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Mundo, Argentina, Mundo :: 27/01/2022

Antivacunas: ¿irresponsables o demiurgos?

José Steinsleger
Mi antivacunas favorito

El nada fantasmagórico movimiento antivacuna que sacude a la humanidad (o sea Europa y EEUU), reconoce en el doctor inglés Andrew Wakefeld a uno de sus personajes fundacionales. En 1998, la influyente revista médica The Lancet publicó un artículo de su autoría que establece la relación entre la aplicación de la vacuna triple vírica con el autismo y ciertas enfermedades intestinales.

Incontables científicos estallaron con indignación, probando que Wakefeld andaba flojo de papeles. The Lancet se retractó. Pero el audaz doctor se convirtió en líder de los antivacunas, y entre los partidarios de que todo, absolutamente todo en este mundo, estaría manipulado por un gobierno mundial en las ­sombras.

La idea de gobierno mundial viene divulgándose desde el decenio de 1960 por el estadunidense Lyndon Larouche (1922-2019) y sus discípulos. V. gr.: Daniel Estulin, el del Club Bilderberg, quien asegura que el levantamiento del EZLN en 1994, habría sido urdido por los jesuitas y la corona británica.

Por su lado, otro erudito con chapa, Jacques Attali (ex asesor del presidente Francois Mitterrand y fundador del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, 1991-93), escribió 10 años antes en su Diccionario del siglo XXI:

“Habrá epidemias […], se tomarán medidas mundiales de acotamiento que pondrían en tela de juicio […] el nomadismo y la democracia. Con motivo de la epidemia surgirá una policía, esta vez necesariamente mundial, lo mismo que ocurrió en el siglo XV a escala de las naciones europeas. Así pues, a largo plazo, un poder mundial” (Paidós, 2007, p. 125).

A diferencia de los confusos que decidimos vacunarnos, los antivacunas cuentan con mayor impacto mediático. Por ejemplo, el líder del movimiento antivacuna de Italia, Lorenzo Damiano, contrajo el Covid. Pero antes de ser intubado, declaró: Estoy listo para decirle al mundo la importancia de respetar a la ciencia, que cura y salva.

En fin... Siempre hubo traidores. Sin embargo, su homólogo en Austria, Johann Biacsics, murió fiel a la causa, intubado. Biacsics se había automedicado con hidroxicloroquina, una de las fórmulas recomendadas por el humanista Robert Francis Kennedy Jr (vaya), y el gran líder de las Américas Jair Bolsonaro.

Caso similar, el de los horribles gemelos Igor y Grichka Bogdanoff. Famosos desde 1980 en salones del jet set, la tv y medios amarillistas de Francia, los gemelos eran aficionados a las cirugías plásticas, a más de divulgar estremecedoras teorías acerca de extraterrestres, junto con sugerencias para ganar fortunas con los bitcóin.

Igor y Grichka se negaron a ser vacunados, y a finales de diciembre e inicios de enero murieron con escasos días de diferencia. Es el destino. No podían estar separados mucho tiempo, dijo la esposa de Igor. El cantante Francis Lalanne (vocero del movimiento antivacuna) asistió al sepelio, junto con el ex sesentayochero y el ex ministro de Educación Luc Ferry, famoso por haber prohibido el velo de las islámicas en escuelas y espacios públicos.

Mi antivacunas favorito es el argentino Javier Milei. Con aplomo científico, acomodándose la peluca despeinada que luce en los programas de opinión, Milei afirma: No están todas las vacunas bien probadas (sic). En las elecciones de medio tiempo (2021), su partido se convirtió en tercera fuerza nacional, en un país cuya capital registra, a escala mundial, la mayor cantidad de sicólogos, analistas, siquiatras y terapeutas por kilómetro cuadrado.

Pero la vida suele ser ingrata, y Milei tuvo que vacunarse para viajar a Miami y dictar la conferencia titulada La superioridad moral del capitalismo. Dio positivo. “No entiendo… ¡Anoche no presentaba síntomas!”, declaró a los medios. ¿Prueba de que el gobierno argentino formaría parte del sistema totalitario tecnocrático de ideología transhumanista?

Por si algo faltaba, los antivacuna de izquierda que nos advierten de la hipnosis Covid. De un lado, suscriben alegatos en defensa de la humanidad; por el otro, comentan textos nada científicos de autores seudocientíficos que logran meter miedo.

¡Uf!… ¿qué hacer? Quizá, celebrar también que en democracia, las embestidas contra la ciencia, la cultura y el sinsentido que despliega la ideología neoliberal, no son judiciables.

Finalmente, la decisión de la cantante checa Hanna Horka, fallecida el domingo pasado por haber contraído deliberadamente covid-19 para obtener el pase sanitario que permite el acceso a eventos culturales, deportivos, bares y ­restaurantes…

Su hijo de 57 años, el cantante Jan Rek, culpó a los grupos antivacunas por haber convencido a su madre de no inmunizarse. Tienen sangre en las manos, lamentó.

La Jornada

 

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