Chaco paraguayo: Espejo de profunda crisis macrosocial
Como consecuencia de la aplicación sistemática durante más de 40 años en el Paraguay, 20 de ellos durante dictadura y los 20 años de transición a la democracia, sin diferencia alguna, de modelos de producción agresivos sobre al medio ambiente, desde la ganadería extensiva hasta el monocultivo de exportación, deforestadores netos, expulsores netos de mano de obra, agresivos sobre las comunidades campesinas asentadas y ancestrales naciones indígenas, hoy el Paraguay vive en una situación de crecimiento exponencial de la vulnerabilidad social y alimentaria.
Claramente, dicha expansión de la frontera agrícola ha llegado a extremos gravísimos de enormes extensiones de tierra sin población, y crecientes comunidades y familiares sin tierra tan siquiera para el auto sustento básico y de supervivencia humanitaria. Esta expansión no se ha dado solamente por la acción del libre mercado salvaje avanzando por sobre los débiles o nulos controles definidos vagamente como aquellos que brindarían “seguridad jurídica” a la radicación de inversiones.
La sequía chaqueña es grave y ancestral
Esta expansión y concentración abrupta de la tierra en escasas manos ha sido posible gracias al apoyo y la acción decidida del estado paraguayo, que la asumió como política de estado de primer orden. Durante el período dictatorial, y bajo el arbitrario Instituto de Bienestar Rural, IBR, se perpetró una verdadera contrarreforma agraria, distribuyendo tierras a un escaso y selecto grupo de jerarcas dictatoriales militares, policiales, partidarios, empresas asociadas a capitales nacionales y extranjeros, usurpando más de 12 millones de hectáreas, especialmente en el Chaco paraguayo, manejado como un gran cuartel militar durante la dictadura. No es un dato anecdótico que el INDI estaba en dicha época bajo la administración del Ministerio de Defensa.
La expansión salvaje y sin control del estado paraguayo, ha arrasado y continúa arrasando los últimos islotes de bosques nativos, contaminando los cursos hídricos, la napas freáticas, modificando drásticamente la topografía cerrando naturales cursos naturales de agua, corredores naturales de vida silvestre, tornando la vida rural casi en un infierno medioambiental, depresión laboral, división familiar, desarraigo y pérdida de identidad, migración interna y externa sin control de mano de obra joven masculina y femenina, hacinamiento improvisado y abrupto en las periferias urbanos, conformando un fresco de verdadera crisis macrosocial.
Consecuencias de modelo de expoliación perimido
Todo ello jamás fue visto y menos asumido por el estado, mucho menos por nuevos y tradicionales terratenientes, tanto ganaderos como monoagrícolas de exportación. Y cuando fue visualizado, y con especial falta de escrúpulos, por el gobierno saliente de Nicanor Duarte Frutos, sin modificar un ápice esta impresionante debacle, sin atacar, antes bien profundizando la concentración de la tierra, pretendió usar con fines electorales y clientelares políticas de asistencialismo cuadillesco.
Es decir, al mismo tiempo que se transformaba en el alumno más aplicado del Fondo Monetario Internacional, que ordenaba más y más ajuste estructural, más presión tributaria, más exportación de materias primeras sin gravamen alguno, con el paraguas mediático de su propia conducción económica que nunca terminó de hablar de la existencia en el Paraguay de una de las mejores condiciones en años de una verdadera estabilidad macroeconómica, la que a la sazón, nunca jamás, llegó a beneficiar el ciudadano de la ciudad y el campo.
Indolencia y complicidad del Estado paraguayo
Claro, la procesión iba por dentro, y sólo de manifestaba en situaciones aparentemente episódicas que vistas y analizadas aisladamente eran respondidas también episódica y aisladamente por el estado, como las periódicas inundaciones, periódicas sequías, pérdida de los cauces hídricos como el Pilcomayo, las epidemias de dengue, las muertes por agrotóxicos, las ejecuciones de líderes campesinos por la reforma agraria, las ejecuciones por el ingreso del negocio del narcotráfico de gran calado.
Y hoy visiblemente la crisis macrosocial del Chaco paraguayo a través de una de las expresiones de su más débil equilibrio, una sequía de casi un año de existencia ininterrumpida, pero que nos permite ver la desigualdad, el hambre, la exclusión ancestrales, así como la acción destructiva en el campo político, económico y social del estado durante la dictadura stronista, cuya orientación neoliberal y conservadora se mantuvo inalterable durante los casi 20 años de transición.
Esperamos una nueva visión social del Estado
De allí que la actual sequía del Chaco paraguayo es la punta del iceberg, a la vez que un buen ejemplo de las graves consecuencias de los efectos “colaterales” de la aplicación irrestricta de políticas económicas dictadas por el primer mundo, y acatadas como cipayos por los gobernantes nativos, que se comenzaron a expresar en el comienzo de los setentas, con la primera ola de la implantación a sangre y fuego del neoliberalismo conservador a nivel planetario.
El actual y mediático debate sobre la sequía, hoy aunque entre líneas nos permite ver a la sociedad y al mundo, las causas y los aspectos más grotescos de la desigualdad, de la insensibilidad y la manipulación que se habían hecho carne en la memoria colectiva, incentivas por un estado indolente y medios de comunicación igualmente cómplices. Pero hoy, y a propósito, emergen muy saludablemente voces de sectores ciudadanos durante mucho tiempo en vías de organización, pero que siempre ha sido callados, soterrados, marginados de la agenda pública: los habitantes del gran Chaco paraguayo.
Expresiones ciudadanas antes acalladas
Por ejemplo, la Red de Organizaciones Ambientalistas del Paraguay, ROAM, y la Asociación de ONG del Paraguay, POJOAJU, en público comunicado alertan que “la sequía en el Chaco no responde exclusivamente a una cuestión cíclica, sino que la misma se va agravando en la medida que se van degradando los ecosistemas, principalmente por la deforestación masiva de la que es objeto…” y solicitan al estado paraguayo encarar la problemática de la sequía puntual como el inicio de una campaña con visión estratégica, no episódica ni puntual, para la realización de actividades que antes que continuar con la destrucción del Chaco, como los eventos automovilísticos más comerciales que deportivos, se realicen actividades que promuevan beneficios para el Chaco, promuevan la integración entre sus comunidades, la economía solidaria y la protección medioambiental.
Así también, la Coordinadora de Pueblo y Comunidades Indígenas del Chaco, CPI Chaco Py, la Coordinadora de Líderes Indígenas del Bajo Chaco, CLIBCH, la Coordinadora del Pueblo Enxet Norte, OPEN, la Organización del Pueblo Nivaclé, OPN, en representación de más de 136 comunidades en grave peligro desde hace décadas, rechazan “la grosera ostentación y destrucción de nuestro entorno físico y social chaqueño impulsado por las clases privilegiadas de nuestro país, en medio de la miseria de nuestros pueblos causada por el despojo territorial y las políticas genocidas y etnocidas de los gobiernos de turno”, a la vez que respaldan las acciones del gobierno nacional actual, asumido el 15 de agosto para “tratar de responder a la situación de emergencia que se vuelve cada vez más prolongada en el Chaco paraguayo por la ausencia de políticas públicas serias a favor de los grupos desfavorecidos”.
Con gran vehemencia, religiosos de Filadelfia, Chaco, se expresaron respecto al mediático debate sobre la sequía, la emergencia puntual, la histórica deuda social con los habitantes chaqueños y la intención de la realización del rally por parte de un grupo empresarial que antaño siempre recibió profuso apoyo estatal y mediático para los hoy cuestionados y agresivos eventos “tengan el respeto de preguntar a los dueños de casa siguieren o no la realización de este circo. El rally en sí es una agresión a la pobreza, de esta parte del país que está en emergencia. Con qué cara vienen todos los años, por unos días, a montar super-tecnologías de alto costo económico delante de personas que se están muriendo de hambre y de sed, a destruir los caminos de pobres pobladores y a violar los derechos de las personas (especialmente indígenas) y de la naturaleza (daños ecológicos)”.
Chaco: Espejo cruel de la realidad nacional
Las naciones indígenas para el estado stronista fueron una cuestión de seguridad nacional y graves atrocidades y genocidios se cometieron bajo este paradigma de la guerra fría. Y durante la transición, gran parte de éstas tierras, hoy consideradas mal habidas, fueron paulatinamente blanqueadas pasando de dueño en dueño, reforzando aún más la concentración, gravísimo hecho al que se sumó, un nuevo proceso de concentración con la expansión salvaje de la frontera del monocultivo, la especulación inmobiliaria sobre las riveras de los ríos como las más de 300 mil hectáreas del ex enclave taninero de Puerto casado, franjas fronterizas, arrasando bosques, zonas pobladas o semipobladas por la economía campesina tradicional y el ataque permanente a las comunidades indígenas arrinconadas en escasas reservas que han quedado como islas sin conexión entre una y otra.
La sequía del Chaco paraguayo permite mostrar no solamente un paisaje desolador, sino las consecuencias de un sistema tremendamente injusto que ha creado en ese mismo entorno, islas de prosperidad en la gran propiedad terrateniente ganadera extensiva que prácticamente no aportan al estado paraguayo, pues buena parte de los grandes dueños, es o ha sido parlamentarios e incluso presidentes de la República, como el último mandatario, y en las colonias mennonitas, que hasta la actualidad y en forma ya perimida, que aunque son comunidades productivas, siguen disfrutando de exenciones impositivas concedidas hace más de 60 años y tal vez ya sea el momento de revisarlas, de tal forma a que aporten al desarrollo e integración social y reduzcan la indignante brecha social chaqueña.
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Si bien el Chaco paraguayo está en sequía, el Paraguay en su totalidad vive una endémica crisis macrosocial que fue deliberadamente invisibilizada por los dueños del mundo como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y claro con la complicad y responsabilidad ineludible de los gobernantes locales y sus funcionarios públicos paraguayos colonizados y cooptados como agentes al servicio de otros estados y corporaciones globales.
La Fogata