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Bolivia :: 11/01/2018

Bolivia: cultura y revolución

Fernando Buen Abad
En unos cuantos años la revolución cultural de Bolivia avanzó lo que no se avanzó en siglos

A la siempre ardua tarea de entender el concepto cultura, de no sucumbir a los reduccionismos que siempre lo acosan, a no derretirse entre nociones flácidas ni ambigüedades rentables, hay que añadir la muy particular e histórica batalla del Estado Plurinacional de Bolivia por hacer visible su lucha cultural en los epicentros de la dignidad, la integración, la diversidad y los derechos fundamentales. ¿Alguien no se ha enterado?

En unos cuantos años la revolución cultural de Bolivia avanzó lo que no se avanzó en siglos. Ha puesto ante los ojos del mundo lo que parece imposible con la consolidación de un Estado Plurinacional que, con todos sus problemas y tareas pendientes, ha conseguido sentar las bases de un imaginario impensable en países donde reina a sus anchas la intolerancia y la exclusión por todos los medios. En unos cuantos años Bolivia ha quebrado la idiosincrasia burguesa y ha demostrado que cuando un pueblo se decide puede administrarse para la emancipación. Bolivia ha demostrado en tiempo récord que es posible dar fuerza a la unidad con base en la diversidad y en la inclusión. Y eso implica una gran revolución cultural que a nivel planetario marca logros, define rutas y fija puntos de no retorno.

De manera directa e indirecta, el gobierno del presidente Evo Morales ha desarrollado paradigmas que, según se presenten, son grandes transformaciones en las cabezas y las cabecitas de propios y extraños. Eso recorre la vestimenta del presidente, su manera de hablar, la sintaxis oficial de sus alocuciones y desde luego la gestualidad que expresa diferencias de todo tipo, especialmente si se lo compara con los rituales acartonados de la diplomacia profesional basada proverbialmente en hipocresías comerciales. Evo se ha puesto a hombros la tarea de hacer visible a su pueblo haciéndose visible él mismo, con sus procesos y transformaciones personales incluidos, aunque no le guste.

Evo saluda fraternalmente, sonríe con sinceridad, abraza con respeto y explica sin altanería de sabiondos. Eso construye un campo de disputa simbólico que, ante los ojos de los pueblos, resulta siempre victorioso porque es la expresión de un ser humano interesado hondamente por lo humano. Y se le nota. Contra la cultura burguesa del acartonamiento ceremonial, contra el tufo burocrático disimulado con perfumes y trajes costosísimos. Contra la semiótica del poder y la demagogia de no pocas convenciones, declaraciones y protocolos internacionales, el presidente Evo Morales esgrime el argumento poderoso de la amistad entre los pueblos, su solidaridad fraterna y la necesidad urgente de una gran revolución económica, comunicacional y cultural… inclusiva, dignificante y permanente.

Eso ha convertido a Evo en un líder mundial que es abrazado en las bases de todos los pueblos. Respetado. Uno de esos líderes que se parecen mucho a los pueblos. Uno de esos pocos referentes políticos de los que no se tienen dudas, de los que sólo se espera lucha firme y bondad de hermano. Uno de esos militantes de la revolución que inspira y anima a la juventud más allá de las apariencias porque mueve en los jóvenes la necesidad de entender las claves hondas para la praxis revolucionaria diaria. Y Evo es así no por obra de asesores de imagen ni por operaciones de farándula o mercadotecnia, es así porque así es su pueblo. Basta recorrer las calles de la Bolivia plurinacional y ver los rostros siempre amables y siempre amigos de ese pueblo que parió a Evo. Nació en Bolivia una cultura de la dignidad que recorre las calles y va luchando diariamente no sólo contra una historia de marginación, saqueo y explotación sino también por una historia de desprecio, racismo, xenofobia y esclavismo. Y todo junto también.

Y es una revolución cultural porque ha permitido a muchos ver a Bolivia con respeto, verla como bastión de dignidad y como fuente de amistad a toda prueba. Por eso Evo no falta a uno solo de los escenarios cruciales para la Patria Grande. Por los festejos o por los dolores. Evo encarna esa Bolivia que acompañó a Chávez hasta su última morada; Evo hace visible a la Bolivia más honda que celebra con sus pueblos hermanos todo triunfo verdadero en la política como las ciencias, las artes o los deportes. La Bolivia que hace 12 años sólo servía para ejemplificar episodios de desolación, hambrunas, despojos y humillación sin límite, es hoy protagonista central que aporta su palabra orientadora y digna en los momentos claves para las luchas de los pueblos. Y no hay límite para su voz libre, lo mismo en los foros internacionales que en las plazas y en las marchas públicas. Doce años después Bolivia es uno de los bastiones más sólidos de la lucha por la independencia verdadera de la Patria Grande. En tiempo récord.

Rondan los buitres y los criminales. Bolivia no está a salvo. Ya hemos visto cómo se ensayan y se ensañan las perversiones imperiales que, con ayuda de algunos desde dentro, intentan aniquilar los miles de triunfos de la revolución boliviana. Vienen tiempos difíciles pero esta vez se tienen fuerzas mejores. Esa Bolivia que hace 12 años se puso en pie hoy debe continuar su carrera meteórica en la consolidación de su soberanía y su revolución nuestra. Hay que saber cuidarse de todos los enemigos que, dentro y fuera, amasan ofensivas de todo tipo y por todos los medios. Hay que cuidar a Evo, entre todos, porque hace rato que dejó de ser sólo el líder de la Bolivia nueva y renacida.

Hace rato que Evo es líder mundial y líder continental y eso nos obliga a defenderlo y apoyarlo. Estemos donde estemos. No por culto a la personalidad, no por reduccionismo ni por fanatismo, hay que defender al Evo que parió un pueblo en revolución y por tanto hay que defender a la revolución y a todos los Evo nuevos que, en tan sólo 12 años, han proliferado en Bolivia para alegría de la Patria Grande y para tranquilidad de la especie humana. Con sólo 12 años, esta etapa de la revolución boliviana es una revolución cultural que debe conocerse en todo el mundo, que debe hacerse visible por más que la escondan, la insulten y la desfiguren los adalides de la desmemoria y la derrota. Esa revolución cultural que ha dado nueva identidad Bolivia también nos la ha dado a todos nosotros.
¿Te enteraste?

La Jornada

 

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