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Mundo :: 04/08/2012

Begiraiozue hortxe!: el enemigo

Maité Campillo
Chuexin cantaba, esa y no otra era su garantía, los peces se paraban para escucharle!

queremos seguir viviendo en paz con lo poco que tenemos, no necesitamos dinero, ni bancos, ni parlamentos, policías, ni ejército necesitamos... ¿para qué?

Agente Naranja sobre la ventana de la memoria

Chuexin era un pescador que pasaba tardes enteras gozando plácidamente. Comunicaba con su caña de pescar y sus peces, formaban parte de sus días. Fiel colaboradora la caña, tan viejita como él heredada de su padre, como una extensión del mismo pegada a sus manos rugosas, pero aún firmes y altivas a la hora de tirar del sedal cuando algún inocente pez quedaba atrapado mirándolo. Chuexin cantaba, esa y no otra era su garantía, los peces se paraban para escucharle! Así pasaba desde que se había jubilado los mejores amaneceres y atardeceres del tiempo que todo abarca y determina en la vida.

Chuexin vivía en un país donde los soles y las lunas se amaban sin necesidad de palabras, sus miradas formaban parte del vocablo amor, se sentía inmensamente feliz y agradecido de haber nacido allí. Los ríos cristalinos se cruzaban saludándose por donde los niños reían como flores en primavera agitadas por el viento, comunicándose con el silbo como los ancestros de la isla de La Gomera; una especie bien particular de pajaritos libres que entreabría los días con sus cantos, gritos y juegos, mientras los mayores trabajaban en armonía, camaradería para sacarle fruto a la tierra y volver a sembrar, seguir alimentando sus estómagos que sostenían su deambular reforzando sus nobles sentimientos, sus plantas curtidas en barro caminaban airosas y su cerebro sabio amigo de soles y lluvias aquí, alrededor del viento que corona de flores la alegría .

En la aldea de Chuexin nadie era mas que nadie, todos, mas grande en estatura mas pequeña, mujeres, hombres, niños, pero personas, lo que se dice en conciencia gente. Todos tenían lo que necesitaban y, nadie más de lo que le correspondía, compartían. No era un país con muchos recursos tecnológicos cierto, pero los que tenían, naturales, sabían aprovecharlos y, así todos podían vivir largos años sin otras necesidades que las que les daba tierra y mar, siempre, claro, con la colaboración del sol y las lunas que lo rondaban abriendo puertas y ventanas. Porque cada noche aparecía una luna, unas veces a forma de rodajas de sandía y otras grande como balón de playa que entusiasmaba a los niños; los enamorados se alejaban cuando la luna era así de redonda y tremenda de luminosa, hasta las aguas de los ríos y del mar se ponían bravas, no sabían donde esconderse y saltaban, saltaban caprichosas. .

Una de esas tardes Chuexin, se encontraba con la mirada hacia un punto infinito de las aguas azules y revoltosas, cuando visionó a lo lejos una especie de mancha negra pequeña, como la suela de sus botas de goma con las que solía trabajar el campo para que no le picaran escorpiones e insectos... la mancha se iba haciendo mayor, en la medida que el tiempo iba pasando. De súbito Chuexin, ciñe el ceño entre ojo y ojo alarmado, se da cuenta que la mancha negra empieza a tomar forma de un barco; un barco cada vez mas grande, hasta que ya, sin ninguna duda, entendió que se trataba de un buque de guerra. El barco se quedó en un punto, como anclado. Unas lanchas empiezan a salir en dirección a Chuexin, que siguió en su labor de pesca sin quitar ojo a lo que estaba viendo. Al llegar a la playa las lanchas, desembarcaron grupos de hombres con uniformes militares, todo su cuerpo estaba forrado por armas de guerra!!! Chuexin, inquieto, siguió sentado en su taburete de madera con las manos aferradas a su caña, preocupado. Se acercan a él esas cosas parecidas a robots con cara y ojos desafiantes, hablándole un idioma extraño que él no entiende, reacciona dirigiéndose a ellos:

Buenas tardes, que desean ustedes...

(pregunta Chuexin a los visitantes, que seguían como ausentes en su 'retaila' hasta que se acerca uno, que sí hablaba el idioma del pescador).

- Mire amigo, venimos a salvarlos, a protegerles...

- A protegernos... ¿de qué?

- Está en peligro amigo, todos ustedes lo están, no sé si se ha dado cuenta, así no pueden seguir viviendo; el comunismo, los terroristas acechan... ustedes no utilizan dinero ni tienen bancos, ni parlamento, ni televisores, ni policía, ni ejército, ni iglesias tienen... como van a rezar!.

- Rezar...

- Sí, para pedir que dios les perdone los pecados, para ir al cielo!

- Bueno, señor... discúlpeme usted, pero para perdonarnos los pecados la verdad que no necesitamos tanto intermediario, y el cielo lo tenemos toditos los días acá en la tierra.

- Pero vamos a ver amigo, ustedes no pueden vivir así, no se dan cuenta, sin orden, sin leyes, alguien tiene que protegerles!

- Oh, no se preocupen por eso, sabemos protegernos!

- Pero tienen un mar rico en peces, una tierra boscosa, minerales, y quizá hasta tengan petroleo, alguien tiene que controlar estas riquezas.

- La verdad, si usted llama riquezas a lo que siempre hemos tenido para sobrevivir... Y, sí, buen trabajo nos cuesta mantenerlas!, pero no se preocupen de verdad, que ya nos bastamos nosotros, gracias, muchas gracias, señor...

- Mire amigo, nuestra misión es venir a ayudarles, si no se dejan por las buenas lo haremos a la brava, me entiende, quiero ayudarle, déjeme que le explique... podría con nosotros comprar un bote más grande, con los ingresos podría comprar varios botes de pesca, hasta llegar a una flota de botes pesqueros, vamos, controlar la producción, mejorar su vida aquí!

- Mire, señor... este pueblo lleva milenios trabajando la tierra y el mar, generación tras generación en armonía, somos felices!, entiende lo que le digo?, nuestros hijos crecen felices de esa misma manera, juegan, aprenden de los mayores, no enferman de pena, de hambre, la verdad, queremos seguir viviendo en paz con lo poco que tenemos, no necesitamos dinero, ni bancos, ni parlamentos, policías, ni ejército necesitamos... ¿para qué?, no tenemos enemigos!, siempre hemos vivido en paz con otros pueblos de la tierra. Pueda que seamos pobres como usted dice, quizá, pero creame somos felices; vuelvan a su tierra y, dejen de preocuparse, por los que ya vivimos en paz, señor...

El viejo Chuexin, no dejó de sujetar su vieja caña en ningún momento ni la sonrisa y orgullo de su País y aldea en que vivía, con esa sonrisa en los labios y defendiendo la felicidad de sus días con sus noches, fue como Chuexin recibió por respuesta un disparo en su bronceada y humilde frente altiva. Los mercenarios de la OTAN, marines, avanzaron tierra adentro arrasando la aldea, exterminando hombres, mujeres, niños, animales... prendieron fuego las casas, cosecha, bosque; ni un alma quedó en la tierra del viejo Chuexin. Otros llegaron después...

En un ala de una de las lunas, que rondaban siempre el sol que iluminó día a día las calles donde vivió Chuexin, unas palabras escritas dirigidas hacia uno de los reflejos que sol seguía enviando a la población que se retorcía entre las calles del país carbonizado, el lema rezaba así:

“Los vietnamitas no se rendirán nunca ante la agresión, y no aceptarán conversaciones bajo la amenaza de las bombas.”

Ho Chi Min

Maité Campillo (actriz y directora de teatro) / La Haine

 

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