Asesinar bebés en Gaza, principio "sagrado" de Israel
[Foto: Bebé palestino Idres Al-Dbari, asesinado por un bombardeo israelí, en brazos de su abuela, hospital Abu Yousef al-Najjar en Rafah, 12/12/2023]
“Esta es una guerra contra los niños. Es una guerra contra su infancia y su futuro.”
Philippe Lazzarini, Comisionado General de la UNRWA.
Las imágenes son conmovedoras y deberían despertar la rabia e indignación de cualquier ser humano. Todos los días las contemplamos en los medios virtuales: niños recién nacidos o de corta edad aplastados por las bombas infernales lanzadas de manera sádica y asesina por las fuerza aérea de Israel; incubadoras con bebes en sala de urgencias que son desconectadas por soldados de Israel; niños que mueren o se enferman por consumir agua contaminada, dado que Israel cortó el suministro de agua potable; niños que mueren de hambre y desnutrición por no tener acceso a ningún alimento, pues Israel bombardea los camiones y lugares donde pudieran depositarse e impide el ingreso de ayuda alimenticia… La ONU lo acaba de decir: en estos meses han sido asesinados en Gaza más niños que todos los que han muerto en todas las guerras del mundo en los últimos cuatro años.
Ante tanta infamia criminal, cualquiera podría pensar que el asesinato de niños no tiene, no puede ni debería tener, ninguna justificación, porque traspasa los códigos básicos de la humanidad.
Para sorpresa ‒si es que algo de lo que efectúa Israel puede sorprender, dado su aterrador prontuario criminal‒ en ese país se justifican los asesinatos de niños; aún más, se llama a que se incrementen hasta extirpar de raíz la vida del último palestino en las zonas que ocupa el estado sionista. Esa es una reivindicación criminal del infanticidio que se encubre con un manto religioso.
Un sector de rabinos sostiene que los recién nacidos deben morir, porque si se les deja crecer atacaran a los israelitas. En La Torá del Rey. Leyes sobre la vida y la muerte entre los judíos y las naciones [2009], un libro de 230 páginas escrito por los rabinos Yitzhak Shapira y Yosef Elitzu, se dice en forma textual: “Hay razones para matar a los niños si existe la evidencia de que, al crecer, nos dañarán; en ese caso los ataques deben ir directamente contra ellos y no contra los adultos”. En la misma época, el rabino Yitzhak Shapiro ‒“guía espiritual” de una escuela talmúdica ubicada en Nablus‒ escribió otro libro en el que recomienda matar a los gentiles (como son llamados los no judíos) “que reclaman la tierra para ellos” y que “debilitan nuestra soberanía”.
Estos rabinos interpretan el concepto de rodef, en la Ley Judía aquel iluminado que persigue a otro para asesinarlo, en el sentido de que deben matarse a los enemigos, en los que se incluye a los gentiles de cualquier edad. Ahora, se extiende la noción, por supuesto, a los palestinos, aunque no se le mencione con nombre propio, y consideran que allí no hay población civil, sino que todos son culpables y deben morir. Los nuevos rodef, exterminadores, deben proceder por cuenta propia y sin esperar ninguna orden, porque “uno no necesita una decisión de la nación para permitir que se derrame la sangre de aquellos que pertenecen al imperio del mal”.
Estos rabinos fundamentalistas vomitan sus doctrinas de muerte en escuelas talmúdicas radicales, que están financiadas por el gobierno y, lo más importante, operan en los territorios ocupados de Cisjordania y adoctrinan a soldados de Israel que cumplen el servicio militar en esas tierras palestinas ocupadas. Y estos soldados luego proceden a matar a los niños palestinos, argumentando que todos los habitantes de Gaza son culpables y deben morir.
Esa conducta genocida explica, por ejemplo, la justificación religiosa de la Masacre de Quana (Líbano), el 30 de junio de 2006, cuando la aviación de Israel bombardeó, destruyó un edificio y masacró a 54 personas, entre ellas a 37 menores de edad. A raíz de ese crimen, el Consejo Rabínico de Yesha, que es la autoridad religiosa de los asentamientos judíos en los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania, declaró que todos los muertos, incluyendo a los niños, eran “culpables”. Al respecto, el capellán de las Fuerzas de Defensa (sic) de Israel sostuvo, para justificar el injustificable crimen: “En la guerra, cuando las fuerzas atormentan al enemigo, se permite de acuerdo con la Halafa matar civiles, aún civiles que son ostensiblemente buenos”. ¡Ostensiblemente buenos, pero culpables, que deben ser liquidados en sus cunas porque cuando crezcan van a volverse malos y a atacar a los “mansos y pacíficos” ciudadanos de Israel! Son asesinatos preventivos, similares a los que hacía el Rey Herodes o, en la mitología griega, Cronos al devorar a sus hijos para evitar que en el futuro lo destronaran.
En estos momentos, cuando cada cinco minutos es asesinado un niño palestino por Israel, el rabino Eliahu Mali instiga a sus estudiantes a matar y exterminar a todos los palestinos. En una sesión abierta con sus seguidores cuando se le preguntó si la muerte incluía a los bebés y a los ancianos, respondió que se debía “hacer lo mismo”. Para este rabino “la ley básica en una guerra religiosa, y en este caso en Gaza, es que ‘no dejarás vivo a nada que respire’ (Deuteronomio), y si no los matas, ellos te matarán a ti. Los luchadores de hoy son los niños de la operación militar anterior a quienes mantuvieron con vida y las mujeres son las que producen a los saboteadores”. En estas circunstancias, agregó: “Eres tú o ellos. Esto se aplica no sólo al chico de 14 o 16 años, o al hombre de 20 o 30 años que te apunta con un arma, sino también a la generación futura. Esto también se aplica a quienes engendran la generación futura, porque en realidad no hay diferencia”.
Este rabino genocida enfatizó que el principio fundamental de la guerra contra los palestinos es buscar que «ningún alma queda viva», e instó a los israelíes a continuar con la masacre de palestinos. Estos llamamientos a la limpieza étnica se replican en la sociedad de Israel y son aceptados por una gran mayoría de la población, empezando por altos funcionarios, ministros y militares. Según altos jerarcas religiosos Israel tiene “licencia sagrada para matar” a los niños, empezando por los recién nacidos.
Tanto cinismo criminal avergonzaría a otro criminal de guerra, de filiación estadounidense, Robert McNamara quien, a finales de la década de 1960, dijo que era mejor matar al niño en su cuna, antes que enfrentarlo décadas después en las selvas tropicales a donde se hubiera alzado en armas. Y lo avergonzaría porque McNamara no tenía que justificar sus invocaciones criminales de niños con libros sagrados ni preceptos divinos, en los que se camuflan los genocidas de Israel para justificar sus crímenes de lesa humanidad.
El Colectivo