Acordar con el FMI va a acentuar el terrible deterioro del salario y de los ingresos de las mayorías
Una importante movilización contra el pago de la deuda, una consigna que viene creciendo con el paso de los días, cada vez va adquiriendo mayor envergadura y estuviste reflexionando y escribiendo al respecto. Me gustaría compartir tu opinión.
Se ha puesto en marcha el engranaje de un gran movimiento de resistencia contra el acuerdo cuando se achica el tiempo y hay una gran presión para que se firme. Fíjate que este nuevo ascenso del dólar 'blue', la caída de los bonos y acciones argentinas, el aumento del riesgo país, es la típica tenaza de presiones para que la Argentina arregle con el FMI, firme con ellos, en un contexto donde el FMI ya ha dicho que no a todos los pedidos de compasión que hizo el gobierno.
Todas las fotos, los abrazos, los viajes al exterior que hizo el presidente Fernández no parecen haber sensibilizado al FMI, que es muy inmune a esas cortesías, y ya le dijeron que no a la condonación, a una quita de capital, a un cambio de deuda pública por obligaciones climáticas, a una extensión del pago de 10 a 20 años, y parece que incluso tampoco van a aceptar morigerar la sobretasa que le impusieron a la Argentina por haber tomado un crédito anómalo, cuya responsabilidad es del FMI que violó sus estatutos en el otorgamiento de ese crédito.
Esto ya contrasta desde hace un tiempo largo con el pago puntilloso de los intereses. El gobierno ya abonó varios miles de millones de dólares, aun cuando había una oportunidad en el momento que recibió una cuota adicional del FMI que le otorgó a todos los miembros para utilizar ese dinero para el gasto social de la pandemia y se decidió utilizarlo para el pago de intereses. Y en un contexto donde la investigación sobre el fraude de la deuda está paralizada.
Sabemos perfectamente quiénes son el puñado de empresas que estuvo comprometido con esa fuga de capital. Y toda la ilusión del gobierno de que vamos hacer un acuerdo que nos va a permitir seguir creciendo y eventualmente redistribuyendo el ingreso es una fantasía. Hay que mirar lo que pasó en el 2021, justamente el gobierno tuvo esa paliza electoral porque aplicó un torniquete fiscal a las jubilaciones, al déficit fiscal, con subejecución de importaciones para preparar el pago de la deuda y esa inflexibilidad que mostró Guzmán en el manejo de las cuentas públicas era justamente para llegar a un acuerdo con el FMI.
Ese es el perfil que va a tener un acuerdo donde incluso suponiendo que lleguen a acordar, por ejemplo, los dos puntos clave, que en lo inmediato son las tarifas y la devaluación, que sean morigeradas, o sea, que no haya una devaluación del 100% si no del 20% o 30% y que en las tarifas el aumento que exige el FMI sea segmentado por sector social, en cualquier caso la Argentina está con un piso de inflación del 50%.
Y esa inflación esta vez no vino por tarifas y devaluación sino por el manejo escandaloso de ganancias que tienen los agroexportadores y el complejo alimenticio. Con ese piso de inflación cualquier modificación en las tarifas y la devaluación van a acentuar el terrible deterioro del salario y de los ingresos de las mayorías populares.
Incluso un colega tuyo, Eduardo Lucita, ha arriesgado una posible hiperinflación.
Sí. Es que están caminando al filo de la navaja. Suponiendo que no sea la hiperinflación, y que simplemente lo que tengamos sean uno o dos años de estancamiento de la economía, el continuado deterioro del salario, una repetición de lo que hemos visto en el último año, en el caso que todo se postergue para el 2024 y que la factura quede para más adelante, estaremos en la misma.
Argentina tiene una deuda completamente impagable, va a estar en una situación tipo Grecia. Es decir, en un escenario suave la Argentina nunca va a poder afrontar el pago de la deuda y va a ir de renegociación en renegociación. Y renegociaciones que se harán con exigencias más duras por parte de los acreedores. Hay cálculos que han hecho distintos economistas donde en el caso que se posponga todo, cuando la Argentina tenga que empezar a pagar la deuda al FMI y la deuda de reperfilamiento de la deuda privada, tendrá vencimientos de 12/16.000 millones de dólares al año que no puede cumplir y que la empujan nuevamente a la misma situación que estamos ahora.
El problema es que el gobierno bajo la presión, bajo la campaña del miedo que motoriza la derecha, que motorizan los medios de comunicación, repite este mensaje de que no hay alternativas, que tenemos que acordar con el FMI porque si no hacemos eso sería el infierno y si el país no acepta este marco de negociación queda afuera del mundo y habrá una catástrofe.
El problema siempre con estos análisis es que no toman en cuenta la catástrofe que ya existe por pagar la deuda. No es que se evita otra cosa y el escenario actual se mantiene.
Habría que probar qué pasa si hacemos lo contrario.
Exacto. Y ojo que hay antecedentes porque incluso hay algo que podemos tomar con pinzas pero que es interesante, cuando la Argentina tuvo el default de la deuda y una cesación de pagos el país tuvo un respiro, tuvo un alivio durante varios años que le permitió a la primera gestión de Néstor Kirchner una reactivación de la economía, una mejora de los ingresos populares y una renegociación de la deuda en condiciones más favorables, porque los bonos habían pulverizado sus precios y eso le permitió a la Argentina renegociar desde una posición más conveniente.
Tomando incluso ese antecedente que es muy limitado -tuvo muchos problemas-, te demuestra que no es pagar o el abismo, es pagar en el abismo o recorrer un sendero distinto donde el país tiene posibilidades, porque tiene un superávit comercial muy importante, los mejores términos de intercambio de los últimos 20 años, no está presionado en el mercado financiero porque de hecho ha quedado afuera de la estructura financiera internacional en los últimos años.
Pero todo va a depender como en el 2002 de la resistencia popular, del clamor de esta secuencia de movimientos que se vienen en las próximas semanas donde la izquierda está claramente parada en un rechazo del acuerdo con el FMI y habrá que ver cómo queda todo este espectro de sectores del kirchnerismo crítico que tienen una posición bastante ambigua.
¿Cómo evalúas las elecciones legislativas?
Creo que hay cuatro datos que son contundentes, hubo un voto castigo al gobierno, hubo un avance importante de la derecha, irrumpió el bolsonarismo, y hubo una gran elección de la izquierda. Estos son los datos, más allá de ese clima de los primeros días donde festejaban los que perdieron y estaban tristes los que ganaron, porque los que perdieron esperaban una mayor paliza y los que ganaron esperaban una gran victoria.
Pero si esto hubiese sido una elección presidencial la derecha hubiera ganado en la primera vuelta. Hubo varios millones de votos que perdió el peronismo y lo ocurrido en la provincia de Buenos Aires no cambia el escenario general. Apareció la ultraderecha, y se produjo ese gran dato de la izquierda como tercera fuerza nacional, una elección inédita en Jujuy, ingresar en los Consejos Deliberantes, es decir, lo del FIT es una gran noticia, es una gran esperanza dentro de un escenario muy complicado donde la abstención siguió siendo elevada, porque canaliza el descontento, pero sin alcanzar los niveles del 2001. Y colapsó la avenida del medio, no hubo nada en el medio.
Hubo un terremoto electoral donde se mantiene una grieta pero es una nueva grieta, porque es una grieta con polarización al exterior y con un escenario muy abierto, yo diría en cuatro protagonistas de este proceso con muchos cursos posibles.
Primero, la derecha ganó porque tuvo una estrategia muy agresiva, porque mantuvo la fidelidad total de la clase dominante, porque contó con el sostén de los medios de comunicación, de una justicia que es apéndice de la derecha, porque exhibió poder y una actitud ofensiva. Ahora, ojo, porque la derecha no es que ya llegó al 2023, no es que ya tiene al gobierno en sus manos, hay que ver primero que la idea de un golpe blando, la idea de elecciones anticipadas se ha diluido un poquito, el sector más duro quedó un poco golpeado por los resultados finales de la elección y hay una fuerte disputa por el liderazgo, no es como cuando detrás de Macri se cohesionó el Frente Cambiemos. Y además con la novedad de una nueva ultraderecha de Milei y Espert fijándole la agenda, ojo con la ultraderecha.
En Chile también. Veremos si la izquierda encuentra una estrategia adecuada para disputar gobiernos, poderes, no solo discursos y movilizaciones
Sí, pero ojo acá mismo, yo diría que no hay que exagerarlo ni menospreciarlo. El tema central de la derecha es esa política de demagogia punitiva, de sacar un arma en el Luna Park, de decir que a los delincuentes hay que hacerlos queso gruyere, esa actitud que creó el clima para lo que estamos viendo en los últimos días, el asesinato de un chico en la CABA, el asesinato por parte de sicarios en Río Negro. Con ese discurso que exalta la violencia y después actúan los derechistas. No hay que prestarle mucha bolilla a las tonterías económicas que puedan decir Espert o Milei, a lo que hay que prestarle atención es a su discurso represivo, a su discurso violento.
Y frente a este escenario de la derecha el gobierno está ahí buscando un rumbo, porque no es cierto que perdió las elecciones por la pandemia, la pandemia fue un elemento, pero el voto castigo viene por el empobrecimiento, por la inflación, por la desigualdad, sobre todo porque hubo un gobierno timorato que rehuyó a la batalla, que aceptó el imperio totalitario de los medios, las presiones de los cortesanos, y ahora hay que ver lo que sucede porque hay un giro en la base política de Alberto que ha tendido a reconfigurar una base política centrada en la CGT, en los gobernadores, buscando un acuerdo con la oposición para los próximos dos años aproximándose a EEUU.
Fue esa idea de una peronización que se insinuó al principio, aunque también con señales opuestas, con guiños también al progresismo. El gobierno se ve claro para dónde va, pero lo que no está claro es para dónde va Cristina, para dónde va el cristinismo progresista porque aquí todos estaban esperando una reiteración del 2009 cuando perdió las elecciones y hubo una especie de contraofensiva con la estatización de las AFJP, la Ley de medios, el matrimonio igualitario, la estatización parcial de YPF. El kichnerismo crítico estaba esperando eso y más bien lo que vemos son signos en la otra dirección, en acordar con el FMI.
Pero está todo abierto porque ahora todo depende de la acción y movilización popular. Y termino con un dato clave, que es esto de la izquierda. Porque la izquierda ha hecho una elección distinta, no es que hizo una mejor elección, hizo una elección de otro tipo a lo que estábamos habituados, porque hay dos datos que son cualitativamente distintos, el primero es el ingreso de concejales en los distritos más importantes del Gran Buenos Aires, es una pelea cuerpo a cuerpo en el corazón del peronismo. Y lo de Jujuy tiene otra envergadura y además porque demuestra que en muchos lugares del interior el mimetismo entre el PJ y la UCR es tan grande que la única alternativa es una que aparezca por izquierda.
Myriam Bregman hizo una gran elección, incluso a pesar del 3% de Zamora, logró llegar al Congreso por lo tanto en la izquierda tenemos un protagonista que veremos si encuentra una estrategia adecuada para que este salto se convierta en un salto efectivo y en la izquierda como candidata a disputar gobiernos, poderes, no solo discursos y movilizaciones.
Elecciones en Chile y Venezuela
Quisiera consultarte por dos temas, uno es la elección en Chile y el otro las elecciones que se dieron en Venezuela que de alguna manera apuntan a un triunfo concluyente del PSUV. Pero ambas elecciones con una participación por debajo del 50%.
La baja participación es lo único que tienen en común. Pero marcan situaciones políticas totalmente distintas. En Chile hay un triunfo nítido de la derecha, no solo por lo que ganaron sino porque se quedaron con la mitad del Senado, consolidaron posiciones en la Cámara baja y yo creo que es todo un proceso, es un intento del establishment de revertir el gran levantamiento popular del 2019, que no solo se mantuvo en plena pandemia sino que logró dos victorias electorales progresistas de la centroizquierda muy importantes tanto en la modalidad de la Constituyente como en la misma elección de los constituyentes y en un marco de un gobierno derechista terriblemente debilitado, cuestionado ahora por los 'Panama Papers'.
En este momento vino la contraofensiva, y esta contraofensiva de la derecha se hizo igual que acá pero con más fuerza, con los medios de comunicación, con el poder económico, con los grandes empresarios, con un poder militar muy presente, con las banderas típicas de la derecha, banderas de orden, campañas de miedo, el fantasma del narcotráfico, de los mapuche, el discurso antiinmigrante y lograron una polarización.
Se produjo el desplome total de los partidos tradicionales de la Concertación y del oficialismo actual, que gobernaron en las últimas décadas, y además una cierta canalización en la anti política, en esta cosa extraña de Parisi y el Partido de la Gente que hizo campaña desde EEUU y es una de las variantes chilena de la anti política. Esto ha sido posible porque se creó un vacío, porque la Constituyente tuvo algunos logros políticos, simbólicos, elegir a la mapuche Loncón como presidenta, plantear el carácter plurinacional del país, admitir la igualdad de mujeres y hombres, pero sin avanzar en un programa coherente contra el modelo económico neoliberal y sin plantear un horizonte de disputa del poder.
La Constituyente y las fuerzas que alimentaron la movilización popular no llegaron a mostrar un proyecto con fuerza, una propuesta coherente frente a una derecha que se lanzó con todo, que desbordó todos los marcos y colocó a la ultraderecha como su gran vocero mientras el progresismo en la Constituyente estaba subordinada a los poderes existentes.
Ahora vamos a ver, se viene la definitiva. Acá el dato clave fue la abstención. La mitad de la población no votó y ahí está la oportunidad de una campaña para capturar ese voto y dar vuelta la elección. Las épocas como esta se caracterizan por giros violentos e inesperados.
En Venezuela es contundente el triunfo del gobierno, se llevó 20 de las 23 gobernaciones, reafirmó la victoria previa porque ya había recuperado la Asamblea nacional, entre el 2014 y el 2017 la derecha intentó la conspiración, el golpe y falló. El gobierno no solo derrotó la guarimba en las calles, sino que paradójicamente la terrible crisis inmigratoria del país afectó más a la oposición que al gobierno. Y la derecha terminó muy debilitada, en una elección donde participó por primera vez en mucho tiempo, pero dividida y esa división de la derecha le permitió al gobierno un triunfo mucho mayor que el efectivo porque una parte de la derecha llamó a la abstención. Además está dividida porque la Unión Europea mandó observadores, las Naciones Unidas estuvieron presentes, el Centro Carter fue y Biden, al estilo Trump, sigue todavía buscando alguna conspiración con Guaidó.
Este triunfo contra la derecha tiene un sabor también agridulce porque ojo que sigue cayendo la participación, fue un 42% y en el 2017 votaba el 60% y en el 2012 votaba el 53%. Hay apatía, hay desmoralización, la debacle económica golpea y es una debacle económica orquestada por el imperialismo pero donde el gobierno tiene una gran responsabilidad por improvisación, complicidad, por tolerar el enriquecimiento de la boliburguesía, permitir la fuga de capitales.
Y hay también un problema más complicado, que las estructuras de base están muy debilitadas, hay un reflujo de la movilización social, hay un agotamiento de la participación política activa y eso es tan preocupante como la baja en la presencia electoral. La buena noticia fue que se derrotó a la derecha pero con muchas alertas, muchos problemas abiertos en Venezuela.