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Brasil :: 09/04/2025

Brasil: La gobernabilidad "en frío" es un peligro

Valerio Arcary
No existe un "undécimo mandamiento" oculto que prohíba a Lula convocar movilizaciones, como lo ha hecho en Colombia Petro, y en México Cláudia Sheinbaum

Más vale una palabra antes que dos después.
Más vale el ejemplo que la doctrina.
Proverbios populares portugueses

1 Los Actos Sin Amnistía, aprovechando el momento de la fecha del golpe de 1964, indican un camino. Fueron un acierto político, en primer lugar, por su línea justa. Unimos dos banderas que son el centro de la táctica: "Dictadura nunca más" y "Cárcel para Bolsonaro". Fueron actos de "vanguardia", en el sentido de que se puso en marcha una amplia militancia. Pero la jornada fue a escala nacional y, en São Paulo, la marcha fue, en comparación con las últimas manifestaciones, fuerte, intensa y animada. Todos salieron con la moral reforzada, y eso cuenta. No menos de diez mil activistas salieron a las calles entre las 13h y las 17h, y la marcha hasta el DOI-CODI fue emocionante. El amplio activismo salió feliz. La gente se miraba con orgullo. Volvimos a las calles y nos fue bien.

2 El hecho de que la "banda de los siete" esté en la condición de acusados, y Braga Netto esté preso es un hecho histórico en Brasil, y alimenta la expectativa de que Bolsonaro sea condenado. La perspectiva de una victoria importa en el ánimo de las personas. Pesó el hecho de que el acto de Bolsonaro en Copacabana no "bombeó", pesó la repercusión de la película "Todavía estoy aquí" que se convirtió en una herramienta de lucha en la "guerra cultural", pesó la convocatoria unitaria de los Frentes Brasil Popular y Pueblo sin Miedo, y pesó el compromiso de Boulos en la preparación. Estuvimos al borde del precipicio en 2022 y, hasta ahora, no hemos invertido el equilibrio de fuerzas. Nadie debería olvidar que ganamos "por un tris".

3 Queda una lección "granítica": con la línea acertada, la unidad al menos de las fuerzas de izquierda más importantes, la esperanza de que "el día puede nacer feliz", y una dirección que impulse la lucha e inspire confianza es posible movilizar con fuerza, empezando por mover a los sectores más conscientes. No seremos millones en las calles en poco tiempo. Pero esta pelea no será una prueba de velocidad. Será un maratón contra la extrema derecha. Requiere unidad y persistencia. Necesitamos a Lula y necesitamos ganar tiempo. Necesitamos que Lula salga de estar a la defensiva y derrote al bolsonarismo en 2026. Necesitamos ganar tiempo, porque la situación internacional ya ha dejado claro que la lucha contra los neofascistas no se agotará en 2026.

4 Pero, si estos actos fueron útiles para la acumulación de fuerzas, el desafío no se agota en esta iniciativa. Lo más importante es entender que la izquierda necesita campañas políticas que se articulen con la estrategia de derrotar al bolsonarismo en 2026. Una campaña es una lucha por un programa. Este es el sentido del plebiscito en septiembre por la tributación de los súper ricos, y por la reducción de la jornada laboral para acabar con la escala 6×1. La inmersión en un "sonambulismo quietista" es un error. La izquierda, desde sus corrientes más moderadas hasta las más radicales, debe comprometerse en un Frente Único que organice la militancia para la agitación y la propaganda en torno a estos dos ejes, indivisibles de la lucha por Sin Amnistía.

5 La verdad es que no estamos bien cuando pensamos en la dinámica a largo plazo. Por supuesto, una mayor fortaleza o debilidad del gobierno no depende solo de las encuestas de opinión de la "semana" que son una "foto" momentánea. La correlación política de fuerzas debe ser evaluada considerando otros factores como: (a) las relaciones de poder entre el gobierno y el Congreso Nacional y la Justicia, las Fuerzas Armadas, los medios de comunicación, las disputas en las redes sociales; (b) la lucha entre los partidos, las disputas en las redes sociales, la guerra ideológica que es la forma contemporánea, en lenguaje gramsciano, de la "guerra de posiciones". Además, la correlación política de fuerzas no se autonomiza de la correlación social de fuerzas, en otro nivel de abstracción, más estructural, que son las posiciones de las clases, fracciones de clase y grupos sociales, que sigue siendo desfavorable porque la "masa" de la burguesía está en la oposición y arrastra a la mayoría de la clase media y, entre una porción más reducida de los trabajadores, el bolsonarismo mantiene su audiencia. Dicho esto, la caída de la popularidad de Lula no fue solo una ligera oscilación. La mala dinámica viene ininterrumpidamente desde el segundo semestre de 2024. No mejoró después del desastre del PIX y la presión inflacionaria de los alimentos, entre otros factores.

6 Salir de la condición defensiva requiere lucidez, coraje e inteligencia. Lucidez para evaluar la situación tal y como es, sin autoengaño. Coraje para enfrentarse al enemigo. Inteligencia para abrazar una táctica que abra un camino hacia la victoria. A pesar de los dos años de Lula en la presidencia, la situación no evolucionó bien: la izquierda perdió las elecciones municipales en 2024, la popularidad del gobierno ha estado disminuyendo durante meses y, para empeorar las cosas, Trump ganó en los EEUU. Dos años no son dos meses. Algo estaba muy mal en la estrategia, que se ha vengado hasta ahora. Este balance no es "impresionismo". La expectativa de que las "concesiones" serán suficientes ignora que, si la situación económica y la experiencia de las masas importan, no son el único "termómetro" en la lucha de clases. El país está fracturado, y hay una "guerra cultural" despiadada e ininterrumpida en las redes sociales. Una estrategia que solo descansa en la "buena administración" subestima la "sobrepolitización" de la extrema derecha. El gobierno no debe refugiarse en la "hibernación", o peor aún, en un "modo vegetal" de fotosíntesis nocturna a la espera de las elecciones de 2026.

7 La apuesta estratégica del gobierno de Lula por la gobernabilidad "en frío" es un peligro. No ha funcionado hasta ahora. ¿Funcionará hasta 2026? Esta opción se basa en el cálculo de que un giro a la izquierda produciría una ruptura de la amplia coalición, lo que explica la decisión del PT de aceptar la nominación de Hugo Mota por Artur Lira para la presidencia de la Cámara, y de Alcolumbre en el Senado. Sí, por supuesto, hay riesgos, pero Lula no debería ser rehén de la mayoría reaccionaria en el Congreso. Se equivocan los que concluyeron que el giro a la izquierda ya comenzó con la designación de Gleisi, y la presentación del proyecto de reforma del impuesto sobre la renta, exención hasta cinco mil y tributación por encima de cincuenta mil. Son inflexiones positivas, pero no hay giro a la izquierda sin la decisión de apoyarse en campañas políticas y en la movilización popular. Una "división de tareas" entre los movimientos sociales y el gobierno es una táctica que ya ha demostrado ser errónea. Los sindicatos y los frentes que están comprometidos con la estrategia de derrotar al bolsonarismo no tienen suficiente fuerza. El gobierno es un instrumento de lucha. No existe un "undécimo mandamiento" oculto que prohíba al gobierno convocar movilizaciones, como lo ha hecho en Colombia Petro, y en México Cláudia Sheinbaum.

8 El bolsonarismo tiene una estrategia. Hace maniobras tácticas exploratorias como la convocatoria de actos por amnistía, aunque es consciente de que solo provoca ruido en las redes sociales y turbulencias en el Congreso Nacional. Pero sirve para la acumulación de fuerzas, para denunciar la "persecución" política. Saben que serán condenados y encarcelados. El cálculo de Bolsonaro es lanzar su candidatura, si es necesario desde el interior de la prisión, hasta el último momento y luego sustituirla por un aliado incondicional. Quiere disciplinar a la extrema derecha y bloquear el espacio del centro-derecha para que hasta el límite de la inscripción legal de las elecciones de 2026 haya una polarización suya contra Lula. Su expectativa es que, si una candidatura como la de Tarcísio de Freitas gana, se beneficiará de un indulto. No oculta el plan de ganar la mayoría en el Senado para poder cambiar la composición actual del Tribunal Supremo Federal. Hay disputas en el espacio de la extrema derecha, pero se equivocan quienes subestiman a Bolsonaro.

9 Desafortunadamente, una parte de la izquierda combativa radical no está de acuerdo en que necesitamos ganar tiempo y, mucho menos, que necesitamos a Lula. Algunos se declaran independientes del gobierno, y otros asumen la estrategia de oposición de izquierda. La independencia es criticar lo que se cree que está mal, pero priorizando la defensa del gobierno frente al bolsonarismo. Quien defiende la idea de que el gobierno mantiene intacta una política económica neoliberal, y se apoya en la burguesía contra los trabajadores eligió estar en la oposición. Hay un "grano" de justicia en la crítica a la política de Galípolo en el Banco Central y de Haddad con el marco fiscal, que ralentizan el crecimiento. Pero no es tan sencillo. La verdad es que la política económica del gobierno es híbrida y combina el ajuste fiscal con una amplia gama de medidas anticíclicas y reformas progresivas. Neoliberal es la estrategia del gobierno de Milei. El gobierno de Lula es un gobierno reformista, es decir, de colaboración de clases, "débil". Posicionarse en el terreno de la oposición ignora que la única alternativa realista es que Lula sea reemplazado por la extrema derecha. Ante esta relación de fuerzas, sería un error entrar en el Gobierno y aceptar su disciplina. Un partido no puede tener un pie dentro y otro fuera. Sería deslealtad que quien está en el gobierno denuncie al gobierno. Pero es un error muy grave apostar por una estrategia de desgaste del gobierno, como si estuviéramos en 2005, no en 2025. Porque desprecia que la beneficiada por la corrosión de Lula será, inevitablemente, la extrema derecha.

10 Por último, pero no menos importante, dos meses de Trump ya han transformado la situación mundial. Todo ha cambiado. Brasil no será inmune al desplazamiento de las "placas tectónicas": está en marcha una brutal ofensiva del imperialismo norteamericano. El sistema capitalista atraviesa cuatro crisis de dimensión estructural, no coyuntural, y ellas son el fundamento de la fractura en la clase dominante, que atraviesa el mundo, entre el ala que se desplazó para apoyar al movimiento neofascista, y ala liberal:

(a) la dimensión económica se refiere a los límites de una lenta recuperación postpandémica, con fuerte presión inflacionaria, en contraste con el crecimiento dinámico de China, que amenaza la supremacía norteamericana y de la Tríada, y explica el contraataque proteccionista de los EEUU con la guerra arancelaria para favorecer la reindustrialización interna;

(b) la dimensión ambiental se refiere a la caducidad de las metas de transición energética, ya sea por la aceleración del calentamiento global con aumento de catástrofes, ya sea por la decisión de Trump de romper con los Acuerdos de París;

(c) la dimensión geopolítica se refiere al giro nacional-imperialista de Washington que anuncia un nuevo proyecto colonialista - amenaza de limpieza étnica palestina en Gaza, anexión de Groenlandia, control del Canal de Panamá, humillación de Canadá, intimidación de México, dominio de las reservas minerales de Ucrania - y una estrategia de ruptura con el multilateralismo, desafiando a la ONU y la OTAN, para imponer una relación de fuerzas de subordinación a Europa;

(d) la dimensión democrática se refiere a la ofensiva autoritaria interna de Trump - asedio a los inmigrantes, a las reivindicaciones de los movimientos feministas y negros, ataque a la población LGTBi, a los líderes estudiantiles de los actos pro-Palestina y, también, contra la función pública, las universidades, el mundo de la cultura y el arte - y el apoyo a la extrema derecha en Israel, en Europa y también en América Latina, donde los regímenes democrático-liberales están amenazados. Todas estas acciones provocarán reacciones, resistencia y conflictos, en diferentes proporciones.

Pero Trump en la presidencia es un factor cualitativo que no se puede ignorar cuando evaluamos el desenlace de la lucha contra el bolsonarismo en Brasil. Menospreciarlo no es solo una ilusión óptica, sino una irresponsabilidad.

* Doctor en Historia por la USP. Militante trotskista desde la Revolución de los Claveles.
esquerdaonline.com.br. Traducción: Enrique García para Sinpermiso.

 

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