los empleados de la AP en la Franja de Gaza: es decir, de los funcionarios de Fatah "sospechosos" de apoyar a su rival, Mohammed Dahlan. Desde que Hamas asumió el control de las fuerzas de seguridad en Gaza en 2007, estos empleados siguen recibiendo sus salarios desde Ramallah: siempre que no aparezcan por sus lugares de trabajo en las oficinas del gobierno, los tribunales y las comisarías.
Fue una de las peores decisiones de Abbas, que profundizó la brecha entre Cisjordania y Gaza. Un colaborador de Abbas contó a Haaretz que en realidad fue Dahlan a quien se le ocurrió la idea, suponiendo erróneamente que así aceleraría el colapso de Hamas en Gaza.
Recientemente se ha conocido que, el día que un juez superior fue nombrado para su elevado cargo en Cisjordania, tuvo que firmar una carta de renuncia dirigida a Abbas. Este podría ser el caso con otros jueces. Por lo tanto, el presidente podría aceptar su renuncia en cualquier momento que decida, que es lo que ocurrió más tarde. De esta manera, el jefe del Ejecutivo se asegura la obediencia de los miembros del poder judicial.
El Tribunal Constitucional también dictaminó que el presidente tiene la autoridad para retirar la inmunidad de los miembros del Consejo Legislativo. Esto podría tener un efecto negativo sobre los nuevos miembros, que tratarán de evitar cualquier choque con la persona que controla su destino.
"Esta es la conferencia de los puestos de trabajo", fue el veredicto sarcástica de un veterano miembro de Fatah que ha sido marginado. Coincidir con el presidente puede garantizar un puesto de trabajo. Las personas que están asociados con los que tienen sus cargos gracias a Abbas tienen una mejor oportunidad de obtener un empleo. Los titulares de cargos de alto nivel, o un poco menos importantes (como gobernadores o exgobernadores de distrito, miembros de las fuerzas de seguridad) son delegados en esta conferencia. Son los que elegirán a los 80 representantes del Consejo Revolucionario (considerado el parlamento de Fatah) y a los veintitantos miembros de su Comité Central, compitiendo entre ellos. Un comité organizador seleccionó a estos delegados según las cuotas otorgadas a diferentes grupos sociales en Cisjordania y Gaza, así como en la diáspora palestina.
Los funcionarios de Fatah aseguran que Abbas no estuvo personalmente involucrado en el proceso de selección; por ejemplo, no fue él quién designó a sus dos hijos, Tarek y Yasser. Pero el veterano miembro de Fatah marginado añade que el problema no es que los puestos de responsabilidad vayan a miembros de una familia - siempre fue así en Fatah - sino que los objetivos del movimiento acaban siendo sustituidos por intereses personales. Algunos críticos de Abbas descubrieron que el comité no había designado a delegados que les hubieran votado a ellos. Poco importa que haya sido por instrucción directa desde arriba o como una interpretación de las intenciones del presidente.
"No somos un movimiento ideológico," dijo Abbas en su discurso. A diferencia de otras organizaciones palestinas que se caracterizan por sus ideologías (religiosas o de izquierda), Fatah es un movimiento que exige solo estar de acuerdo sobre un tema: la liberación de Palestina. Se compone de miembros religiosos y laicos, tradicionales y ateos, musulmanes y cristianos (y la experiencia demuestra que también está abierto a los judíos). Tiene miembros de derechas y de izquierdas, así como socialistas y neoliberales. Tiene militantes que luchan por un estado con el derecho de retorno, mientras que otros aceptan la posición de Abbas de hay que luchar por cosas realistas. Esta es la razón por la que Fatah sigue siendo visto como un movimiento que representa a todo el pueblo palestino.
En la época de Arafat había discusiones y debates entre personas con diferentes posiciones. Fue parte del sistema y del proceso de persuasión para lograr un consenso. Pero los miembros de Fatah confiesan que ya no es así. Ellos, por ejemplo, no comprenden el origen de la gran batalla entre Abbas y Dahlan, que está dañando al movimiento. Dahlan dijo recientemente que el conflicto era político, pero los miembros de Fatah que hablaron con Haaretz se mostraron escépticos sobre ello. Simplemente, no entienden el motivo de la disputa, que debe ser personal - posiblemente con intereses personales, mutuas recriminaciones y acusaciones de corrupción, señalando que "Abbas hizo con Dahlan lo que Netanyahu hizo con Irán: convertirlo en un peligro importante para beneficio personal y político".
En los campos de refugiados, la gente dice que Dahlan está invirtiendo dinero en ellos para ayudarles: un objetivo prioritario de Fatah que el presidente Abbas ha olvidado. Dahlan dice que Abbas quiere destruir Fatah.
Abbas no mencionó a Dahlan por su nombre en su discurso, pero señaló que lo contrario era cierto: que "aquellos que se desvían de la vía" podrían destruir el movimiento, ya que trabajan en nombre de otros estados árabes. "La conferencia tiene un objetivo," un delegado dijo a Haaretz: "Legitimar la eliminación de Dahlan y sus asociados."
Dahlan ya ha anunciado que llevará a cabo una conferencia del movimiento del Fatah "auténtico" a finales de este mes.
Lo que no hay es un debate sobre como desarrollar una nueva estrategia y formas de combatir la ocupación israelí. El miércoles, Abbas hizo un dibujo que le conviene, diciendo que, a pesar de los obstáculos, el camino diplomático está abierto y es prometedor, y es el único camino a seguir (con algunos halagos obligados a la resistencia popular).
Muchos miembros de Fatah se quejan de que están perdiendo el apoyo de la gente y que las políticas de Israel están creando situaciones irreversibles que conducen a una gran explosión, sin que haya una dirección ni Fatah sea capaz de orientarla convenientemente. Abbas no está muy familiarizado con la realidad de la ocupación, sólo a través de informes de prensa y de sus asesores, dicen. No se da cuenta de lo desesperada que es la situación, que requiere un cambio radical.
En ausencia de un amplio apoyo de la población, Abbas recordó la presencia de las delegaciones extranjeras. Con invitados de 28 países, entre ellos representantes de la ONU, se vió legitimado cuando todas prometieron su apoyo a la lucha pacífica por un estado palestino junto a Israel.
A pesar de ser plenamente conscientes de la naturaleza no democrática de su gobierno, estos estados siguen apoyándolo porque sus posiciones son claras, estarse quietos frente a la ocupación. Sin embargo, un veterano activista de la OLP que no es miembro de Fatah dice que los métodos no democráticos de Abbas manchan su posición de principio como estadista. La opinión pública palestina identifica su oposición a la lucha armada y el apoyo a la solución de dos estados con la corrupción, el nepotismo y la tiranía.
Haaretz