Brasil: 2013 fue el peor año para la reforma agraria
—Este es el peor año de la reforma agraria de un gobierno como el de Dilma Rousseff, que siempre ha sido pésimo en esta materia. Hasta ahora, sólo 159 familias fueron asentadas en todo el país. Es una vergüenza. No pasan de diez las propiedades expropiadas. Peor que en el último gobierno militar del general Figueiredo, cuando se expropiaron 152 predios. Otro grave problema es que el gobierno federal está llamando a la “emancipación de los asentamientos”, otorgando el título de los lotes a los asentados. En la práctica eso sirve para que el Estado deje de tener responsabilidad sobre las familias. Pero lo peor es que esta política va a crear una contrarreforma agraria, ya que los grandes hacendados pasarán a presionar a los asentados para que vendan sus lotes, aumentando aun más la concentración en la tenencia de la tierra en el país.
—¿Y a qué se debe esta dificultad para avanzar?
—Podemos citar dos grandes cuestiones cruciales. La primera es el hecho de que el gobierno ha sido tomado como rehén por la bancada ruralista, la mayor del Congreso Nacional. Son 162 diputados y 11 senadores, sin contar la legión de adeptos de última hora.
Por más absurda que sea la agenda de este sector, está logrando salir victorioso en todo, incluso en sus propuestas inconstitucionales, desde el estrangulamiento absoluto del Código Forestal hasta la modificación de la ley sobre el trabajo esclavo, el retroceso en la legislación relativa a la demarcación de las tierras indígenas, la creación de una comisión especial para liberar con mayor facilidad nuevos agrotóxicos y nuevos cultivos transgénicos.
Ninguna de estas propuestas representa los intereses de la sociedad brasileña. Todas responden exclusivamente a los intereses particulares de este sector, y están saliendo victoriosas. La bancada ruralista es un cáncer del pueblo brasileño.
La otra cuestión es la ilusión del gobierno en relación con el agronegocio. Las principales exportaciones de productos básicos promovidas por este sector permiten al gobierno mantener la política de generación sistemática de superávit primario, lo que garantiza el destino de los recursos presupuestarios para el sector financiero, como los pagos de intereses y el servicio de la deuda, lo cual es lamentable.
—Pero al mismo tiempo ha generado algunas políticas públicas para la agricultura familiar y campesina.
—En primer lugar, es muy importante tener en cuenta que todas las políticas públicas son conquistas de las luchas de los movimientos sociales. Luchamos para garantizar la compra de alimentos y conquistamos el Programa Nacional de Alimentación Escolar y el Programa de Adquisición de Alimentos; luchamos por la educación en el campo y logramos el Programa de Educación Nacional de la Reforma Agraria; luchamos por la agroindustrialización de nuestra producción, y conquistamos el Programa Terra Forte; luchamos por otro modelo de agricultura y conquistamos el Plan Nacional de Agroecología y Producción Orgánica –Brasil Agroecológico.
Sin embargo, si bien estas medidas son importantes, también tienen sus límites. Son muy desproporcionadas en comparación con las inversiones en el agronegocio. Para tener una idea, el Plan Cosecha 2013-2014 de la agricultura familiar representa poco más del 20 por ciento de lo que se destina al agronegocio.
—¿Qué es necesario hacer, entonces?
—Dar prioridad a la agricultura familiar y campesina, y no tratarla como algo secundario. El gobierno debe entender que la única solución a la pobreza es una extensa reforma agraria, creando miles de puestos de trabajo en el campo. Si ésta no se lleva a cabo, habrá un crecimiento desmesurado de los principales centros urbanos y de los barrios pobres en los suburbios periféricos de las grandes ciudades.
O sea, cambiar la lógica y la estructura de la producción agrícola en Brasil. El director de la fao, José Graziano, reconoció que la única salida a la crisis ambiental y la garantía de la soberanía alimentaria es la agricultura familiar. Tanto es así que 2014 ha sido declarado por las Naciones Unidas como Año Internacional de la Agricultura Familiar.
—¿Por qué los dos modelos de agricultura no pueden conciliarse?
—Son modelos que contrastan en su lógica y esencia. La codicia del agronegocio, con sus gigantescos recursos económicos, impide otro tipo de agricultura, pues siempre buscará incorporar la tierra de los campesinos y los recursos naturales a su modelo de producción de commodities.
Para tener una idea, en las dos últimas décadas más de 6 millones de personas fueron expulsadas del campo brasileño por el agronegocio. ¿Y adónde fueron? A los barrios pobres de los centros urbanos. El agronegocio no genera empleo, ya que más del 70 por ciento de la mano de obra en el campo pertenece a la agricultura familiar, y se apropia de las pequeñas y medianas propiedades agrícolas.
En el ámbito de la producción de alimentos básicos para la población brasileña, la situación también es muy grave. De 1990 a 2011 las superficies plantadas de alimentos básicos como arroz, frijoles, yuca y trigo disminuyeron entre un 20 y un 35 por ciento, mientras que las áreas dedicadas a los productos “nobles” del agronegocio, como la caña de azúcar y la soja, se han incrementado en 122 y 107 por ciento. Y todo orientado a la exportación. Vamos a tener que importar arroz y frijoles de China. Es alarmante.
John Paul Rodrigues es miembro de la coordinación nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)
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