BRICS, la ONU y la guerra de Ucrania
“El Secretario General de las Naciones Unidas rechazó la invitación de Ucrania a la primera Cumbre Mundial por la Paz en Suiza, pero aceptó la invitación a Kazán que le hizo el criminal de guerra Putin. Se trata de una decisión equivocada que no contribuye a la causa de la paz y que sólo daña la reputación de las Naciones Unidas”, escribió el pasado lunes el Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania como respuesta oficial al anuncio de que Antonio Guterres, a quien difícilmente pueden otorgarse simpatías prorrusas, antioccidentales o antiucranianas, se disponía a asistir a la cumbre anual que los BRICS, en esta ocasión por primera vez en su versión ampliada tras la adhesión de varios países, se disponían a celebrar en la capital de la República de Tatarstán, en Rusia.
“Colectivamente, sus países representan casi la mitad de la población mundial”, afirmó Guterres para abrir su discurso, aportando un dato ineludible a la hora de analizar el papel de este grupo de países que, pese a no actuar como bloque ni disponer de un acuerdo de libre comercio o una política económica o exterior común, aspira a representar una alternativa a las instituciones hechas por y para Occidente y en las que el Sur Global ha de acatar el dictado y la perpetua supremacía del dólar, que condiciona su desarrollo y su economía. “Saludo su valioso compromiso y apoyo a la resolución de problemas internacionales, tal como se refleja claramente en su lema de este año”, continuó Guterres, que matizó, sin embargo, que “ningún grupo ni ningún país pueden actuar solos o aislados”, una afirmación con cierto tono paternalista y que seguramente no pronunciaría en una aparición en el G7.
“Se necesita una comunidad de naciones, trabajando como una familia global, para abordar los retos globales. Desafíos como el creciente número de conflictos. La devastación del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad. El aumento de las desigualdades y la persistencia de la pobreza y el hambre. Una crisis de la deuda que amenaza con ahogar los planes de futuro de muchos países vulnerables… El hecho de que menos de una quinta parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible vayan por buen camino. La creciente brecha digital y la falta de salvaguardias para la inteligencia artificial y otras tecnologías de vanguardia. Y la falta de representación y voz de los países en desarrollo en las mesas de toma de decisiones mundiales. Desde el Consejo de Seguridad hasta la institución de Bretton-Woods y más allá. Esto debe cambiar”.
Guterres dio un discurso moldeado a su audiencia y en el que afirmó lo que muchos de esos países sentados a la mesa desean escuchar, aunque no se corresponda realmente con los actos de Guterres en su trabajo diario, que generalmente se mueve dentro de los márgenes de lo aceptable para los países occidentales, fundamentalmente EEUU y el Reino Unido.
La presencia de Guterres en la cumbre de los BRICS sorprendió y ofendió por dos variables complementarias. En primer lugar, el discurso del Secretario General en la cumbre legitima a una institución que demasiados medios presentan como un intento de destruir las instituciones occidentales o como un bloque al estilo de los que marcaron la Guerra Fría. En segundo lugar, y quizá más importante, el apretón de manos de Guterres y Vladimir Putin en territorio ruso en un momento en el que Ucrania exige que sus aliados permitan atacar objetivos en Rusia, ha sido condenado como un grave error, un escándalo que legitima a un autócrata, dictador o criminal de guerra.
Desde el punto de vista occidental, BRICS, al igual que cada foro en el que Moscú participa con una presencia relevante y como miembro de pleno derecho, no como el saco de los golpes, es una institución al servicio de la guerra contra Occidente. Con una mentalidad heredada de la Guerra Fría, ese enfrentamiento es visto como una reedición de la configuración de bloques, siempre a la espera de un choque.
Se ignora así que no hay más política común que la obligatoriedad de la unanimidad a la hora de admitir nuevos miembros -lo que ha hecho imposible el acceso de países como Argelia, vetada por India quizá a instancias de Israel, o Venezuela, vetada por Brasil, quizá a instancias de EEUU, según denunció Nicolás Maduro- y que no hay ninguna evidencia de que las instituciones que se han creado o plantean crearse en el futuro busquen sustituir a sus equivalentes occidentales. Prueba de ello es la voluntad de China de aumentar su peso en la toma de decisiones en las instituciones occidentales o la mera presencia de India, miembro, por ejemplo, del Quad, el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, en el que comparte foro con EEUU, Japón y Australia en un foro centrado en la contención precisamente de China.
El establishment mediático y político occidental ha preferido limitar su análisis sobre la cumbre de los BRICS, y sobre el grupo de países en sí, en lo más superficial, el significado de las imágenes. Pero incluso ahí, la simplificación lleva a centrarse únicamente en aquellos momentos que más afectan a los países occidentales. Celebrada en Rusia, la cumbre siempre iba a dar mayor protagonismo a Vladimir Putin, que aprovechó su discurso para resaltar el cambio de tendencia en la guerra de Ucrania y la grave situación de las tropas ucranianas en Kursk, donde afirma que están siendo rodeados (algo que Syrsky negó el jueves, aunque todo indica que las cosas empeoran para sus soldados en su fallida aventura rusa).
La fotografía del presidente ruso flanqueado por el líder de la segunda potencia mundial y el de la 'democracia' más poblada del planeta rompe con aspectos importantes del discurso occidental sobre Rusia y los efectos de la guerra de Ucrania, especialmente el intento de aislamiento de la Federación Rusa es un fracaso de la idea del eje del mal que tanto intenta imponer Kiev. Una cantidad relevante de los participantes forman parte de la lista de países que Occidente intenta atraer a sus posturas, especialmente la India de Modi que, pese a su autoritaritarismo, es constantemente halagado por los gobernantes europeos y estadounidenses precisamente para buscar un mayor acercamiento al gigante del Indo-Pacífico.
La imagen de Putin, Xi y Modi en la cumbre, tanto en la imagen general de la cumbre como en las que se han publicado del desarrollo de los diferentes actos, han sido analizadas únicamente desde el significado que tienen en relación con el presidente ruso, olvidando que la principal función de los BRICS es la relación de los diferentes participantes con China. En el caso de India, Rusia actúa como “el pegamento geopolítico entre Xi Jinping y Modi para que los dos gigantes asiáticos gestionen su rivalidad estratégica con pragmatismo evitando grandes escaladas”, afirmó la analista Velina Tkacharova que resaltaba la importancia de BRICS, pero también de la figura del presidente ruso, en la labor de facilitar la primera reunión bilateral entre los dos líderes asiáticos desde 2019 o la posibilidad de un acuerdo en el conflicto fronterizo entre ambos países en Ladakh.
Esa labor de estabilidad, necesaria para ambos países y también para la cada vez más interconectada economía mundial, en la que el peso de Asia no hace sino aumentar, es la contrapartida a lo que Tkacharova percibe, desde posiciones claramente antirrusas, como una clara victoria para Vladimir Putin, que obtuvo “más de lo que podía soñar de la cumbre de los BRICS en Kazán. La presencia de Guterres, secretario general de la ONU, representa la capitulación total del viejo sistema internacional, mientras el nuevo sistema global lucha por nacer”.
Tkacharova añadía el vídeo en el que, mostrando cierta incomodidad, Vladimir Putin escuchaba a Guterres afirmar que “en Ucrania necesitamos paz” y añadía que esa resolución ha de lograrse “sobre la base de los principios de la Carta de Naciones Unidas”, una mención muy similar a la del comunicado final de la cumbre. La diferencia entre las dos afirmaciones no es la idea de soberanía e integridad territorial de los Estados, sino la definición de cuál es la frontera de Ucrania, aspecto que tanto Rusia como Guterres esquivaron para garantizar el desarrollo de la cumbre.
Sin embargo, el matiz es evidente si se observan las declaraciones de ambas partes y se recuerda las repetidas condenas de Guterres de la invasión rusa de febrero de 2022. El apretón de manos del secretario general de Naciones Unidas a Vladimir Putin, un acto de cortesía ineludible ante el anfitrión de la cumbre, era para Guterres el sacrificio para garantizarse la ocasión de condenar directa y públicamente -tal como le habrá exigido Occidente antes de autorizar el viaje- la invasión rusa frente al presidente ruso y para asegurar la presencia de la ONU en un foro que representa a una parte relevante del Sur Global y sus potencias emergentes y que cuenta con la participación de los dos países más poblados del planeta, motivo más que suficiente para comprender la importancia del viaje de Guterres.
El malestar de Ucrania con Guterres es, en realidad, el reflejo del fracaso de la política de aislamiento de Rusia. Zelensky ha trabajado duro para atraer a Xi Jinping y Narendra Modi a sus posturas, intentando conseguir el alejamiento de esos países de Rusia. El presidente ucraniano tardó meses en lograr una conversación telefónica con su homólogo chino y, pese a que consiguió que Modi viajara a Kiev, lo hizo para animar a Zelensky a negociar con Rusia.
Aunque India participó en la cumbre de paz de Suiza, lo hizo con una delegación de perfil bajo y sin firmar el comunicado final. China ni siquiera se planteó su presencia en una cumbre que pretendía ser un acto diplomático, pero en la que únicamente participaba uno de los bandos en conflicto (el de la OTAN), con la intención de negociar consigo mismo.
Esa misma lógica hizo imposible que Guterres pudiera aceptar la realización de la cumbre como inicialmente aspiraba Ucrania: en Naciones Unidas. A finales de 2022, medios como AP publicaban declaraciones de Dmitro Kuleba, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, que trabajaba para realizar una cumbre de paz en febrero de 2023 con Naciones Unidas como mediadora y anfitriona. “Naciones Unidas podría ser el mejor lugar para celebrar esta cumbre, porque no se trata de hacer un favor a un país determinado”, afirmaba Kuleba, tratando de dar un toque multilateral en favor de la justicia a un acto que, en realidad, iba a ser el despliegue de relaciones públicas que Ermak organizó finalmente en Suiza.
“Preguntado sobre si Ucrania invitaría a Rusia a la cumbre, dijo que Moscú tendría que enfrentarse primero a un proceso por crímenes de guerra ante un tribunal internacional. «Sólo se les puede invitar a esta cumbre de esta manera», respondió Kuleba”, escribía entonces Associated Press. Aun así, Ucrania se molestó por la negativa de Guterres a celebrar el acto y participar de forma directa en una mediación entre Kiev y sus aliados, invalidando así toda posibilidad de participación en cualquier iniciativa de paz y diplomacia que pudiera producirse en el futuro.
El enfado de Ucrania con Guterres y Naciones Unidas se debe fundamentalmente a la necesidad de presentar cada acto de las relaciones internacionales como un foro en el que todos los participantes han de manifestarse sobre el conflicto ucraniano, condenando a Rusia y mostrando su apoyo a Kiev. Desde la lógica del o están con nosotros o están contra nosotros, toda manifestación que se desvíe mínimamente del camino ha de ser condenada. También la presencia de Naciones Unidas en un grupo en el que Rusia es un miembro más, pero en el que no es capaz de imponer su postura y tampoco de impedir que Guterres condene su actuación en directo y frente a sus aliados más importantes.
Cada pecado exige expiación y Ucrania va a tratar de castigar al secretario general de Naciones Unidas, del que ahora demandará muestras aún más explícitas de apoyo a Ucrania y condena a Rusia. “Después de Kazán, quería venir a Ucrania, pero el presidente no confirmó su visita. Así que Guterres no vendrá, concretamente por la humillación a la cordura y al derecho internacional en Kazán”, ha afirmado en las últimas horas un alto funcionario de Ucrania citado por AFP. Guterres deberá suplicar perdón a Zelensky por realizar su trabajo y garantizar la presencia de Naciones Unidas en foros internacionales que molestan a Ucrania y a sus socios.
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