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Mundo, Pensamiento :: 12/06/2023

Andreas Malm: "No deberíamos hacernos ilusiones sobre el capitalismo verde"

Facundo Nahuel Martín
Entrevista con el investigador sueco Andreas Malm. El marxismo ecológico y la urgencia de una intervención revolucionaria ante la cada vez más profunda crisis medioambiental

El investigador y activista Andreas Malm viene ganando importancia en el campo del marxismo ecológico. Su amplio trabajo abarca campos como la historia del capitalismo fósil, la discusión teórica y filosófica sobre el materialismo y la naturaleza, así como la elaboración programática ecosocialista. Es autor de libros como Capital Fósil, Cómo volar un oleoducto y El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social. En esta entrevista ofrece una serie de apreciaciones sobre los desafíos actuales del movimiento climático y comenta algunas de sus ideas principales.

Usted es un académico marxista y un activista que trabaja en relación con los movimientos climáticos y medioambientales. ¿Cómo analizaría a la actualidad de estos movimientos y cuáles cree que son las tareas o los retos para los marxistas que trabajan con o en esos movimientos?

Creo que el reto para los marxistas que trabajan específicamente en esos movimientos es que muchos de los grupos climáticos, del norte global, al menos, tienden a distanciarse de los factores de clase y se ponen un poco nerviosos cuando se habla de política anticapitalista. Aunque es cierto que esto está cambiando. Quiero decir que algunos grupos están adoptando o acercándose mucho más a la política anticapitalista. Diría que Fridays for future, particularmente, en lo que hace a Europa. Pero creo que esto es menos problemático en el sur global, donde las luchas en torno a los proyectos de extracción y los combustibles fósiles tienden a estar integradas en otros contextos, donde la resistencia local a menudo involucra a la gente, que participa porque quiere defender sus medios de vida y se arriesga a perder el agua o los bosques u otros recursos vitales. Así que supongo que en gran parte del sur global hay más potencial para una convergencia más fácil entre los intereses materiales, las luchas de clases en cierto sentido y la política medioambiental. Pero en el norte esto es siempre, o muy a menudo, un gran desafío.

Pasando al análisis de la situación actual, en Capital fósil explicas cómo la lógica abstracta de la acumulación de capital subsumió la producción material, hasta que al final «se soldó» con los combustibles fósiles. Explicas que existe una fuerte afinidad entre la dinámica del capital como un «sujeto automático» reificado, auto-movible y abstracto, y los combustibles fósiles, que proporcionan una forma de energía que se adapta mejor a la producción continua abstracta, descontextualizada ambiental y socialmente. Sin embargo, últimamente estamos viendo un movimiento que se aleja del negacionismo del cambio climático, en lo que tal vez implique un giro hacia el capitalismo verde de las voces dominantes entre los gobiernos y las élites capitalistas. Quizás haya un intento incipiente de ecologizar el capitalismo. ¿Cómo analiza este cambio?

La negación explícita de la crisis climática se encuentra ahora principalmente en la extrema derecha. Pero eso no significa que ya no sea importante. De hecho, creo que incluso se podría encontrar bastante en el régimen de Putin, que es obviamente un actor muy importante hoy en día. Pero no es imposible que tengamos otro presidente republicano en EEUU el año que viene. Y, ya sea Trump u otro, es muy probable que se trate de alguien que niegue la existencia de la crisis climática. Sin embargo, tienes razón en que desde la derrota de Trump en 2020 se ha producido un giro, un viraje hacia algo parecido a un capitalismo verde. Y la derrota de Bolsonaro reforzó esta tendencia de una extrema derecha debilitada y, por lo tanto, también debilitó la negación del cambio climático. Quiero decir, no estoy sugiriendo necesariamente que Lula sea tan malo como Biden en lo que se refiere al capitalismo verde. Pero son dos casos de derrota para los negacionistas del clima en la extrema derecha.

Ahora, sobre el capitalismo verde. Por supuesto, existe la idea de que el sistema actual resolverá el problema climático y de que lo hará sin ningún enfrentamiento masivo con el capital fósil. Que se puede pasar sin problemas de los combustibles fósiles a soluciones sin carbono y a cosas como la eliminación del dióxido de carbono. Creo que, dondequiera que se mire a este capitalismo verde, se encontrarán problemas muy significativos. Y el campo que estoy estudiando es el de la eliminación del dióxido de carbono, donde se ven limitaciones muy severas en lo que el capital puede lograr cuando se trata de eliminarlo realmente de la atmósfera. Por tanto, quizá sea muy obvio decirlo desde una posición de izquierdas, pero no deberíamos hacernos ilusiones sobre lo que puede conseguir el capitalismo verde.

Ahora bien, muchos teóricos y también activistas consideran que el capitalismo neoliberal está atravesando una gran crisis, una crisis muy general. Y, al mismo tiempo, la crisis ecológica se está acelerando. ¿Cómo cree que interactúan estos dos procesos en la actualidad?

Bueno, hasta ahora, la forma en que interactúan es la siguiente. Hay una crisis energética, con una subida de los precios de la energía que comenzó tras la pandemia y que luego se vio muy reforzada e impulsada por la invasión a Ucrania. Esta crisis se tradujo en una ganancia inesperada para las industrias de combustibles fósiles. Las empresas utilizaron esos beneficios para invertir aún más en infraestructuras de combustibles fósiles, de modo que ese tipo de crisis energética no hizo sino agravar o exacerbar la crisis climática. Luego, se puede mirar desde otros ángulos. Los propios impactos del calentamiento global son, por supuesto, abordados o tratados de una manera neoliberal. Una cosa que me ha emocionado un poco, porque estaba en Francia cuando ocurrió, fue esta lucha en torno a los embalses de agua. Hay una especie de modelo de adaptación neoliberal a la crisis climática, en el que algunos recursos clave empiezan a escasear, en este caso el agua para la agricultura. ¿Y cómo se hace frente a eso? Pues privatizando el agua y centralizándola en grandes embalses privados. Esto significa que los pequeños agricultores no tienen acceso al agua. Es una adaptación muy injusta que agrava el problema. Pero es una apropiación neoliberal muy clásica de un recurso común.

En tu obra El murciélago y el capital, presentas o desarrollas este concepto de leninismo ecológico como alternativa a lo que llamas perspectivas neoanarquistas, y también a la política ecológica socialdemócrata. ¿Podrías desarrollar un poco más esta idea del leninismo ecológico? ¿Cuáles son sus perspectivas y desafíos en la actualidad?

En primer lugar, tengo que decir que escribí ese libro a toda velocidad. Lo escribí en seis semanas y dediqué una de esas seis semanas a la parte del libro que trata sobre el leninismo ecológico, el comunismo de guerra ecológico y esas cosas. Esto significa que era un esbozo muy crudo y tosco de estas ideas que necesitan mucha elaboración. Afortunadamente, hay otros camaradas que también han jugado con la noción de leninismo ecológico, esbozando sus significados posibles, y se han basado en otros aspectos del legado leninista para hacer de esto una idea útil. Gente como Jodi Dean, Kai Heron y Derek Wall. Y hemos tenido la idea de que deberíamos escribir un libro juntos en el que tratáramos de desarrollar nuestras diferentes perspectivas sobre lo que es el leninismo ecológico, lo cual sería necesario porque el esbozo es muy crudo en el libro que yo escribí. Sin embargo, este proyecto aún no ha sucedido y veremos si lo hará. Lo que quería decir cuando escribí sobre ello son, creo, tres cosas.

Una, necesitamos hacer algo parecido a lo que hicieron Lenin y sus asociados de la izquierda antibelicista. Algo parecido a lo que hicieron Luxemburg y Liebknecht en el periodo de la Primera Guerra Mundial, que fue convertir la crisis de la guerra en una crisis de sus impulsores. El argumento era que si quieres parar esta guerra, que es tan mala, que está matando a millones sin razón, y si quieres prevenir más guerras de este tipo, entonces necesitas eliminar las causas de esta guerra. Y la causa son las burguesías imperialistas en el poder. Esto fue fundamental para toda la política de la Revolución de Octubre. Hoy habría que hacer algo similar. El argumento es que si te preocupan estos desastres climáticos que estamos viendo, la única manera de salir de ellos sería convertirlos en crisis para los impulsores de estos desastres. Así que hay que buscar las fuentes, las causas del problema, y derrocar a los poderes que mantienen el statu quo. Sólo así podremos salir del ciclo de impactos cada vez peores.

En segundo lugar, argumenté que el leninismo ecológico difiere del anarquismo en que acepta que el poder del Estado será necesario en la transición para abandonar los combustibles fósiles, porque hay que coaccionar a ciertos actores de la economía para que dejen de extraer, producir y vender combustibles fósiles. Y sólo el Estado puede hacerlo. Y si al final somos nosotros, fuera del Estado, quienes lo hacemos con éxito, entonces nos habremos constituido de facto en una especie de Estado alternativo. Pero, por definición, es muy difícil que alguien que no sea el Estado pueda hacerlo a la escala necesaria.

El tercer punto era contra la socialdemocracia. Mi argumento planteaba que necesitamos abrazar una política leninista de inquietud e impaciencia. Y Lenin fue un político que basó sus principales intervenciones en la idea de que nos estamos quedando sin tiempo, o que ya no tenemos tiempo en absoluto y tenemos que actuar muy rápido. Esto está en contradicción con la socialdemocracia clásica, que tiene la idea de que el tiempo está de nuestro lado y de que podemos movernos lenta y gradualmente. No, ese no es el caso en esta situación.

Retomando el problema del tiempo y la velocidad. A medida que los efectos del calentamiento global se hacen más y más evidentes en todo el mundo, parece crecer la idea de que toda la civilización moderna se dirige hacia un colapso inevitable. Lo vemos en las películas, en la ciencia ficción y quizá incluso en algunas perspectivas académicas como la colapsología. ¿Qué opina de estas perspectivas de colapso?

Es decir, hasta cierto punto, por supuesto, ya se está produciendo algún tipo de colapso, pero es extremadamente desigual y combinado. Algunos ecosistemas y medios de vida a escala local están sufriendo una especie de colapso, mientras que otros nadan en beneficios como nunca antes. Así que es un proceso increíblemente desigual. Pero, si te refieres a algún tipo de colapso generalizado que ocurra en algún momento, por ejemplo si el calentamiento global alcanza los 5 o 7 grados centígrados o algo así, por supuesto, entonces el colapso sería universal y significaría el fin de la civilización tal y como la hemos conocido. Todavía tenemos que recordar que la civilización que tenemos es muy particular. No es la civilización humana en general. Es un tipo de civilización profundamente capitalista y burguesa que posiblemente esté arrastrando a todo el mundo hacia el abismo. Sobre la corriente de la colapsología, no estoy profundamente familiarizado con ella. Pero si el argumento es que nuestro principal proyecto político ahora debe ser prepararnos para el colapso, aprender a vivir en él y adaptarnos a él --por ejemplo, trasladándonos al campo y estableciendo enclaves a prueba de colapso o algo así --, entonces lo encuentro profundamente dudoso y problemático. Porque no es cierto que ya estemos condenados al colapso universal, en ningún tipo de sentido técnico o neutral. Todavía hay muchos daños que pueden evitarse si intervenimos a tiempo. Y debemos intervenir con toda la fuerza que podamos para conservar la mayor parte posible de esta Tierra en un estado habitable. Y esto significa que la urgencia de la acción política no es menor. Simplemente es más urgente.

Y además, este tipo de idea de supervivencia es algo que normalmente se basa en el privilegio de la clase media en el norte global. Y es muy difícil pensar en que, por ejemplo, los campesinos de Irak o los trabajadores de Nigeria adopten la idea de que nuestra forma de vivir durante el colapso es montar una especie de campamentos de supervivencia en el campo. Quiero decir, es algo que tal vez podría hacer la clase media francesa.

Tradicionalmente, el socialismo y el decrecimiento no han sido muy amigos entre sí, con debates incluso enconados. Pero en los últimos años ecomarxistas como Saito o incluso Löwy se están acercando al decrecimiento. Y lo mismo está ocurriendo desde el otro lado, con gente como Giorgos Kallis acercándose al socialismo. ¿Cómo valora ahora la relación entre ecosocialismo y decrecimiento?

Es una buena pregunta. No estoy al tanto de la literatura sobre decrecimiento ni de lo que está haciendo el movimiento. Simpatizo con mucho de lo que oigo de este campo. Y creo que tienes razón en que hay una especie de convergencia, lo que probablemente sea bueno. Sigo teniendo mis dudas sobre ciertos aspectos del programa de decrecimiento, pero también es posible que no esté al día acerca de cómo están redactando y formulando estas cosas y de lo que piensan. Pero sí, en general, supongo que es una convergencia loable.

Sólo para insistir un poco más ¿Cree que la transición energética más allá de los combustibles fósiles es posible sin reducir el consumo total de energía y materiales de la sociedad?

Creo que la gente del decrecimiento tiene un punto completa y empíricamente indiscutible en cuanto a que una desvinculación importante entre el crecimiento y la producción material es imposible. No se puede seguir teniendo crecimiento capitalista y reducir el rendimiento material al mismo tiempo. Pero la tarea política más urgente es evitar el colapso climático, no reducir el rendimiento material en general. Y la cuestión es cómo llevar a cabo una transición de los combustibles fósiles a las energías renovables lo más rápidamente posible. Esto significa que la cuestión del crecimiento en su conjunto no es la más inmediata, porque necesitamos incluso suprimir algunos sectores de la economía en su totalidad, pero sustituyéndolos por otros. Esto es lo que significa la transición. Y también creo que si hablamos de una transición para abandonar los combustibles fósiles, tenemos que reconocer que, sí, el consumo de energía tiene que reducirse en ciertas partes de la economía, sobre todo en el transporte en el norte global. Pero tiene que aumentar en ciertas partes de la economía mundial, en partes del sur global. Y ahora vemos que, por primera vez en la historia contemporánea, ha aumentado el número de personas sin acceso a la electricidad. Y eso cuenta como una especie de decrecimiento, pero una mala forma de decrecimiento porque no queremos que los pobres de América Latina o del África subsahariana o del sur de Asia se queden de repente sin electricidad.

Por el contrario, tenemos que proporcionar a todo el mundo acceso al tipo de bienes que damos por sentados en el norte global, como la energía eléctrica para que puedas seguir estudiando después de la puesta de sol o cosas por el estilo. Afortunadamente, esto se puede hacer desplegando fuentes de energía renovables que ahora son mucho más baratas que los combustibles fósiles en casi todos los ámbitos. Pero todavía oigo a gente muy comprometida con la idea del decrecimiento resistirse a la idea de que debemos ampliar en el sur global el acceso a la electricidad basada en energías renovables. No sé cuál es actualmente la posición principal de los partidarios del decrecimiento, pero creo que es muy importante subrayar que la tarea urgente ahora es, ante todo, la transición para abandonar los combustibles fósiles. Pero esa transición tiene que tener un componente de justicia en el sentido de que los ricos deben reducir su consumo de energía, pero los pobres deben aumentar el suyo. Y este aumento del consumo de energía, por supuesto, tiene que basarse en las energías renovables. Así que se necesita un crecimiento masivo de las energías renovables.

Estupendo. Ahora, llegando al final de esta conversación, una pregunta más teórica. En The Progress of this Storm, usted hace una crítica significativa a las tendencias monistas contemporáneas en la academia, como la teoría del actor en red, los nuevos materialismos, el posthumanismo e incluso la ecología mundial de Jason Moore. Al mismo tiempo, como ecomarxista, es crítico con el constructivismo social y con el dualismo sociedad-naturaleza que a veces está presente en las humanidades. ¿Cómo se resuelve en su pensamiento esta tensión entre la crítica al monismo y al dualismo?

No sé si está resuelta en mi pensamiento. Pero es una tensión típica del pensamiento dialéctico, que tienes que ser capaz de pensar en cómo se unen los opuestos. Quiero decir, ese es el núcleo del pensamiento dialéctico: que las cosas son parte de la misma totalidad. Ese es el lado monista del asunto. Pero también son contradictorias y están en tensión entre sí. Así, por ejemplo, la crisis climática o la geoingeniería o cualquier aspecto de la crisis medioambiental, constituye precisamente este tipo de unidad contradictoria de lo natural y lo social. Vemos la tendencia a aplanar estas distinciones y apostar por el monismo a ultranza en ciertas formas de filosofías de moda que quizá estén un poco menos de moda ahora que hace cinco años. El nuevo materialismo, la ontología orientada a objetos y esas cosas que no creo que sean útiles para entender la crisis ecológica. Si se rechaza cualquier tipo de distinción entre lo natural y lo social, sencillamente no se puede dar sentido a lo que está ocurriendo.

Entonces, por supuesto, nos oponemos a cualquier tipo de dualismo duro del tipo que todavía se ve en la economía neoclásica, por ejemplo, que imagina que la economía habita una esfera y la naturaleza está en otra, y que las dos nunca entran en contacto entre sí. Y todo el proyecto marxista ecológico es una crítica a este tipo de dualismo.

Ahora, pregunta final. ¿Te gustaría comentar en qué proyectos estás trabajando ahora mismo? ¿Qué se te está ocurriendo?

Sí, estoy escribiendo un libro junto con mi colega William Carlton que se llamará Overshoot Climate Politics When It's Too Late. Trata de lo que haremos, o de lo que harán las clases dominantes, cuando el calentamiento global se acerque cada vez más a 1,5 grados, a 2 y quizás aún más. Las clases dominantes se están preparando para esto. Y nos están diciendo que lo que vamos a tener que hacer es adaptarnos y eliminar el carbono de la atmósfera y también participar en la geoingeniería solar. Así que este libro es una crítica de este tipo de ideología y un examen de estas tres cosas: la adaptación, la eliminación de dióxido de carbono y la geoingeniería solar. Y también una mirada a las promesas y los escollos de estos planteos. Y si realmente fuera posible que cualquiera de ellas pueda constituirse como una alternativa a una revolución climática.

Nuestro argumento sería que ninguna puede reducir de ninguna manera la necesidad de una revolución climática, en el sentido de que tenemos que deshacernos de los combustibles fósiles tan rápido como sea física, humanamente posible. Y esa es la única manera de que podamos tener estas cosas bajo algún tipo de control. Luego tengo un proyecto histórico mucho, mucho más grande en el que me gustaría centrarme, pero tengo que terminar este primero para poder volver a él.

Jacobinlat. Traducción: Pedro Perucca

 

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