Banco Mundial, geopolítica y maldesarrollo
Militante infatigable y portavoz del CADTM (Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas), Éric Toussaint acaba de publicar una requisitoria superdocumentada contra el Banco Mundial. Allí, denuncia a una institución que avanza en la sombra a pesar de una influencia capital (y capacidad de daño) en el maldesarrollo [1] de una parte del mundo. (Renaud Duterme)
Géographies en mouvement: ¿Puedes recordarnos brevemente el origen y el papel oficial del Banco Mundial?
Éric Toussaint: El Banco Mundial fue creado en 1944, pero comenzó su actividad al año siguiente, con un mandato inicial que era el otorgamiento de préstamos para la reconstrucción de Europa. Sin embargo, desde 1948, EEUU prefirió ejecutar el Plan Marshall que proponía dar donaciones en lugar de préstamos. Por lo tanto, este Banco fue relegado a ser un Banco de Desarrollo. En esa época, una gran parte de África y una parte de Asia estaban todavía bajo tutela colonial. Por consiguiente, sus clientes eran, por tanto, sobre todo las metrópolis coloniales como Portugal, Francia, los Países Bajos, Bélgica, Reino Unido, por un lado y los gobiernos sud-americanos y los países recién descolonizados del subcontinente indio, por otro.
Desde sus comienzos, el concepto «desarrollo» significó para el Banco Mundial, como para la mayor parte de gobiernos occidentales, integrar a los países del Sur al modelo Centro-Periferia y dotarlos de infraestructuras (puertos, ferrocarriles, centrales eléctricas, etc.), destinadas a exportar las materias primas para el mercado mundial. Hasta 1962, no se pudo registrar ningún préstamo para escuelas, hospitales o un sistema cloacal.
Tú muestras que, desde sus comienzos y todo a lo largo de su existencia, el Banco Mundial colocó a la ideología en el centro de su política de préstamos, contrariamente a sus estatutos. ¿Podrías desarrollar este tema con ejemplos concretos?
El Banco Mundial prioriza, efectivamente, sus objetivos políticos en su selección de préstamos. El primer préstamo que otorgó, en 1947, fue a Francia y se lo condicionó a que se excluyera del gobierno de De Gaulle al Partido Comunista francés. Y ese préstamo se concedió al día siguiente de la partida del PC francés. En 1953, el Banco respaldó a EEUU y al Reino Unido en el derrocamiento del gobierno de Mossadegh en Irán, un gobierno que quería nacionalizar una parte de la producción de petróleo del país. Al año siguiente, en Guatemala, el Banco apoyó el golpe de Estado militar contra el presidente Árbenz Guzmán que promovía una reforma agraria y exigía la recuperación de las tierras de la United Fruit Company.
Esos son algunos ejemplos (entre otros que documento en el libro) que demuestran que el Banco es ante todo un instrumento destinado a responder a los intereses geoestratégicos de las grandes potencias. Y, aunque sus propios estatutos estipulan, negro sobre blanco, que la política no debe entrar en consideración en la concesión de préstamos, los hechos están en total contradicción con esa idea.
Desde los orígenes hasta hoy, EEUU tuvo y tiene una enorme influencia sobre el Banco Mundial.
Efectivamente. Todos sus presidentes, desde 1944 hasta hoy, fueron ciudadanos estadounidenses designados por el presidente de EEUU en persona, sin deliberación del Congreso y cuyo nombramiento es ratificado por el organismo de dirección del Banco Mundial.
El Banco cuenta con 189 miembros y es una agencia especializada de las Naciones Unidas. Pero, en los hechos el Banco no aplica las normas de la ONU. En lugar del principio «un Estado, un voto», el derecho a voto de un país se atribuye en función de su parte en el capital del Banco, y esa parte se decide entre un puñado de países. En 1947, Reino Unido, EEUU y Francia disponían y, solo estos tres Estados, con más del 50% de los votos. Japón y Alemania integraron ese círculo en 1952.
Además, la dirección ha de hacer concesiones a determinados miembros. En 1973, cuando Nixon decide ir a Pekín para firmar una serie de acuerdos con la China de Mao (especialmente, para impedir el apoyo chino a gobiernos hostiles a Washington), la sede del país fue transferida de Taiwán a China continental, una situación que, actualmente, aún perdura. No obstante, China posee solamente un 4,8% de derecho a voto mientras EEUU tiene un 15,5%. Arabia Saudí, aliada estratégica del país del Tío Sam, que cuenta con 35 millones de habitantes, tiene el privilegio de ocupar, en solitario, su asiento en la dirección del Banco Mundial y dispone del 2,7 % de los votos, mientras que 48 Estados del África subsahariana, donde viven más de mil millones de personas, solamente cuentan con dos asientos y en total tienen el 3,9% de los votos. En resumen, el reparto de los derechos de voto depende ante todo de negociaciones y sobre todo del interés que tiene EEUU en otros países.
E incluso, peor que eso, es que ese reparto le otorga, de facto, un derecho de veto a EEUU. Al comienzo del Banco, EEUU tenía el 36% de los votos mientras que la mayoría calificada necesitaba el 65%. A medida que se sucedían las nuevas independencias y la adhesión de nuevos miembros, aceptaron disminuir su parte al 15,5%, ¡con la condición de aumentar la mayoría calificada al... 85%!
Y todavía más, ningún presidente del Banco Mundial tenía experiencia en materia de desarrollo. En general son banqueros (el actual trabajaba para un gran Banco que quebró en 2008) o estrategas militares, como Robert McNamara, organizador de la intervención estadounidense en la guerra de Vietnam o Paul Wolfovitz, iniciador de la doctrina de la guerra preventiva y uno de los responsables de la invasión a Iraq en 2003.
Finalmente, una anécdota geográfica reveladora: la sede del Banco Mundial está en Washington DC, a unos cientos de metros de la Casa Blanca, al igual que el FMI.
En materia económica, demuestras que, a pesar de los supuestos modelos para el Banco, en realidad, este llevó a cabo políticas contrarias a esos modelos, que el Banco preconizaba habitualmente. Especialmente, es el caso de Corea del Sur, país sobre el cual tú profundizas.
Para ese país, la geografía es, justamente, una de las claves de comprensión, en particular su posición estratégica --situada en la punta de un bloque constituido por China comunista y la antigua URSS, enfrente de Japón, aliado de Occidente--.
Después de la guerra de Corea, había en el sur una simpatía popular por el modelo comunista. EEUU vio el peligro y sostuvo la implantación de una dictadura brutal que, a pesar de todo, realizó políticas sociales, y, en particular, una reforma agraria radical, con un máximo de tres hectáreas por familia. La implantación de esa reforma fue bastante «fácil» ya que numerosas tierras recuperadas fueron expropiadas al ocupante japonés, y no pertenecían a empresas estadounidenses como pasó en Guatemala. La reforma, por lo tanto, no afectaba a los intereses de EEUU.
La política económica surcoreana se caracterizaba por una fuerte recaudación de impuestos sobre el campesinado, así como por enormes inversiones públicas en la industria naval y en la siderurgia. Esa intervención estatal, en las antípodas del laisser- faire liberal, se vio acompañada de una política estadounidense de donaciones y no de préstamos, similar a las del Plan Marshall.
En resumen, hasta los años 1990, Corea del Sur nunca siguió las recomendaciones del Banco Mundial, y sobre todo se le autorizó a no seguirla, a pesar de algunos préstamos concedidos en los años 1970. Si el país hubiese seguido las políticas preconizadas por el Banco Mundial, su economía, sin ninguna duda, jamás hubiera conquistado los mercados mundiales con sus grandes marcas que se convirtieron en referencias.
Hay que señalar que con la misma indulgencia se trató a la isla de Taiwán, que también aplicó una política intervencionista y proteccionista, en total contradicción con los preceptos neoliberales favoritos del Banco Mundial.
¿Por qué el Banco Mundial no tiene la relevancia del FMI?
Indudablemente, porque lo esencial de sus actuaciones se sitúan en el Sur Global. El FMI, por el contrario, goza de un primer plano porque intervino durante los últimos quince años en el Norte, en los países de la zona euro como Grecia, Irlanda, Portugal, Chipre, los tres Estados Bálticos, sin olvidar Islandia que no está en la Unión Europea. También porque su política tiene por objetivo, ante todo, el reembolso que deben hacer los países endeudados con respecto a los grandes Bancos privados (y, con frecuencia, occidentales). En cambio, el Banco Mundial otorga préstamos a más largo plazo y de modo más estructural. Dicho esto, estas dos instituciones operan concertadas y se reúnen conjuntamente dos veces al año.
Pero aunque el Banco Mundial esté menos expuesto a la actualidad, su actuación es totalmente determinante. El Banco aporta su respaldo a la industria extractiva, a proyectos de centrales térmicas y a numerosas dictaduras. Adulaba a los regímenes autoritarios de África del Norte antes de la sacudida de la Primavera árabe. Bajo la cobertura de la integración de género en sus políticas, hizo que millones de mujeres cayeran en las garras del mercado. Resumiendo, en los países del Sur, las poblaciones sufren cotidianamente los efectos de sus políticas y escuchan hablar de ella con frecuencia. Y tanto más, cuando muchos de sus gobiernos se felicitan por los préstamos de los cuales se beneficiaron.
Finalmente, hasta hace poco, el Banco Mundial realizaba un informe titulado 'Doing business' en el que establecía una clasificación de los países en función de su actividad con respecto a las inversiones extranjeras. Nada sorprendentes son las medidas que, facilitando los despidos o la reducción de impuestos a las empresas, colocaban a los países en una posición más favorable. Su influencia teórica no es para nada insignificante.
¿Qué futuro ves para el Banco Mundial?
Desde el punto de vista de la propia institución, las cosas van bastante bien, a pesar de sus numerosas situaciones comprometidas. Además de las ya citadas, hay que mencionar el apoyo a Mobutu en su política de saqueo del Congo-Kinshasa, el respaldo a la dictadura de Ceausescu en Rumania y también su responsabilidad en la política genocida de Ruanda.
Y, al mismo tiempo, una enorme mayoría de gobiernos del Sur siguen dócilmente sus recomendaciones y permanecen entrampados en la ideología neoliberal. Mientras que los pueblos no se liberen de esos gobiernos, el Banco Mundial tendrá un brillante porvenir. Las revueltas populares de estos últimos años (Túnez, Egipto, Sri Lanka, etc.) no acabaron, desgraciadamente, en un cambio profundo de régimen y asistimos a una continuidad en materia de política económica. Si esos movimientos populares no consiguen que lleguen al poder otras fuerzas políticas para implantar otro modelo de desarrollo, el Banco Mundial tiene el futuro asegurado.
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Nota: [1] Múltiples autores vienen trabajando esta categoría. Maristella Svampa y Enrique Viale consideran que en el marco del Consenso de los Commodities, en el que cobra centralidad la dinámica de desposesión y el extractivismo, el concepto de "maldesarrollo" apunta a subrayar el carácter insostenible o insustentable de los "modelos de desarrollo" hoy vigentes; insustentabilidad que es necesario leer desde diferentes dimensiones: social, económica, ecológica, cultural, política, de género, sanitaria, entre otras. Hablar de maldesarrollo nos ilumina no solo sobre el fracaso del programa de desarrollo (como ideal, como promesa), sino también sobre las diferentes dimensiones del "malvivir" (Tortosa, 2011: 41) que puede observarse en nuestra sociedad, producto del avance de las fronteras del extractivismo.
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