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Mundo, Estado español :: 28/03/2017

[Cast/Gal] En la muerte de David Rockefeller

Mauricio Castro
El plan de las relacciones interpersonales sustituye el análisis de clase, opacando la verdadera comprensión de la realidad

Galego

Cada vez mais, o plano das relaçons interpessoais substitui a análise de classe, opacando a verdadeira compreensom da realidade, que seria imprescindível para quem verdadeiramente quer transformá-la.

A morte do velho magnata David Rockefeller é um dos exemplos mais recentes. A reaçom imediata e limitada de muitos ciberativistas de esquerda foi insultá-lo atribuindo-lhe todo o tipo de imoralidades e celebrar a sua desapariçom física, como se de umha pequena vitória política se tratasse.

Na verdade, o que poderia ser compreensível no caso de figuras de especial relevo pola sua posiçom política ou, em geral, como resultado de um episódio de revolta social, fica próximo da irreleváncia no caso de grandes representantes do poder económico que morrem aos 101 anos ou, em geral, de morte natural.

Nos últimos anos, já vimos como isso aconteceu com Steve Jobs (dono da Apple, 2011), Rosalía Mera (coproprietária de Inditex, 2013), Emilio Botín (presidente do Banco de Santander, 2014) ou, estes dias, o banqueiro ianque David Rockefeller.

E com cada novo episódio lutuoso dessa série, nom podo deixar de lembrar que as análises socialmente úteis som as despersonalizadas, nom as fundamentadas em supostos morais. Admito que é reconfortante comprovar que efetivamente, os ricos também morrem. Porém, fora disso, em que consiste a “vitória” de assistir à morte de um desses indivíduos?

Tento explicar. Nom tem nengumha importáncia se Rockefeller tinha umha personalidade despiadada ou era um avô amoroso para com os seus netos. Tampouco se, como nos dim, Steve Jobs “se fijo a si mesmo” ou tirou ilegitimamente vantagem doutros concorrentes, lá do Sillicon Valey. Mesmo poderá ter acontecido que a milionária Rosalía Mera mostrasse ser umha grande filantropa na sua relaçom com os necessitados da Corunha, ou que Emilio Botín gerisse o seu império financeiro com grande dedicaçom e sacrifício da sua própria vida pessoal até o fim dos seus dias.

Nada disso tem nengumha releváncia na hora de avaliar o papel jogado por cada burguês enquanto representante da sua classe. De facto, todos eles, como na atualidade os seus herdeiros, se caracterizárom por um justo e talvez inconsciente equilíbrio entre um espírito altamente concorrencial ao interior da sua classe e a necessária solidariedade interburguesa frente à classe antagonista, o que constitui a expressom de um imprescindível instinto de sobrevivência coletiva.

Qualquer patrom de umha pequena empresa sabe que deve afastar consideraçons pessoais na hora de acertar contas e decidir quantos operários ou operárias deve despedir ou contratar no próximo mês. Da mesma forma, também numha esfera macro, a repartiçom da mais-valia determina umha igualaçom das taxas de lucro particulares, com transferências de lucros entre ramos, para se formar umha taxa média geral, a nível da classe burguesa entendida como um todo (incluindo a industrial, a comercial e a financeira, para além da proprietária ou rentista), frente à outra grande classe que, também em bloco, produziu todo esse valor: o proletariado.

Si, eu sei, a propaganda que nos vendem, com base no individualismo metodológico próprio da ideologia liberal, fala-nos do êxito ou fracasso de cada pessoa polo seu esforço particular, seja ela um patrom ou um trabalhador ou trabalhadora. Porém, é um facto que todos os patrons, todos os burgueses, se comportam como um bloco solidário frente à sua antagonista histórica, a classe trabalhadora, única produtora da riqueza (para além da que se encontra diretamente na natureza). Todos eles se lucram dessa taxa geral média em funçom da sua participaçom no mercado e nom do seu tamanho nem da sua atitude moral.

Chama a atençom que seja precisamente a esquerda a que cada vez mais reproduza a tralha ideológica burguesa e analise o que acontece na sociedade precisamente em termos de indivíduos e relaçons interpessoais “um a um”: políticos honrados ou corruptos, milionários filantropos ou gananciosos, empresários produtivos e banqueiros parasitas... e o que é mais grave, assumindo como inevitável a extrema fragmentaçom da própria classe trabalhadora numha infinita variedade de interesses particulares que impedem que exerça também em bloco o papel que lhe corresponde, como única criadora de toda a riqueza social: transformar o mundo, fazendo-o avançar.

Seria conveniente, em definitivo, deixarmos de engolir o discurso dominante, que todo o traslada ao ámbito do individualismo, da moral e das relaçons interpessoais, onde a compreensom do que acontece à nossa volta é impossível.

Essa compreensom, imprescindível para aspirar a umha transformaçom revolucionária do mundo, só virá de análises críticas, categoriais e de classe. No fim das contas, nós nom queremos a morte biológica deste ou daquele burguês: queremos o fim histórico da burguesia.

Castellano

Ahora que en las redes sociales tenemos un escaparate inmediato de las reacciones provocadas por noticias de impacto como la muerte de algunos viejos jefazos del capital, es curioso comprobar cómo suelen reflejar visiones idealistas en el campo de la izquierda.

Cada vez más, el plan de las relacciones interpersonales sustituye el análisis de clase, opacando la verdadera comprensión de la realidad, que sería imprescindible para quien verdaderamente quiere transformarla.

La muerte del viejo magnate David Rockefeller es uno de los ejemplos más recientes. La reacción inmediata y limitada de muchos ciberativistas de izquierda fue insultarlo atribuyéndole todo tipo de inmoralidades y celebrar su desaparición física, como si de una pequeña victoria política se tratara.

En realidad, lo que podría ser comprensible en el caso de figuras de especial relieve por su posición política o, en general, como resultado de un episodio de revuelta social, se reduce casi a la irreleváncia en el caso de grandes representantes del poder económico que mueren a los 101 años o, en general, de muerte natural.

Los últimos años, ya vimos como eso sucedió con Steve Jobs (dueño de Apple, 2011), Rosalía Mera (coproprietária de Inditex, 2013), Emilio Botín (presidente del Banco de Santander, 2014) o, estos días, el banquero yanki David Rockefeller.

Y con cada nuevo episodio luctuoso de esa serie, no puedo dejar de recordar que los análisis socialmente útiles son los despersonalizados, no los fundamentados en supuestos morales. Admito que es reconfortante comprobar que, efectivamente, los ricos también mueren. Sin embargo, además de eso, ¿en qué consiste la “victoria” de asistir a la muerte de uno de esos individuos?

Intento explicarme. No tiene ninguna importancia si Rockefeller tenía una personalidad despiadada o era un abuelo amoroso para con sus nietos. Tampoco si, como nos cuentan, Steve Jobs “si hizo a sí mismo” o quitó ilegítimamente ventaja de otros competidores en Sillicon Valey. Incluso podrá haber sucedido que la millonaria Rosalía Mera mostrara ser una gran filántropa en su relación con los necesitados de A Corunha, o que Emilio Botín gestionara su imperio financiero con gran dedicación y sacrificio de su propia vida personal hasta el fin de sus días.

Nada de eso tiene ninguna relevancia para evaluar el papel jugado por cada burgués como representante de su clase. De hecho, todos ellos, como en la actualidad sus herederos, se caracterizaron por un justo y tal vez inconsciente equilibrio entre un espíritu altamente competidor en el interior de su clase y la necesaria solidaridad interburguesa frente a la clase antagonista, lo que constituye la expresión de un imprescindible instinto de supervivencia colectiva.

Cualquier patrón de una pequeña empresa sabe que debe alejar consideracciones personales a la hora de hacer cuentas y decidir cuántos obreros u obreras debe despedir o contratar el mes siguiente. De la misma forma, también nuna esfera macro, el reparto de la plusvalía determina una igualación de las tasas de beneficio particulares, con transferencias de beneficio entre ramas, para que se forme una tasa media general, a nivel de la clase burguesa entendida como uno todo (incluyendo la industrial, la comercial y la financiera, además de la propietaria o rentista), frente a la otra gran clase que, también en bloque, produjo todo ese valor: el proletariado.

Sí, es verdad, la propaganda que nos venden, partiendo del individualismo metodológico propio de la ideología liberal, nos habla del éxito o fracaso de cada persona por su esfuerzo particular, sea un patrón o un trabajador o trabajadora. Sin embargo, es un hecho que todos los patrones, todos los burgueses, se comportan como un bloque solidario frente a su antagonista histórica, la clase trabajadora, única productora de la riqueza (excepto la que se encuentra directamente en la naturaleza). Todos ellos se benefician de esa tasa general media en funcción de su participación en el mercado y no de su tamaño ni de su actitud moral.

Llama la atencción que sea precisamente la izquierda a que cada vez más reproduzca la farda ideológica burguesa y analice lo que sucede en la sociedad precisamente en términos de individuos y relacciones interpersonales “uno a uno”: políticos honrados o corruptos, millonarios filántropos o avariciosos, empresarios productivos y banqueros parásitos… y lo que es más grave, asumiendo como inevitable la extrema fragmentacción de la propia clase trabajadora en una infinita variedad de intereses particulares que impiden que ejerza también en bloque el papel que le corresponde, como única creadora de toda la riqueza social: transformar el mundo, haciéndolo avanzar.

Sería conveniente, en definitiva, que dejáramos de tragarnos el discurso dominante, que todo lo traslada al ámbito del individualismo, de la moral y de las relaciones interpersonales, donde la comprensión del que sucede alrededor de nosotros es imposible.

Esa comprensión, imprescindible para aspirar la una transformación revolucionaria del mundo, sólo vendrá de análisis críticos, categoriales y de clase. Al fin y al cabo, nosotros no queremos la muerte biológica de este o de aquel burgués: queremos el fin histórico de la burguesia.

 

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