Alucinaciones sirias
De las alucinaciones que los recientes acontecimientos en Siria han producido en ciertos sectores del maître à penser y de la opinión pública occidental, los ejemplos están a la vista, por lo que no vale la pena repetirlos más. Otras alucinaciones, sin embargo, han producido también los recientes acontecimientos de Siria en otros sectores, con algunos de los cuales (total o parcialmente) me identifico, desde luego más que con la redacción de La Stampa. Extraña es la idea de que Siria fue miembro del llamado Eje de la Resistencia (EdR), y que hizo una contribución fundamental al mismo; aún más extraña, que Rusia lo fuera.
De Siria qué se puede decir: desde un punto de vista práctico, no pudo aportar mucho. Su papel logístico era crucial y su pérdida es, en efecto, un golpe para el EdR, pero desde el punto de vista del apoyo práctico de Siria, y de Assad en particular, muy poco ha llegado a la causa palestina. El EdR era (es) una criatura esencialmente iraní, en el que el papel de Siria, que dependía en gran medida de Irán, consistía en actuar como corredor que permitiera la llegada de hombres, medios y material de Irán a Hezbolá.
Desde este punto de vista, repito, era insustituible, y su eliminación del juego es una victoria estratégica para Israel, y una derrota igualmente estratégica para Irán. Y está por ver si esto no es del todo mal recibido por ciertos círculos de Teherán que se han cansado un poco de la guerra perpetua, o si, por el contrario, como me temo, otros círculos acelerarán la creación de la disuasión nuclear, o al menos lo intentarán, con todo el potencial catastrófico de la cosa, incluido el ataque preventivo del régimen israelí.
Y hablando precisamente de Israel, y de la otra alucinación: ¿cómo imaginar que Rusia comparta la visión iraní, o de Hezbolá, en lo que a ella respecta? Dos pueblos y dos Estados, apoyo humanitario a Palestina, y ya está. Las tropas (pocas), barcos (pocos) y aviones (los que hay en buen número) desplegados en Siria no estaban ni están allí para apoyar a Palestina o al EdR, sino a los intereses rusos en la zona, que son muchos y variados.
Apoyar a un gobierno amigo, por supuesto (y recordemos que cuando se enviaron las primeras tropas la situación geopolítica era muy distinta a la actual, con las bandas yihadistas financiadas por Occidente triunfando); mantener a raya a Turquía y EEUU; evitar que los fundamentalistas caucásicos se sigan radicalizando y entrenando en los distintos califatos sirios e iraquíes y vuelvan a hacer daño en Rusia; y mantener una base logística naval (Tartus) y una base logística aérea (Hmeimim) para su planeada, y más tarde realizada con éxito, expansión diplomática y militar en África Central (los aviones de transporte pueden llegar a África Central sin escalas, pero sólo vacíos: totalmente cargados necesitan una escala, que es precisamente Hmeimim).
E Israel lo sabe, y no es casualidad que en los entusiastas bombardeos que está vertiendo sobre instalaciones militares sirias, ninguna instalación rusa sea siquiera tocada, del mismo modo que ninguno de los «rebeldes moderados» está molestando a las unidades rusas que, en columna y con las banderas ondeando, han trasladado hombres y material, defensas antiaéreas incluidas, desde las bases del norte y centro de Siria a la costa occidental, donde Tartus y Hmeimim permanecen igual de imperturbables, con la comodidad de que los citados rebeldes han anunciado que no tienen intención de atacarlas (veremos si es así, claro, en el futuro. Por ahora, es así).
Y de hecho, la idea de que Putin había estado distraído viendo volar la burra mientras Erdogan se sacaba a Siria del bolsillo era, digamos, demasiado simplista, y demasiado acorde con las alucinaciones occidentales para que fuera cierta. Si hubo negociación, si Assad se vendió (o aceptó hacerse a un lado a cambio de garantías), es obvio que Rusia también estuvo implicada, y desde luego no como socio menor dada su exposición en la zona y el crédito que, para disgusto de la OTAN, sigue teniendo en Oriente Próximo, incluso entre los «rebeldes moderados».
Y hablando de la OTAN, y así llegamos a la última alucinación: su visión está obviamente limitada exclusivamente a Rusia (Irán siempre es considerado una especie de tendero al servicio del Kremlin ¡sólo que en Siria, vaya usted a saber!), y habiendo perdido Assad en todos los ámbitos se deduce que Rusia también ha perdido. Esto conducirá, de alguna manera que no está bien especificada (después de todo, uno no necesita racionalizar cuando es presa de alucinaciones) a la famosa «posición de fuerza» con la que Ucrania, es decir, Occidente, podrá negociar después de la «tremenda humillación» sufrida por Moscú.
Ahora bien, aun suponiendo la tremenda humillación, no está claro (de nuevo por aquello de que es una alucinación) cómo la retirada de Siria (retirada que, recuerdo, aún no se ha materializado ya que las dos bases importantes siguen en manos rusas, y sin ser perturbadas) conducirá a un ablandamiento de Rusia en el frente ucraniano. Si realmente tuviera que abandonar Oriente Próximo, y por consiguiente África, ¿no necesitaría, por el contrario, endurecer su posición en el único teatro occidental que le queda y en el que puede dictar las condiciones al encontrarse en amplia ventaja?
Pero me doy cuenta de que quizás sea un discurso demasiado complejo y, sobre todo, demasiado grande: la necesidad de declararse, por fin, vencedor de algo. Así que a estos últimos alucinados les recordaría simplemente que los hombres y los medios en retirada de Siria (medios que incluyen vehículos blindados, artillería móvil, lanzamisiles, sistemas de defensa antiaérea y, en caso de abandono definitivo de todo el país, un buen número de aviones de combate y helicópteros en plenas condiciones operativas y pilotados y asistidos por personal extremadamente experimentado) no serían encajonados y metidos en un depósito, sino transferidos a Ucrania.
Del mismo modo que los fondos que Rusia ha vertido generosamente en Siria durante la última década acabarían (acabarán seguro, porque incluso en el mejor de los casos no será pequeña la reducción) en el teatro de operaciones ucraniano. Pero precisamente, habría que discutir medios y dinero, es decir, cosas que pertenecen a la realidad y no a alucinaciones.
AriannaEditrice.it