Caso Kiki Lezcano: lo dejaron morir
Los dos estaban arriba de una camioneta. El del asiento de atrás, de 25 años, era Ezequiel Blanco. Le habían dado dos disparos, ambos en el entrecejo. El otro se llamaba Jonathan Lezcano. Le decían Kiki y tenía 17 años. Era adicto al paco y en la imagen se lo ve todavía vivo, con una bala en el cuello. La cámara lo muestra intentando respirar. El que filma lo insulta. “A ver putito, hace arrancar la camioneta, la concha de tu madre”, le dice mientra busca primeros planos. Pocos segundos más tarde, agrega: “che, llamemos una ambulancia, por las dudas”. Kiki muró una hora y media después.
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El video fue filmado el 8 de julio del año pasado. Ese día, los dos salieron de Villa 20 en un remis. Jonathan dijo en su casa que iban a encontrarse con una chica cerca del Hospital Piñeiro. El agente de la Policía Federal Daniel Santiago Veyga, declaró que Kiki y Ezequiel lo encañonaron para robarle su camioneta, lo hicieron subir al asiento del acompañante y, una vez allí, descubrieron que era policía. Siempre según su versión, al escuchar sonido del martillo del revolver con el que iban a ejecutarlo, sacó su arma reglamentaria y disparó tres veces.
La causa quedó en manos del Juzgado de Instrucción 49, de Facundo Cubas (ver aparte) que sobreseyó al imputado sin conocerlo: le tomó declaración por escrito, y obvió hacer cualquier tipo de reconstrucción de los hechos.
Ahora, un fallo de la Cámara de Casación Penal ordenó reabrir la causa por el asesinato, y otro de la Cámara de Apelaciones pidió investigar las irregularidades cometidas luego de las muertes. Estas no fueron pocas. Los cuerpos de ambos llegaron a la morgue como NN. El 9 de Julio, un día después, Angélica Urquiza, la madre de Kiki, presentó una denuncia por desaparición. Recurrió a Missing Children, al Juzgado Criminal de Instrucción Nº 30, a la Policía Federal y a varios programas de televisión.
El cuerpo de Ezequiel Blanco fue identificado por la policía el 13 de Julio, pero su familia no fue notificada. Los cuerpos fueron encontrados recién dos meses más tarde, el 14 de setiembre. Ese día, la madre de Kiki llamó al juzgado para pedir fotocopias de la causa, y un empleado le contó que su hijo estaba enterrado.
En el medio, los Lezcano y los Blanco no dejaron puerta sin tocar. Sus sospechas estaban puestas en la policía, ya que Kiki había sido amenazado y golpeado varias veces por efectivos de la Brigada de Investigaciones de la Comisaría 52.
La mala relación entre Kiki y los policías del barrio comenzó en 2007. Ese año, Kiki pasó diez meses detenido en un instituto de menores, acusado de matar a un narco. Al salir en libertad empezó a fumar paco. En Febrero de 2009, un policía de la brigada de la comisaria 52 apodado “el Indio” fue a su casa y le dijo a la madre. “Cuidelo al Kiki. Le puede pasar algo malo. Si no lo agarramos nosotros, van a ser los narcos”.
Un mes después, fue molido a golpes por policías de civil. Ese día su madre y varias vecinas lo rescataron. Dos semanas más tarde apareció en un pasillo con el rostro desfigurado. El 25 de Abril de 2009, Angélica presentó una denuncia por resguardo de persona en el juzgado de Menores Nro. 5.
El 7 de Julio, el Indio y otro policía de civil lo volvieron a interceptar.
-Una vez te salvaste- le dijeron- dos no. Voy a ser tu sombra.
Ese día, para sellar la amenaza, le tomaron una foto con un celular. Apenas 24 horas después estaba muerto. Y alguien, todavía no se sabe quién, filmó su agonía.
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La familia de Jonathan ‘Kiki’ Lezcano vive en la misma cuadra desde hace quince años. Es una de las pocas zonas de Villa 20 que está urbanizada: son casas todas iguales, a las que cada uno le agregó lo que pudo. De allí salió Kiki el 8 de julio pasado, el día que un policía lo baleó y luego filmó su agonía. De ese lugar también partieron las marchas para pedir su aparición y la de Ezequiel Blanco, el otro joven que también pasó más de 60 días como NN en una morgue judicial
Ahora que Tiempo Argentino dio a conocer el video que prueba que lo dejaron morir, María Angélica, la madre de Kiki, tiene esperanza que la justicia escuche. En la puerta de su casa, la mujer señala con el cordón de la vereda y habla:
-La primera vez que hicimos la marcha, ahí en frente paró el coche de un policía que custodia el locutorio de la vuelta. Agarró a una vecina y le dijo “¿para que molestan con las marchas? ¿La madre todavía no vio el video?”. Ahora entendemos lo que quería decir: ellos mismos lo habían filmado y sabían todo desde el primer día.
-En el momento en el que buscaban a los chicos, ¿que actitud tenían los policías del barrio?
-Ellos mismos hacían correr rumores: que estaba en Ciudad Oculta o en la villa Zabaleta. Nos decían que estaba empacado o en algo con mucha guita y que nos quería resguardar de sus problemas. El subcomisario de la 52, José María Martínez, me llegó a decir que lo habían visto en la calle Pola, acá a la vuelta.
-¿Qué te provocó saber que filmaron su agonía?
-No hay lugar para que se agrande el dolor que siento. Pero no se puede creer que gocen con lo que hicieron. Capaz lo de Kiki pasó así para se sepa, porque no sabemos cuantos chicos murieron igual que él. Yo creo que ellos lo filmaron par mandar un mensaje, para decir ‘a cualquiera le puede pasar lo mismo’. Y ahora se les dio vuelta, porque esto mismo sirve para acusarlos.
Sobre la mesa del comedor hay ochos fotos de Kiki. En una está con una nariz de payaso, en otra levanta el pulgar y sonríe. “Yo lo quiero recordar así, alegre como era”, dice María Angélica. En un cajón, junto con todos los documentos de la causa, guarda un retrato de su hijo golpeado:
-Esa foto la saqué yo y la llevé al Juzgado de Menores Nro 5 para que entiendan lo que pasaba. Pero no me ayudaron. La semana pasada, esa misma jueza me dio el pésame. Yo no le dije nada: solo me limité a mirarla.
En el Instituto San Martín, donde Kiki pasó casi un año, sus compañeros y las autoridades le hicieron un homenaje. Al final le dieron a María Angélica un video que resume el paso de su hijo por la institución. La cinta empieza con cuatro adolescentes en ronda, cada uno con una máscara. Kiki es el hombre de piedra.
-¿Cómo estás, hombre piedra? -pregunta el que parece un coordinador.
-Estoy enojado. Me sacaron las zapatillas.
-Más que enojado pareces preocupado, hombre de piedra.
Kiki se encoje de hombros, dice “no juego más”. El video avanza y lo muestra en otras situaciones: pintando una bandera, a punto de ir a la playa. María Angélica lo escucha hablar y le cambia la cara. Tiene la misma sonrisa ancha que su hijo.
(artículos aparecidos en el diario Tiempo Argentino)
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