Brasil: La institucionalidad somete la política económica a las exigencias del gran capital
Lula comenzó la semana pasada reiterando sus críticas a la política monetaria del Banco Central, que mantiene el tipo de interés en el 13,75%, un nivel que hace inviable la reanudación de ciclos económicos de mayor intensidad. Esto después de que el Ministerio de Hacienda, llegara, a duras penas, a un nuevo marco fiscal para sustituir el inviable techo de gasto. Sin embargo, como explica el economista Plinio Arruda Sampaio Junior, el nuevo arreglo mantiene una inviabilidad crónica de la administración pública en la idea de "poner a los pobres en el presupuesto".
-¿Cómo analiza el nuevo marco fiscal y las prioridades establecidas por este acuerdo macroeconómico?
El marco fiscal es una mejora del techo de gastos de Michel Temer. Mantiene el mismo espíritu del techo de gasto, que es una política de Estado mínima, de "reducción gradual pero no tan gradual" de la presencia del Estado en la economía. Este es el espíritu del techo de gasto y se mantiene. Detrás de todo, la prioridad es comercializar los servicios públicos y garantizar la sostenibilidad intertemporal de la relación deuda-PIB. Estas son las dos prioridades implícitas. El marco continúa la escasez que ahoga las políticas públicas.
Se mantiene el bloqueo del gasto público. La diferencia respecto al antiguo techo de gasto es que ahora este límite es más flexible y varía según la coyuntura, pero el límite sigue vigente, aunque la economía crezca, digamos, un 12% anual -lo que no está vigente, sino sólo por hipótesis-. Incluso en ese caso, el gasto nunca podría superar el 2,5% del PIB en relación con su hipotético aumento.
A las restricciones impuestas por el aumento de los ingresos fiscales, el marco fiscal añade un segundo límite, al vincular el gasto público al cumplimiento de los objetivos de superávit primario. Así, si el gobierno no cumple con la meta, viene una cláusula draconiana que lo obliga a recortar el gasto al año siguiente, independientemente de la coyuntura social y de lo que ocurra en el país.
Este es el resumen del marco fiscal. Su impacto en la vida nacional es muy fuerte. Si Lula hubiera aplicado las reglas del techo del marco fiscal durante sus gobiernos anteriores, ciertamente no habría podido hacer lo que hizo. Porque habría tenido que recortar gastos. João Sicsú, economista de la UFRJ (Universidad Federal de Río de Janeiro), hizo el cálculo y mostró que si esta regla se hubiera aplicado en el período 2003-2010, el gobierno habría tenido que recortar 1,35 billones de reales. Y si la regla se hubiera aplicado de 2003 a 2022, el recorte habría sido de 9 billones, casi un PIB brasileño. Esto muestra la dimensión de la violencia que está detrás del marco fiscal.
-Estos gatillos parecen castigos colectivos, con congelación de inversiones sociales, congelación de salarios, prohibición de concursos públicos, toda una gama que restringe las acciones y gastos estatales de incidencia directa sobre la población. Al mismo tiempo, si el Banco Central autónomo no cumple sus metas, no pasa nada e incluso se profundizan las mismas. ¿Cómo no entender esto como una derrota política del programa elegido en las urnas?
Sin duda es una derrota. El marco fiscal aumenta el control del capital sobre la política fiscal del Gobierno Federal. El impacto del nuevo régimen fiscal no es sólo económico y social. También creará una crisis política. Esto se debe a que, dependiendo de la coyuntura nacional, puede ser imposible cumplir los objetivos de ajuste fiscal. Cuando el acuerdo fiscal resulte imposible de cumplir, o el gobierno paralizará por completo la acción o tendrá que pedir un indulto al Congreso. Es lo que ocurrió durante el gobierno de Bolsonaro, que de hecho recibió varios indultos por incumplimiento de la ley de techo de gasto. Porque era imposible cumplirla. Entonces el Congreso hace una amnistía, pero, a cambio, impone una especie de parlamentarismo de facto.
Por tanto, el nuevo marco fiscal, por un lado, refuerza enormemente el control del gran capital sobre la política fiscal; por otro, crea una bomba política, porque refuerza la capacidad del parlamento para proteger al ejecutivo cada vez que éste incumple las reglas del capital. En esencia, se mejora un marco institucional que somete la política económica a las exigencias del gran capital. Eso es lo que hace el marco.
Estas cláusulas de castigo son tan draconianas que en la práctica hacen inviable la administración pública. Seguramente no se aplicarán, y no se aplicarán a costa de la tutela del Congreso sobre el ejecutivo. Es un tiro en el pie. El gobierno compra la buena voluntad del mercado a corto plazo, pero el precio es su inmovilismo a medio y largo plazo.
-¿Cómo eso puede dialogar con el programa político ganador de las elecciones generales de 2022?
Lula hizo un discurso ambiguo en la campaña. Por un lado, prometió mantener el modelo económico; y, por otro, que pondría a los pobres en el presupuesto. Es la cuadratura del círculo, porque es imposible hacer las dos cosas. El marco fiscal es una prueba de fuego. Lula tendrá que decepcionar al capital o a los pobres que querían entrar en el presupuesto. Y el marco fiscal, ya lo hemos indicado, demostró cuál era su elección. La elección fue el capital, los Faria Lima. (zona de San Pablo considerada la sede del "mercado financiero": ndt) Es un nuevo fraude electoral. Pero no es sólo el marco fiscal lo que revela a lo que ha llegado el gobierno Lula-Alckmin.
La Nueva Educación Media (NEM) es otro ataque muy fuerte contra las clases subalternas. Porque la NEM cambia la filosofía que orienta la educación de los estudiantes. Entierra definitivamente la idea de formar un alumno que se convierta en ciudadano para privilegiar la formación de un individuo neoliberal. El cuadro fiscal, la inercia en relación a la NEM, la omisión en relación a los ataques contra los pueblos originarios y el medio ambiente, la incapacidad de enfrentar la cuestión militar, la docilidad ante la codicia del Centrão (bloque de la derecha en el parlamento: ndt), configuran claramente al gobierno Lula como el tercer gobierno del golpe contra los trabajadores que comenzó con el fraude electoral de Dilma y redobló la apuesta hasta llegar a Bolsonaro. No es un gobierno para deshacer lo hecho por Temer y Bolsonaro; es un gobierno para institucionalizar y legitimar lo hecho por ellos.
-Hubo una gran negociación política para lograr un presupuesto considerado mínimo para las políticas sociales en 2023. ¿Es posible prever un resultado fiscal compatible con la garantía de las políticas esenciales de bienestar social o tenemos todo para ver repetida la misma lucha para 2024?
Sin duda veremos nuevos enfrentamientos presupuestarios. Porque el gobierno no ha enfrentado ninguno de los problemas que están detrás de la fragilidad fiscal de Brasil, que son:
1) el modelo económico de bajo crecimiento. El modelo es el mismo, nada ha cambiado, la política económica es estrictamente la misma;
2) el gobierno no ha aumentado los impuestos ni reducido las exenciones fiscales, que son gigantescas. En realidad, Brasil gasta en políticas públicas mucho menos de lo necesario para satisfacer las necesidades sociales. Y la forma de resolver esto sería aumentar los ingresos netos disponibles. Pero no hay nada de esto, los globos sonda que salen sobre la reforma tributaria muestran una modernización técnica del sistema tributario, no un aumento de la carga tributaria y mucho menos medidas para combatir la injusticia tributaria de este sistema;
3) el gobierno no tocó el principal rubro de gastos del Gobierno Federal, que son los gastos con pago de intereses de la deuda pública y los gastos financieros resultantes de la política monetaria y cambiaria que sostienen la juerga del circo financiero que alimenta el rentismo. Los gastos financieros representan 3,3 veces más que todo el gasto del gobierno central en salud y educación. En otras palabras, el gobierno no ha enfrentado ninguno de los problemas subyacentes a su fragilidad fiscal. Sigue existiendo y se manifestará. Lo que se consiguió con este presupuesto del PEC (Propuesta de Enmienda a la Constitución) de Transición fue un puntapié para superar el primer año del mandato de Lula.
Pero los problemas financieros del Gobierno Federal reaparecerán rápidamente porque la fragilidad fiscal es estructural. Si miramos hacia atrás veremos que, aparte del gobierno de Temer, que hizo el techo de gastos y dijo "miren, la implementación solo comenzará después de que yo me vaya", Bolsonaro tuvo problemas para cumplir con el techo de gastos todos los años. El bloqueo fiscal imposibilita el funcionamiento de la administración pública. Sin base financiera es imposible hacer funcionar el SUS (Sistema Único de Salud), financiar la educación pública, hacer inversiones en infraestructura, etc. Existe un antagonismo irreconciliable entre la política fiscal, que forma parte de la política económica, y los preceptos de la Constitución de 1988. Seguirán chocando, seguirán imposibilitando el funcionamiento del país. Es decir, detrás de todo hay una enorme crisis política. Es imposible resolver la crisis política brasileña sin superar la contradicción irreconciliable entre una política económica que profundiza el neoliberalismo y un marco constitucional que obliga al Estado a hacer políticas públicas. Esta contradicción se manifestará innumerables veces y agravará la crisis nacional.
-Otro foco del debate, que también choca entre el programa económico elegido por las urnas y el programa del gran capital, es el de los tipos de interés. ¿Cómo ve este asunto, hasta ahora sin cambios por parte del presidente del Banco Central, a pesar de todas las críticas, incluso de los empresarios?
Así como el capital tomó el control de la política fiscal, con la autonomía absoluta del Banco Central, también tomó el control de la política monetaria. El Gobierno Federal se quedó sin instrumentos de política económica. Se convirtió en una especie de rey de Inglaterra.
El tipo de interés es un precio estratégico para la economía. Si se mantiene en la estratosfera, asfixia a la economía paralizando las inversiones y deprimiendo el crédito al consumo. Los tipos de interés, por supuesto, deben bajar. Sin embargo, es ingenuo imaginar que esto sería suficiente para resolver la tendencia estructural al estancamiento que se ha apoderado de la economía brasileña desde 2014.
El crecimiento del PIB no depende solo del tipo de interés. Depende básicamente de la existencia de frentes de expansión del capitalismo. Brasil es una economía cada vez más especializada en la división internacional del trabajo. Su expansión depende del dinamismo de la economía mundial. Pero la economía mundial está en crisis y el comercio mundial en una crisis aún mayor. Si el tipo de interés baja, un poco la situación, pero el país seguirá estancado.
Evidentemente, la bajada de los tipos de interés reduce la presión sobre los deudores, permite una mayor expansión del crédito, etc. Pero la reducción de los tipos de interés no es una panacea. Para mejorar la vida de la gente, es toda la política económica la que tiene que cambiar.
-¿Y cuáles serían esos cambios?
El país necesita una alternativa al neoliberalismo. Si no tiene una alternativa al neoliberalismo, es ingenuo imaginar que un cambio aislado y de actualidad pueda alterar sustancialmente el curso de la economía. El cambio implica cuestionar toda la arquitectura del Plan Real. El punto de partida es cambiar los criterios de prioridad que rigen la organización económica del país. Si la prioridad es crear negocio para el capital a cualquier precio y garantizar el circo financiero, el único camino es profundizar cada vez más el neoliberalismo. Pero si la política es colocar a los pobres en el presupuesto, crear empleos y resolver los problemas nacionales, urge una política económica coherente con el cambio de prioridad.
Es imposible cambiar sólo una parte. La política económica no es una suma de medidas. Es un todo. El cambio comienza por revertir la autonomía del Banco Central, por rescatar la política fiscal de las manos de los rentistas, por nacionalizar las empresas de los sectores estratégicos de la economía, por revertir el proceso de liberalización comercial y financiera, y por fijar otra agenda, otros criterios de prioridad para el país.
El cambio en la política económica, depende a su vez de un cambio político. Depende de un cambio en la correlación de fuerzas en la sociedad brasileña. Si el pueblo no se moviliza, no está en las calles y no exige otra prioridad, nos quedaremos con la correlación de fuerzas que está instalada desde 2016, da las cartas e impone el rumbo del país. Dentro de esta correlación de fuerzas, que cambió profundamente el Estado brasileño, el margen de maniobra del gobierno de Lula es mínimo. Lo más que puede hacer es reducir la dosis de veneno neoliberal. Pero sigue siendo veneno.
-Hace años usted acuñó el concepto de "reversión neocolonial". ¿Es esta economía que ha creado 30 millones de hambrientos y 100 millones de pobres la que inevitablemente necesita ser revertida?
Estamos asistiendo a un colapso del Estado nacional. La NEM por ejemplo, representa el abandono absoluto de una idea de colectividad nacional. Una cosa es educar a los jóvenes para que sean ciudadanos. Otra cosa es educar a los jóvenes para que sean capaces de pisarle el cuello a su madre cuando compitan en el mercado laboral. Le están diciendo a los jóvenes "dense vuelta, cada uno para sí ".
Sin enfrentarse a las fuerzas responsables de la desorganización del Estado nacional, nada podrá impedir el avance de la barbarie. La política de la burguesía es administrar la barbarie, combinando porra y política de bienestar. La política de bienestar requiere recursos. Para que la máquina federal funcione mínimamente, la Unión necesitaría una inyección adicional de recursos de al menos el 1 o el 1,5% del PIB. Sin esto, es difícil evitar que la gente muera de hambre en las calles, que el sistema sanitario se colapse y que la educación pública se desintegre. Por el ritmo de trabajo en el Congreso Nacional, parece que la burguesía brasileña no está dispuesta a hacer tal concesión. Sin una solución real, el expediente encontrado por el gobierno Lula es recurrir a dribleadores miopes.
-Frente a lo que usted dice, detener la hemorragia más dramática de nuestra vida cotidiana, costaría una miseria. Pero esto tiene un lado que parece paradójico, porque se trata de mantener la legitimidad de un sistema cuyos beneficiarios son una minoría, y una minoría que está ganando mucho y aun así no puede tolerar concesiones mínimas, lo que al final garantizaría una estabilidad política más prometedora. De este modo, ¿cómo se observa la prevalencia del programa económico de los mercados en el seno de las democracias liberales? ¿Esta lógica implacable de los mercados no estaría dinamitando los propios pactos sociales de estas democracias liberales, dentro y fuera de Brasil?
Enfrentar el hambre le costaría una miseria a la burguesía, pero, como vimos en las Jornadas de junio de 2013, no está dispuesta a ceder ni un centavo. Vivimos la crisis estructural del capitalismo, que combina inextricablemente la acumulación de capital y el avance de la barbarie. El avance de la barbarie viene dado por el progresivo deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores y por la crisis medioambiental. Porque la respuesta del capital a la tendencia a la baja de la tasa de ganancia es una ofensiva permanente sobre el trabajo y el medio ambiente. Este es el nuevo patrón de acumulación. Y a este nuevo patrón de acumulación debe corresponder un nuevo patrón de dominación. La barbarie crea conflicto, crea una época de revueltas permanentes, en todos los rincones del mundo, y la burguesía debe sofocar a los revoltosos.
La crisis estructural del capital erosiona la democracia liberal en todo el mundo, empezando por EEUU, epicentro de una gran crisis política. No puedo imaginar ninguna salida mínimamente civilizada dentro de este régimen político burgués. El capitalismo de nuestro tiempo requiere un modelo autoritario de dominación para gestionar la barbarie. Más allá de la picaresca de la política, esto es lo que explica a Trump, Bolsonaro, Erdogan, etc.
No tiene sentido atacar al fascismo desde dentro del sistema, porque es el sistema el que hace al fascismo. Combatir el fascismo requiere la movilización de las fuerzas políticas que están en contra del sistema. Y esta es la crisis de la izquierda en todo el mundo, porque la izquierda no discute el futuro. Se opone al fascismo ofreciendo el pasado, que está muriendo. Así que lo máximo que consigue es retrasar la muerte de lo viejo. Pero mientras la izquierda no dispute el futuro, que en Brasil es combatir el modelo económico de reversión neocolonial, estaremos condenados a la inestabilidad permanente.
La alternativa es la revolución brasileña, cuya esencia consiste en enfrentar los problemas históricos de la población: segregación social, dependencia externa, depredación del medio ambiente, genocidio de las naciones nativas, etc. Pero los problemas estructurales no aparecen en la agenda política. El vacío creado por la ausencia de una izquierda contra el orden es ocupado por la derecha contra el orden -que capitaliza la audacia de proponer -aunque sea como farsa- una alternativa a lo que se repite indefinidamente.
-Y así caemos en otra aparente paradoja, porque con el golpe de 2016 y la reciente intentona golpista se refuerza en el seno de la izquierda una idea de que la correlación de fuerzas es desfavorable y hay que conformarse con pequeños avances, hasta el punto de cantar victoria en agendas que nada tienen que ver con las banderas de sus bases, como la propia cuestión del marco fiscal; por otro lado, está el trauma con 2013, un fenómeno social lleno de interpretaciones fantasmagóricas, algunas directamente falsas, por parte de la izquierda. En otras palabras, sería imposible luchar dentro o fuera del marco institucional, ya que en ambos casos estaríamos condenados a ser derrotados por los conservadores.
Vamos por partes. Este discurso es dominante en el PT y ahora también en el PSOL. La idea es que no hay nada que hacer. Todo está dominado. Básicamente, la burguesía ha conseguido, por un lado, cooptar a la izquierda del orden y esterilizar así cualquier fuerza reformista. Ha domesticado a la izquierda "dentro del orden" y neutralizado completamente a la izquierda "contra el orden". Esto explica el giro del PSOL hacia el centro y el aislamiento absoluto del PCB y del PSTU.
Con el pretexto de evitar el fascismo, la izquierda del orden fue engullida por el sistema político brasileño. Desempeña un papel importante en la dominación burguesa: legitima el orden, crea la ilusión de una solución a los problemas dentro de las estructuras del sistema, desmoviliza a los trabajadores e impide el surgimiento de fuerzas contra el orden. La izquierda "contra el orden" -PSTU, PCB, autonomistas, en resumen, lo que queda- está completamente fracturada, dividida y sin proyecto.
Los trabajadores están en rango cero. El desafío es salir de esta situación. Los trabajadores viven las contradicciones de la reversión neocolonial -la barbarie capitalista-, pero no tienen instrumentos para transformar su insatisfacción en acción política. Sus instrumentos han sido completamente destruidos. Una parte de la izquierda ha sido cooptada y la otra esterilizada. No es la primera vez que los trabajadores se encuentran en esta situación. Pero las derrotas de la clase trabajadora nunca son definitivas. En algún momento, las clases subalternas forjan nuevos instrumentos de lucha
-Entonces, ¿ya es hora de recuperar una crítica anticapitalista?
La primera tarea es superar el blindaje mental que bloquea cualquier posibilidad de poner el socialismo en la agenda política. Sin la bandera del socialismo, la izquierda no tiene nada que decir a los trabajadores. Sin disputar el futuro, estamos atrapados en el pasado. La burguesía ha conseguido arrinconar a la izquierda de tal manera que, con el pretexto de luchar contra el mal mayor, ha renunciado a la disputa por el futuro. Es la trampa que condena a los trabajadores a la miseria de lo posible. El problema no es exclusivo de la izquierda brasileña. Miremos a Chile. ¿Cuál fue el resultado de la rebelión popular que paralizó el país durante más de un año? Lo máximo que se consiguió fue la elección de Boric, una especie de raíz cúbica de Lula. Como el "estallido social" no se condensó en un proyecto político alternativo al neoliberalismo, la revuelta quedó en nada. No es de extrañar que la derecha ultraviolenta esté ganando terreno. Por eso, el principal reto de la izquierda "contra el orden" es superar el blindaje ideológico que decretó el fin de la historia. Sin esto, seguiremos en el punto de partida.
Lo más importante es rescatar un proyecto de futuro. Sin colocar la revolución socialista como la única alternativa capaz de detener el avance de la barbarie, estaremos siempre contra la pared, en Brasil y en el mundo.
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